En Defensa de la Fe


Los castigos del Purgatorio, Santa Magdalena de Pazzi y su hermana Benedicta. - Santa Gertrudis. - La B. Margarita-María y la Madre de Montoux

Magdalena supo que el alma de la difunta no estaba ni en el Paraíso ni en el Purgatorio, sino en un lugar especial en el que, sin sufrir ningún dolor apreciable, se veía privada de la Vista de Dios.

 

Magdalena le preguntó al Señor Jesús por qué no había admitido antes a esta alma en su Santa Presencia. Recibió la respuesta de que, en su última enfermedad, la hermana Benedicta había sido demasiado sensible a la aflicción que nos había causado, y que esto había interrumpido durante algún tiempo su habitual unión con Dios y su perfecta conformidad con la Voluntad Divina.




Magdalena supo que el alma de la difunta no estaba ni en el Paraíso ni en el Purgatorio, sino en un lugar especial en el que, sin sufrir ningún dolor apreciable, se veía privada de la Vista de Dios.Magdalena supo que el alma de la difunta no estaba ni en el Paraíso ni en el Purgatorio, sino en un lugar especial en el que, sin sufrir ningún dolor apreciable, se veía privada de la Vista de Dios.


PRIMERA PARTE



Capítulo 19 - Penas del Purgatorio. - Santa Magdalena de Pazzi y su hermana Benedicta. - Santa Gertrudis. - La B. Margarita-María y la Madre de Montoux

Leemos en la vida de SANTA MAGDALENA DE PAZZI, que una de sus hermanas llamada María Benedicta, monja de eminente virtud, murió en sus brazos. Durante su agonía, vio una multitud de ángeles, que la rodeaban con un aire de alegría, esperando que entregara su alma para llevarla a la Jerusalén Celestial; y al expirar, la santa los vio recibir esa alma bendita en forma de paloma - cuya cabeza era de oro - y desaparecer con ella.

 

Tres horas más tarde, observando y rezando ante el santo cuerpo, Magdalena supo que el alma de la difunta no estaba ni en el Paraíso ni en el Purgatorio, sino en un lugar especial en el que, sin sufrir ningún dolor apreciable, ella estaba privada de la Visión de Dios.

 

Al día siguiente, mientras se celebraba la Misa por el alma de María Benedicta, en el Sanctus, Magdalena entró de nuevo en éxtasis, y Dios le mostró esa alma feliz en el seno de la Gloria, a donde acababa de entrar.

 

Magdalena se tomó la libertad de preguntarle al Salvador Jesús por qué no había admitido antes a esta amada alma en su Santa Presencia. Recibió la respuesta de que, en su última enfermedad, la hermana Benedicta había sido demasiado sensible a la aflicción que nos había causado, y que esto había interrumpido durante algún tiempo su habitual unión con Dios y su perfecta conformidad con la Voluntad Divina.

 

Volviendo de nuevo a las revelaciones de SANTA GERTRUDIS, que hemos citado anteriormente, encontramos otro rasgo que muestra cómo, al menos para algunas almas, el sol de la Gloria es precedido por el amanecer y se eleva por etapas. Una monja había muerto en la flor de la vida, en la presencia del Señor.

 

Ella se había destacado por una tierna devoción al Santísimo Sacramento. Después de su muerte, Santa Gertrudis la vio toda resplandeciente, con claras luces celestiales, arrodillada ante el Divino Maestro, cuyas Heridas Glorificadas parecían focos de luz: cinco ardientes rayos de luz escapaban de ellas y llegaban a los cinco sentidos de la difunta.

 

Sin embargo, se mantenía en la frente de la difunta como una especie de nube de inefable tristeza. “Señor Jesús", gritó la santa, "¿cómo puedes iluminar a tu sierva de tal forma y sin embargo ella no experimentar una alegría perfecta?”

