En Defensa de la Fe


Domingo 24 del Tiempo Ordinario Ciclo A 2017

Te comparto la reflexión correspondiente al Domingo 24 del  Tiempo Ordinario Ciclo A 2017, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.



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Nota acerca de la fecha: En el 2017, corresponde al Domingo 17 de Septiembre.



El ser humano está tentado por el odio y la violencia.

 

Cuando hay odio y rencor el sentimiento de venganza hace presa de nuestro corazón y terminamos haciendo daño a otros y haciéndonos daños a nosotros mismos.

 

Sólo el perdón auténtico permite la paz interior, la reconstrucción de las relaciones, la recreación del tejido social y la restauración de una convivencia sana y creativa. Por eso, sin perdón es imposible pensar en procesos de paz, que sean integrales, auténticos y sostenibles.

 

Las experiencias de reconciliación deben ser recíprocas para que el proceso de reestructuración avance y se despliegue. Este proceso de reconciliación pide – como elemento fundamental – un ejercicio concreto de reparación.

 

Las experiencias de perdón, reconciliación y reconstrucción del tejido social son muy complejas y superan (aunque lo piden) el campo de las simples voluntades individuales.

 

Una de las grandes enseñanzas de Jesús (corroborada a través de la historia de la humanidad) es que el odio, la violencia y la venganza, adoptados como instrumentos para resolver los grandes problemas de la humanidad, no logran resolver los problemas y, por el contrario, tienden a agravar los conflictos.




“Pedro preguntó a Jesús: "Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?" Jesús le contesta: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”“Pedro preguntó a Jesús: "Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?" Jesús le contesta: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”



Eclesiástico 27,33-28,9

Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas

 

El furor y la cólera son odiosos; el pecador los posee. Del vengativo se vengará el Señor y llevará estrecha cuenta de sus culpas. Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. ¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor? No tiene compasión de su semejante, ¿y pide perdón de sus pecados? Si él, que es carne, conserva la ira, ¿quién expiará por sus pecados? Piensa en tu fin, y cesa en tu enojo; en la muerte y corrupción, y guarda los mandamientos. Recuerda los mandamientos, y no te enojes con tu prójimo; la alianza del Señor, y perdona el error.

 

 

Algunas reflexiones

 

El libro de Ben Sira (también llamado Eclesiástico) fue compuesto alrededor del siglo II antes de la era cristiana. El libro integra la perspectiva religiosa con la perspectiva filosófica y proporciona una serie de orientaciones éticas y morales para garantizar la madurez de la persona y la calidad de la convivencia social. La insistencia del texto está en la conexión entre la pacificación interior de las personas como condición de la pacificación de la convivencia social.

 

Aunque, en el texto no se desarrolla, queda abierta la posibilidad de un análisis (espiritual, psicológico y social) del camino del perdón. El perdón es una experiencia compleja y exigente. Desde el punto de vista religioso, el autor recuerda que – desde el compromiso serio con Dios (la alianza) – podemos llegar a superar el odio y la venganza que nos destruyen, y, elevar la convivencia humana desde el horizonte del perdón.

 

Dos frases llaman nuestra atención:

 

1.    El furor y la cólera son odiosos. Esto nos invita a meditar en las emociones, en la necesidad de asumirlas, conocerlas, gobernarlas, llenarlas de sentido, educarlas… Son nuestras, somos responsables de ellas.

 

2.    Piensa en tu fin, y cesa en tu enojo. ¿Vale la pena dejar que nuestra vida sea habitada y regida por el enojo, por la cólera, por el resentimiento?  La Biblia nos recuerda que la vida, aquí en este mundo, es muy corta, pasa rápidamente. Por eso el salmista ora a Dios diciendo: ‘Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato’. (Salmo 89,12).



Romanos 14,7-9

En la vida y en la muerte somos del Señor

 

Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos.

 

 

Algunas reflexiones

 

Recordemos que la carta a los Romanos es la síntesis teológica y espiritual del apóstol Pablo. La carta se propone proclamar a Jesús como el Señor, que vence – por la acción divina – todos los males (incluida la muerte) y ha abierto, a todos, la posibilidad de alcanzar la vida plena en Dios.

 

Para Pablo, el creyente cristiano está llamado a reproducir – en su vida – la vida de Jesucristo: sus valores, sus sentimientos, sus opciones. Ahora bien, si Jesucristo no vivió para sí mismo, sino para los demás, del mismo modo, el seguidor de Jesús (el cristiano) está llamado a realizar su vida en y desde el servicio. Para el creyente cristiano ‘vivir para Dios’ y ‘amar al prójimo’ son dos experiencias inseparables.

