En Defensa de la Fe


Los Seguros Van En Línea Con Mi Fe

Los Seguros no entran en conflicto con mi Fe. Por el contrario, comprendo que son un instrumento de prosperidad, de tranquilidad y que me permiten dedicar más tiempo a hacer de este mundo un lugar mejor.

 



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Comienzo por decirte que fui formado como ingeniero, educado entre la exactitud de las matemáticas y el racionalismo propio del mundo científico. De otro lado, mi madre cultivó en mí el lado espiritual desde temprana edad. Respeto profundamente las creencias que puedas tener y lo que voy a compartirte lo hago tan solo a manera de ilustración de la forma como resolví el conflicto entre mi Fe (cristiana) y la “filosofía” alrededor de los Seguros.

 

Por un lado, como ingeniero, me formé en la cultura de la planeación y, dentro de ella, de analizar los riesgos, buscando prevenir su ocurrencia o en últimas mitigar su impacto. Los Seguros tienen que ver con esto último: Para el ingeniero, los Seguros son el Plan B en el caso de que un riesgo ocurra (lo que en el mundo de los Seguros se llama “siniestro”). Son la forma de minimizar el impacto material por la ocurrencia de un “siniestro”.

 

Consecuentemente con lo anterior, fui educado en la cultura de prevención, de “los sistemas redundantes” (“por si acaso el sistema principal falla”), que en un ejemplo corriente sería el prever una segunda llave de repuesto del carro por si acaso la que estoy usando se me pierde y mi esposa, que tiene la de repuesto, no está disponible para traérmela.

 

También como ingeniero me familiaricé con el tema de “Seguridad Industrial”, siempre buscando prevenir la ocurrencia de riesgos. Valga decir que a nivel mundial hemos ido aprendiendo y mejorando; esa preocupación por mejorar la seguridad en general ha hecho que se presenten cada vez menos accidentes, de aquellos que eran comunes anteriormente.

 

Sin embargo desde el punto de vista de mi fe, no fue sino hasta cuando personalmente profundicé en el tema de los Seguros que me surgió un conflicto, una duda momentánea.

Me preguntaba por ejemplo si el tener Seguros era contradecir mi Fe. Pensaba: ¿Si yo confío en Dios, en su guía, en su protección, tiene sentido el tener Seguros?

 

¿Cómo se produjo la resolución de dicho conflicto? La logré, repasando algunos pasajes de la Biblia.

 

1.   En I Corintios 13,8-9, 11-12 leo lo que dice San Pablo: “... Un día...no serán necesarios los conocimientos. Porque los conocimientos y la profecía son cosas imperfectas...”

“Cuando yo era niño, hablaba, pensaba y razonaba como un niño; pero al hacerme hombre, dejé atrás lo que era propio de un niño. Ahora vemos de manera indirecta, como en un espejo, y borrosamente; pero un día veremos cara a cara. Mi conocimiento es ahora imperfecto...”

 

Este pasaje fue revelador para mí porque, además de su sentido espiritual, me reafirmó que “mi ingeniería”, y en general la ciencia, las investigaciones, la educación eran procesos humanos necesarios, en tanto que estamos en este mundo material. San Pablo lo dice de forma explícita: “Mi conocimiento es ahora imperfecto”.

 

¿Qué tiene que ver este pasaje con los Seguros y el que los tenga o no los tenga?

 

Debido a que el conocimiento es incompleto y que se va construyendo a medida que adquirimos experiencia, que “dejamos de ser niños”, que la ciencia hace progresos, debo ser cauteloso con respecto a lo que aún no conozco. Debo por una parte aplicar el conocimiento adquirido para prevenir los riesgos “conocidos”, y por la otra tener un plan B contra los imprevistos es decir, contra “los que aún no conozco.

 

O dicho en otras palabras, si ya yo tuviese todo el conocimiento posible, podría prever todos los riesgos. Pero no es así. Estoy expuesto a cometer errores por falta de conocimiento. Siempre se presentarán imprevistos mientras esté en este mundo material.

 

 

2.  Veamos ahora lo que Jesucristo mismo dijo en los siguientes dos pasajes:


  • En Mateo 24, 43-44 leo “...si el dueño de una casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, se mantendría despierto y no dejaría que nadie se metiera en su casa a robar. Por eso ustedes también estén preparados; porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen”

  • Y un poco más adelante, en Mateo, 25,1-13 leo “...diez muchachas tomaron sus lámparas de aceite y salieron a recibir al novio. Cinco de ellas eran despreocupadas y cinco previsoras. Las despreocupadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; en cambio las previsoras llevaron sus botellas de aceite, además de sus lámparas... Cerca de la medianoche se oyó gritar: ¡Ya viene el novio!...Todas las muchachas se levantaron y comenzaron a preparar sus lámparas. Entonces las cinco despreocupadas dijeron a las cinco previsoras: Dennos un poco de su aceite...Pero las muchas previsoras contestaron: No porque así no alcanzará ni para nosotras ni para ustedes. Más vale que vayan a donde lo venden...Pero mientras aquellas cinco muchachas fueron a comprar aceite llegó el novio... se cerró la puerta...”


 

Independientemente del contexto en que Jesús se expresó y de su significado espiritual, el primer pasaje me volvió a recordar lo limitado de mi conocimiento por lo cual debo ser precavido y prepararme lo mejor posible para lo imprevisto.

