En Defensa de la Fe


Domingo 30 del Tiempo Ordinario Ciclo A 2017

Te comparto la reflexión correspondiente al Domingo 30 del  Tiempo Ordinario Ciclo A 2017, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.


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Nota acerca de la fecha: En el 2017, corresponde al Domingo 29 de Octubre.



Todas las sociedades, a medida que crecen y se organizan, generan fenómenos de inequidad, desigualdad y exclusión. Como respuesta a estos fenómenos, ellas – desde perspectivas y enfoques distintos – han buscado atenuar los efectos de tales fenómenos.

 

El pueblo de la Biblia – desde una perspectiva religiosa (es decir, desde su relación con Dios y la alianza sellada con Él) – buscó responder a la situación y a las necesidades de los pobres (o, mejor, de los empobrecidos, porque si están en esta situación de postración es porque hay modelos de sociedad que crean mecanismos y condiciones que generan inequidad). La primera lectura (libro del Éxodo) pone el acento en el cuidado del pobre, de los pobres. Este es un problema que acompaña a todas las sociedades.

 

Recordemos que, en la Biblia, los profetas del siglo VIII a.C. (Amós, Oseas, Miqueas, Isaías) denunciaron la corrupción del modelo monárquico y la situación en la que se encontraban  los pobres. Cuando el pueblo de Israel volvió del exilio en Babilonia (hacia el siglo VI a.C.) se desarrolló un proceso de reconstrucción del país. Se hubiera esperado que estos fenómenos de exclusión y de maltrato al pobre fueran evitados, pero – desafortunadamente – se reprodujeron: la usura, la marcada diferenciación social, los abusos de poder. Todo esto era una amenaza para la convivencia social y, sobretodo, una contradicción con la dimensión ética de la alianza con Dios. Los profetas ‘pusieron el grito en el cielo’ y destacaron la dimensión social de la fe y la unidad que debe haber entre fe religiosa, compromiso social y nivel ético.

 

Los profetas dejarán claro que:

 

1.     Dios no es indiferente al clamor de los pobres.

 

2.     Los pobres deben ser una de las preocupaciones primarias de una comunidad creyente y de cada persona creyente.

 

3.     Hay una relación esencial entre fe religiosa y práctica de la justicia.

 

4.     El creyente y la comunidad creyente no puede – amparándose en la fe – vivir de espaldas a lo que sucede en la sociedad.

 

5.     Dios es un Dios que ama y el amor se ocupa de la superación de las formas de opresión que hay en las sociedades. Sin embargo, esto no sucede de manera mágica: la construcción de sociedades justas requiere la participación activa, consciente y responsable de las personas y de las instituciones. Por tanto, el gran problema está no sólo en la construcción y operación de modelos sociales generadores de injusticia e inequidad, sino en la ‘naturalización’ de estas condiciones: la normalización del hambre, de la exclusión, de las violencias, de la acumulación de unos a través del despojo de muchos.

    

En su 1ª carta a los Tesalonicenses (segunda lectura), el apóstol san Pablo insiste en el paso que el creyente cristiano debe dar, de una mentalidad legalista hacia una mentalidad en la que lo que debe preocupar es el ser humano, el encuentro, la vivencia del perdón, la lógica de rescate y liberación. Lo que a san Pablo le preocupa es ver a la gente de su pueblo (recordemos que Pablo era también judío) esclava de una enorme cantidad de leyes que tenía que cumplir para ‘estar bien con Dios’. Lo que ocurría era que terminaban cumpliendo leyes y preceptos, pero vacíos de amor, de misericordia y de práctica de la justicia. Obvio, no se trata – según Pablo- de anular la ley o de negar su necesidad. Se trata de poner la ley al servicio de la vida, de la vida digna. Pero esto supone que se reflexione también sobre:

 

1.     El sentido de la ley.

 

2.     La ética en la elaboración y aplicación de la ley.

 

3.     La relación entre las leyes y los valores que protegen.

 

4.     La interiorización de la ley.

 

Pablo propone, a todos, no una religión más, sino un nuevo estilo de vida donde el amor es el centro, y el discernimiento, la gratuidad y la conciencia de libertad son los grandes ejes que alimentan la vida social y la relación con el prójimo.

 

El texto del evangelio de san Mateo apunta en la misma dirección señalada por san Pablo. Allí, Jesús deja claro que el fundamento de la relación con Dios y el prójimo es el amor misericordioso y la traducción de este amor en servicio. Jesús insiste en que, cuando hay amor y se comprende bien el amor, no hay necesidad de multiplicar exponencialmente las leyes.

 

De hecho, en nuestros países abundan las leyes, pero esta abundancia de leyes no ha logrado constituir sociedades más humanas, igualitarias, fraternas y solidarias. Además vivimos en una lógica perversa: ‘Hecha la ley, hecha la trampa’. Sin amor de nada valen las leyes: ‘Se puede observar perfectamente el sábado pasando por encima de las personas’. ¿No es esto lo que ocurre en nuestras sociedades?

 

De hecho, “Cuando los juristas preguntan a Jesús por la ley más importante esperan que el cometa un error y se pronuncie contra la Ley misma. Jesús se les adelanta y les hace ver que en la Ley lo más importante es el amor a Dios y el amor al prójimo. El amor es el espíritu mismo de la legislación divina.” (Servicios Koinonia)





"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.""Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo."



Veamos, ahora, las lecturas:



Éxodo 22,20-26

Si explotáis a viudas y huérfanos, se encenderá mi ira contra vosotros

Así dice el Señor: "No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto. No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, dejando a vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos. Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo."



I Tesalonicenses 1,5c-10

Abandonasteis los ídolos para servir a Dios y vivir aguardando la vuelta de su Hijo

 

Hermanos: Sabéis cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo. Así llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya. Desde vuestra Iglesia, la palabra del Señor ha resonado no solo en Macedonia y en Acaya, sino en todas partes. Vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la acogida que nos hicisteis: cómo, abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que os libra del castigo futuro.




Mateo 22,34-40

Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo

 

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?" Él le dijo: ""Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los Profetas."

 

 

Terminemos nuestra reflexión orando con el…

 

 

Salmo 18

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.

 

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; / Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R.

 

Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, / mi fuerza salvadora, mi baluarte. / Invoco al Señor de mi alabanza / y quedo libre de mis enemigos. R.

 

Viva el Señor, bendita sea mi Roca, / sea ensalzado mi Dios y Salvador. / Tú diste gran victoria a tu rey, / tuviste misericordia de tu Ungido. R.



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