 

Tenemos la tentación de vivir encorvados sobre nosotros mismos (egoísmo). El individualismo de algunas sociedades refuerza esta tendencia y nos mal-educa para reproducirla. Pero podemos aprender a vivir de una manera diferente: vivir con otros creando posibilidades de desarrollo: Ninguno de nosotros vive para sí mismo. Esto es lo propio del creyente cristiano, porque es el eje de la existencia de Jesucristo, a quien el creyente está llamado a reproducir en su vida. No se trata de crear una falsa oposición entre el necesario cuidado de sí y la necesaria solidaridad. Los dos elementos son claves. 




Mateo 18,21-35

No te digo que le perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete

 

En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: "Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?" Jesús le contesta: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano."

 

 

Algunas reflexiones

 

Jesús – de camino con sus discípulos hacia Jerusalén – va desarrollando su misión y va formando (educando) a sus discípulos en lo que tiene que ver con Dios (con el Reino de Dios). Se trata de una experiencia de formación espiritual que permea toda la vida y la transforma. En este contexto, seguramente surgieron muchas preguntas sobre temas ‘candentes’. El tema del perdón es uno de ellos. Claro, todavía lo sigue siendo, pues el perdón aparece como una necesidad antropológica y, al mismo tiempo, como una tarea de enorme exigencia.  Jesús deja claro que el perdón no tiene límites con tal que el arrepentimiento sea sincero y las personas quieran comprometerse.

 

Seguramente, la pregunta (planteada en la época de la comunidad de Mateo, 40 años después de la muerte y resurrección de Jesús) hace pensar que había divisiones en esta comunidad cristiana (así como las hay en las actuales comunidades).

 

Para una comunidad cristiana la división, el odio, la venganza, la negación del otro son fenómenos radicalmente contrarios al horizonte del evangelio y, tanto la comunidad de Mateo como las comunidades cristianas actuales, deben resolverlo. Sin embargo, con frecuencia estas situaciones no se abordan con claridad y contundencia. Convivimos con ellas, las arrastramos, las dejamos crecer y nadie se atreve a ‘ponerle el cascabel al gato’. Pero se requiere salir de una lógica simplemente teórica y conceptual de la fe a una lógica existencial, pues no siempre lo que aparece claro teóricamente lo es existencialmente. Con frecuencia, los conceptos son claros, pero las prácticas son oscuras.

 

Reconocer teóricamente la importancia del perdón no nos hace automáticamente ‘perdonadores’. Recordemos que el perdón es un don de Dios (por eso hay que pedirlo), pero también es una tarea (que reclama esfuerzo y maduración humana).  Se requiere hacer un camino pedagógico concreto, que ponga de manifiesto el deseo de cambio y que dicho deseo esté acompañado de un compromiso serio para reparar el mal ocasionado a otro(s) y para evitar el daño (la no repetición).

 

¿Qué podríamos subrayar de esta lectura para nuestra meditación?

 

1.    La tarea de expandir el corazón (expandir la capacidad de misericordia y de perdón)

 

2.    El reto de aprender de Dios: Nuestra tendencia es poner límites (‘voy sólo hasta aquí’). Cuando se trata de salvar, perdonar y rescatar, Dios funciona al revés: Él quita límites (por eso la expresión ’70 veces 7’).

 

3.    El llamado a tomar conciencia del perdón que Dios nos ha dado y a buscar la coherencia: La parábola que Jesús cuenta es un recurso que ilustra no sólo la mezquindad del corazón humano (representada en el hombre que no es capaz de perdonar), sino la inconsciencia que, con frecuencia, tenemos sobre el perdón recibido. Además, subraya la tendencia a ser muy indulgentes con nosotros, pero profundamente exigentes con los otros.

 

Para avanzar más en la reflexión:

 

A.    Todos tenemos mucho de que ser perdonados. ¿Soy consciente de mi(s) propio(s) pecado(s)

 

B.    ¿Fuimos formados en el ámbito de un clima religioso presidido por un Dios juez implacable o por un Dios de misericordia?

 

C.    Cierto tipo de pastoral, muy extendida en la Iglesia, se construye más desde la lógica del pecado y del miedo que desde la lógica del amor y la comunión que hacen crecer. No se trata de negar la necesidad de un ‘sano sentido del pecado’, sino de llamar la atención sobre la riqueza de la propuesta cristiana (que es mucho más amplia que la doctrina sobre el pecado).  

 

 

Terminemos nuestra reflexión orando con el…



 

Salmo 103

El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.

 

Bendice, alma mía, al Señor, / y todo mi ser a su santo nombre. / Bendice, alma mía, al Señor, / y no olvides sus beneficios. R.

 

Él perdona todas tus culpas / y cura todas tus enfermedades; / Él rescata tu vida de la fosa / y te colma de gracia y de ternura. R.

 

No está siempre acusando / ni guarda rencor perpetuo; / no nos trata como merecen nuestros pecados / ni nos paga según nuestras culpas. R.

 

Como se levanta el cielo sobre la tierra, / se levanta su bondad sobre sus fieles; / como dista el oriente del ocaso, / así aleja de nosotros nuestros delitos. R.

 


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