Sexto Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A)
La siguiente es la reflexión correspondiente al Sexto
Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A) acerca las lecturas de la Biblia que se
proclaman durante la Eucaristía de este día.
Las lecturas de este domingo nos permiten comprender algo de la lógica
de Dios, esto es, de la manera en que Dios actúa para salvar. Ellas nos ayudan
a entender el pecado como una especie de tendencia que actúa al interior de la
persona y que la lleva a encerrarse egoístamente, negándose a amar, a recibir
amor y a entrar en solidaridad con los demás.
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Nota acerca de la fecha: En el 2014, corresponde al Domingo 16 de
Febrero.
Libro
de Eclesiástico 15,15-20.
Si
quieres, puedes observar los mandamientos y cumplir fielmente lo que le agrada.
Él puso ante ti el fuego y el agua: hacia lo que quieras, extenderás tu mano.
Ante los hombres están la vida y la muerte: a cada uno se le dará lo que
prefiera. Porque grande es la sabiduría del Señor, él es fuerte y poderoso, y
ve todas las cosas. Sus ojos están fijos en aquellos que lo temen y él conoce
todas las obras del hombre. A nadie le ordenó ser impío ni dio a nadie
autorización para pecar.
Te comparto algunas reflexiones acerca de esta lectura:
- El autor del libro
del Eclesiástico desarrolla el tema de la libertad que posee el ser humano
para elegir lo bueno o lo malo, la vida o la muerte. El problema aquí no es
sólo si el ser humano es libre, sino cómo entiende esa libertad y cómo la
ejerce en la vida cotidiana concreta.
- El hecho de ejercer
la libertad nos hace simultáneamente responsables de nuestras opciones. Por eso
optar (decidir) es algo muy complejo. No me refiero a las decisiones de primer
nivel (muchas de ellas son casi mecánicas); me refiero a las decisiones en que
se compromete la vida; aquellas en las que el curso de la existencia (propia y
ajena) termina siendo afectado. Por eso el libro habla en términos de muerte o
vida.
- El texto quiere
funcionar como una especie de advertencia fundamental: hemos sido advertidos
por Dios: podemos hacer de nuestra vida una cosa u otra; tenemos la facultad de
construir (nos) o de destruir (nos). A ningún otro ser sobre el planeta se le
concedió esta posibilidad: La de hacerse. Es uno de los misterios más grandes
de nuestra existencia.
- “Si quieres, puedes
cumplir los mandamientos” dice el autor de la 1ª lectura. Debemos volver sobre
nosotros mismos y ver hasta qué punto queremos orientar nuestra vida a partir
de la experiencia de Dios. ¿Qué es lo que – realmente- queremos? ¿Entre tantos
“quereres”, cuál es el querer fundamental?
- Según el autor del
libro del Eclesiástico, pecar no es un derecho, sino un extravío del ser
humano: “Dios a nadie le concedió el derecho de pecar”. ¿Cómo nos situamos ante
esta afirmación? Además, teniendo claro que la noción de pecado es de tipo
religioso (teológico) podemos preguntarnos: ¿Qué noción de pecado manejo yo?
Carta I
de San Pablo a los Corintios 2,6-10.
Es
verdad que anunciamos una sabiduría entre aquellos que son personas
espiritualmente maduras, pero no la sabiduría de este mundo ni la que ostentan
los dominadores de este mundo, condenados a la destrucción. Lo que anunciamos
es una sabiduría de Dios, misteriosa y secreta, que él preparó para nuestra
gloria antes que existiera el mundo; aquella que ninguno de los dominadores de
este mundo alcanzó a conocer, porque si la hubieran conocido no habrían
crucificado al Señor de la gloria. Nosotros anunciamos, como dice la Escritura,
lo que nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó
para los que lo aman. Dios nos reveló todo esto por medio del Espíritu, porque
el Espíritu lo penetra todo, hasta lo más íntimo de Dios.
Te comparto
algunas reflexiones acerca de esta lectura:
- En
la segunda lectura, Pablo habla de una sabiduría especial, que viene de
Dios (en este sentido hay que entender la expresión que no es de
este mundo). Una sabiduría que tiene otra lógica, otra manera de
ver, de percibir, de sentir, de situarse ante eso que llamamos la
realidad. Es una especie de sabiduría del espíritu. No es que san
Pablo tenga una actitud negativa contra el conocimiento científico-técnico
(concepto que es posterior a él y que se desprende de unos desarrollos
históricos que Pablo no conoció). Pablo trata de llamar la atención de los
cristianos para que traten de “sintonizar” con la lógica, los criterios y
la voluntad de Dios, expresados en Jesucristo y reforzados por el Espíritu
en la conciencia del creyente cristiano.
- Este
conocimiento espiritual, que viene de Dios, es visto por san Pablo (y por
la iglesia naciente) como uno de los principales dones del Espíritu:
participar de ese conocimiento debe ser una de las grandes preocupaciones
del creyente. Ligado a este tipo de conocimiento aparece el
discernimiento. A través de ese conocimiento y de ese discernimiento la
persona llega a tomar las decisiones adecuadas (acertadas) en su vida, las
decisiones que le hacen caminar por los caminos de Dios y la ayudan a
permanecer unido (en comunión) cono Jesucristo (“Permaneced e n mí como yo
en vosotros” Juan 15,4).