 

- “Hasta este momento -respondió el Dulce Maestro-, esta hermana solo es digna de contemplar mi Humanidad Glorificada y de gozar de la visión de mis Cinco Llagas, como premio a su tierna devoción al Sacramento de la Eucaristía; pero, a menos que haya muchas oraciones en su favor, ella no puede ser admitida aún a la Visión Beatífica, debido a algunas leves faltas con respecto a la observancia de sus santas reglas”.

 

Finalicemos lo que tenemos que decir acerca de la naturaleza del castigo con algunos detalles que encontramos en la vida de Santa Margarita María de la Visitación. Son sacadas en parte de las memorias de la Madre Greffier, la superiora de su congregación quien, desafiando sabiamente las gracias extraordinarias concedidas a la Hermana Margarita, solo empezó a reconocerlas como ciertas después de mil comprobaciones.

 

- La Madre Filiberta Emanuela de Montoux, Superiora de Annecy, murió el 2 de febrero de 1683, después de una vida que edificó a todo el Instituto. La Madre Greffier la recomendó particularmente a las oraciones de la Hermana Margarita.

 

Después de algún tiempo, Sor Margarita dijo a su superiora que Nuestro Señor le había hecho saber que el alma de la Madre Filiberta le era muy querida, debido a su amor y fidelidad al servicio, y que le aguardaba una gran recompensa en el Cielo, después de que terminara de purificarse en el Purgatorio.

 

La santa vio a la difunta en el lugar de reparación: Nuestro Señor se la mostró sufriendo, pero a la vez recibiendo un gran alivio mediante los sufragios y buenas obras que eran ofrecidos por ella todos los días, por parte de los miembros de la Orden de la Visitación.

 

En la noche del Jueves al Viernes Santo, mientras Sor Margarita seguía rezando por ella, vio a la Madre Filiberta como si estuviese situada debajo de la custodia que contenía la Sagrada Hostia, en el lugar donde se asienta el Santísimo Sacramento: allí ello participó de los merecimientos de la agonía del Señor en el Huerto de los Olivos.

 

En el día de Pascua, que este año cayó el 18 de abril, la santa vio a la Madre como comenzando a disfrutar del gozo, en anhelo y espera de la pronta visión y posesión de Dios.

 

Finalmente, quince días después, el 2 de mayo, domingo del Buen Pastor, la santa la vio desvanecerse suavemente en la Gloria, cantando melódicamente el Himno del Amor Divino.

 

Así es como la propia Margarita da cuenta de esta última aparición en una carta dirigida ese mismo día, 2 de mayo de 1623, a la Madre de Saumaise en Dijon:

 

"¡Viva Jesús! Mi alma está llena de una alegría tan grande que me resulta difícil contenerla. Permítame, mi buena Madre, comunicárselo a su corazón, que es uno con el mío dentro del de Nuestro Señor. Esta mañana, domingo del Buen Pastor, dos de mis buenas y sufrientes amigas vinieron a mí al momento de despertarme, para despedirse. Hoy fue el día en que el Soberano Pastor las recibió en su Redil Eterno, junto con más de un millón de otras almas. 

 

“Ambas, en medio de esta multitud de almas, se marchaban con cantos de inefable alegría. - Una era la bondadosa Madre Filiberta Emanuela de Monthoux; la otra, mi hermana Juana Catalina Gâcon. Una de ellas repetía estas palabras: ‘El amor triunfa, el amor disfruta, el amor en Dios se regocija’.

 

La otra decía: ‘Bienaventurados los difuntos que mueren en el Señor, y los religiosos que viven y mueren en la exacta observancia de sus reglas.’ - Ambas almas quieren que le diga en nombre de ellas, que la muerte puede separar a los amigos, pero no desunirlos.

 

"¡Si supiera cuánta alegría ha invadido mi alma! Porque mientras les hablaba, las vi desvanecerse poco a poco en la Gloria, como una persona que se sumerge en un vasto océano. – Ellas le solicitan en agradecimiento a la Santísima Trinidad, un Laudate y tres Gloria Patri. - Cuando les pedí que se acordaran de nosotras, me dijeron, como sus últimas palabras, que la ingratitud nunca ha entrado en el Cielo”.





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