 



En el segundo, Jesús hizo referencia a otro problema de mi naturaleza humana, el ego y cómo este puede dañar mi juicio, hacerme pecar de confiado, quizás de autosuficiente o de irresponsable, lo cual me puede llevar a no hacer caso de las señales de peligro, a no prever los riesgos y a no tomar medidas para evitar que me impacten.

 



Desde esta perspectiva, siendo que otra fuente de error es mi ego, debo estar alerta a “sus jugadas” para no descuidarme y dejar de ser previsivo. Los Seguros hacen parte de esas medidas de precaución para que, si los imprevistos se presentan, no me cojan de sorpresa y pueda mitigar su impacto.

 

3.  En Mateo 4, 5-7 leemos un dialogo entre el diablo y Jesús:“Luego el diablo lo llevó a la santa ciudad de Jerusalén, lo subió a la parte más alta del templo y le dijo: Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo; porque la Escritura dice: ‘Dios mandará que sus ángeles te cuiden. Te levantarán con sus manos, para que no tropieces con piedra alguna.’ Jesús le contestó: También dice la Escritura: ‘No pongas a prueba al Señor tu Dios.’"

 



Waw! Este pasaje me dice claramente que nó porque confíe en Dios tengo que ser temerario e irresponsable. Antes por el contrario, es mi deber tomar todas las medidas de precaución que estén a mi alcance. Más aún, cuando tome riesgos (porque habrá momentos en que me toque tomarlos) no debe ser con la intención de probar si Dios me protege o nó.

 

Prevenir riesgos, tomar precauciones, abrocharme el cinturón de seguridad de mi carro (por ejemplo) no son manifestaciones de falta de fe en Dios.

 



4.  Veamos ahora lo que Jesús dice en estos otros dos pasajes:

 

  • En Lucas 14:28-31, Jesús en medio de su enseñanza dice:“Si alguno de ustedes quiere construir una torre, ¿acaso  no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? ...O si algún rey tiene que ir a la guerra contra otro rey, ¿acaso no se sienta primero a calcular si con diez mil soldados puede hacer frente a quien va a atacarlo con veinte mil?...”

  • En Mateo7:24, Jesús también dice:  “Por tanto, el que me oye y hace lo que yo le digo, es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no se cayó, porque tenía su base sobre la roca. Pero el que me oye y no hace lo que yo digo, es como un tonto  que construyó su casa sobre la arena. Vino la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y la casa se vino abajo...”

 

Además de su mensaje espiritual, estas dos enseñanzas de Jesús me invitan a ser prudente, a planear, a prever (como en el caso de tomarme el trabajo de calcular los costos de construcción de la torre o de medir si tengo con qué enfrentar los desafíos – “el enemigo”). Igual enseñanza derivo de la parábola de aquel insensato y negligente (“tonto” según la Escritura) que no previó las consecuencias de construir su casa sobre arena.

 



En resumidas cuentas, la Palabra me invita a no pecar de confiado, a ser cuateloso, precavido, a tomar todas las medidas posibles para evitar los riesgos, y para tener un Plan B en el caso de que algo inesperado suceda. Para eso sirven precisamente los Seguros.

 



Como lo vimos al principio, si mi conocimiento fuera completo y si no estuviera expuesto a cometer errores debidos a las limitaciones propias de mi naturaleza humana, no necesitaría de “planes B”, de medidas para mitigar el impacto por dichos errores o por las circunstancias imprevistas.

 

Reafirmo y comprendo que yo como ser humano no soy infalible (que en términos espirituales, la Perfección solo está en el Cielo) por lo cual es natural y normal que esté expuesto a cometer errores. Por lo mismo, es sensato prepararme lo mejor posible, de acuerdo con mis posibilidades, para cometer los menos errores posibles; y es prudente tener un Plan B para cuando se presenten los imprevistos o que falle mi juicio. Los Seguros sirven para ambas cosas: Para prever situaciones de riesgo y para mitigar su impacto cuando se presentan.



 

El error es pues inherente a la naturaleza humana. Por lo tanto es sensato tener un plan B en caso de error. La Palabra me invita a mantener una cultura de prevención del riesgo, de actuar responsablemente. Los Seguros son en sí mismos el último acto de prevención y de responsabilidad en el caso de que todas las medidas anteriores fallen y de que se presenten los imprevistos.



  

Ahora bien, sucede que cuando estoy asegurado puedo aventurarme a correr un poco más de riesgo de lo normal, no para tentar a Dios sino como en el caso de aquellos que tenemos algo de pioneros para arriesgarnos a explorar nuevos límites.

 



Si tengo un plan B “por si algo sale mal”, puedo ser más “aventurero”, más arriesgado, explorar nuevas posibilidades. Los Seguros hacen parte de ese Plan B.

 

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Por último, de todos los riesgos la muerte es el único inevitable.

 

Por una parte, desde un punto de vista espiritual, tengo fe en que mi muerte es el tránsito hacia la meta definitiva: “La Vida Eterna en unión con Cristo”.

 

Por la otra, desde un punto de vista humano creo firmemente en que la manera más inteligente de prepararme para este evento es teniendo los S..e..g..u..r..o..s apropiados, de tal forma que le saque el mejor provecho en favor de mis seres queridos.

 

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Bueno, podría seguir hablándote de mis creencias pero no quiero volverme cansón.



Espero que este compartir te haya sido de utilidad.

 




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