- En realidad, Pablo está haciendo eco en su carta, a la tradición
sobre «la Sabiduría», presente en el Antiguo Testamento. En todas las
culturas encontramos esta necesidad y este deseo del ser humano: la
sabiduría, para aprender a vivir. ¿No la necesitamos nosotros también?
Evangelio
según San Mateo 5,17-37.
No
piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir,
sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i
ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que
todo se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a
hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio,
el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.
Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y
fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a
los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal.
Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser
condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado
por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. Por lo tanto,
si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene
alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con
tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas
caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al
guardia, y te pongan preso. Te
aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio.
Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con
ella en su corazón. Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado,
arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus
miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena. Y si tu mano
derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti: es
preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea
arrojado a la Gehena.
También se dijo: El que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de
divorcio. Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de
unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer
abandonada por su marido, comete adulterio. Ustedes han oído también que se
dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos
hechos al Señor. Pero yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo,
porque es el trono de Dios, ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies;
ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey. No jures tampoco por tu
cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos.
Cuando ustedes digan 'sí', que sea sí, y cuando digan 'no', que sea no. Todo lo
que se dice de más, viene del Maligno.
Te comparto
algunas reflexiones acerca de esta lectura:
- Recordemos
que el evangelista Mateo escribió para una comunidad de judíos que se
habían hecho cristianos, obviamente sin dejar de ser judíos. Por eso les
habla de la Ley, de la nueva Ley, pues el tema de la Ley es profundamente
familiar a la mentalidad judía y a la tradición del Antiguo Testamento.
- La
idea, obvio, no es judaizar a los cristianos, sino establecer un paralelo
que permita – dentro de la lógica de la ley – comprender la especificidad
del horizonte cristiano. De hecho, la lectura profunda de los textos del
Antiguo Testamento nos permitirá concluir que para el cristiano ya no se
trata de un Decálogo (10 leyes) ni de un código de muchas leyes, sino de
una ley que envuelve toda ley: la ley del amor maduro, profundo, honesto y
comprometido. Por eso san Pablo llegó a afirmar que quien ama cumple la
ley.
- Esto
no anula las leyes que – por una u otra razón- van apareciendo. Al
contrario, el amor se convierte en el criterio evaluador, orientador y
purificador de toda ley y de toda práctica legal. En este sentido es que
Jesús no ha venido para abolir la ley (las leyes antiguas) sino para
darles su verdadero sentido, su verdadero encuadre, su verdadero valor. El
criterio es el amor, la misericordia. Por eso aparecen en los evangelios
parábolas como la del buen samaritano o textos como los del juicio final.
- Pero
el amor tiene una particularidad, nos invita a la interiorización de
aquello que se vive. Ya no se trata de una ley (unas leyes) externas que
nos obligan, sino de un dinamismo interno que nos hace más conscientes y
que nos transforma. Por alguna razón el profeta, hablando en nombre de
Dios, dijo: “Pondré mi ley en sus corazones”.
- El
texto nos invita a meditar y sopesar la importancia y el valor del amor;
la importancia y el valor de las leyes y nuestra actitud frente a ellas.
Varios peligros pueden presentarse en relación con el tema de la ley: el
legalismo, la fabricación de leyes amañadas y la ausencia de ley (anomia)
que lleva a la anarquía total.
- “Les
digo que si no cumplen la Voluntad de Dios (…) no entrarán en el Reino de
los Cielos”. Esta frase nos sitúa ante realidades muy complejas:
- El carácter personal de
Dios, pues decimos que Dios tiene una voluntad y esto sólo es posible si
y sólo sí Dios tiene carácter personal.
- Hay una Voluntad divina (un
querer de Dios, un plan de Dios), pero ¿Cómo conocer esta Voluntad?
¿Debemos dar credibilidad a cualquier persona que se presente diciendo
que conoce la voluntad de Dios? ¿Qué pensar de aquellas personas que
supuestamente conocen “la Voluntad de Dios” para cada persona en
particular? ¿No pide este problema de la voluntad de Dios volver a
recordar la importancia de la formación del espíritu, la formación de la
conciencia crítica y el adecuado ejercicio del discernimiento?
Te comparto otros puntos para
la reflexión:
01. ¿Qué es la moral?
02. ¿Qué es la ética?
03. ¿Qué significa que
una persona sea autónoma o heterónoma?
Terminemos orando con el...
Salmo 119 (118)
Dichosos los que sin yerro andan
el camino
y caminan según la Ley del Señor.
Dichosos los que observan sus testimonios
y lo buscan de todo corazón,
Tú eres quien promulgó tus ordenanzas
para que las observen totalmente.
Ojalá sea firme mi conducta en cumplir tus preceptos.
Sé bueno con tu servidor y viviré,
pues yo quisiera guardar tu palabra.
Abre mis ojos para que yo vea las maravillas de tu Ley.
Señor, enséñame el camino de tus preceptos,
que los quiero seguir hasta el final.
Dame inteligencia para guardar tu Ley,
y que la observe de todo corazón.
Por último, te invito a que hagamos juntos la siguiente oración:
Oh Dios,
que nos diste en Jesucristo la ley del amor, ayúdanos a pasar a descubrir un
nuevo sentido moral, no basado en el temor del castigo ni en la promesa de los
premios, sino en el valor mismo de la Verdad, del Bien y del Servicio. Amén
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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