En Defensa de la Fe


Domingo 18 del Tiempo Ordinario Ciclo C

Te comparto la reflexión correspondiente al Domingo 18 del  Tiempo Ordinario Ciclo C, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.



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Nota acerca de la fecha: En el 2016, corresponde al Domingo 31 de Julio.



Julio Zabala, un humorista centroamericano decía: “La plata no es todo en la vida, pero ¡cómo calma los nervios!” Efectivamente, nadie dudará la importancia que los bienes materiales (los bienes de este mundo) tiene para todos. No se puede llevar una vida humanamente digna sin que las personas puedan tener unas condiciones de vida básicas aseguradas y de calidad (salud, vivienda, trabajo, educación, participación social, etc.). Claro, hay otras dimensiones que entran en juego en el desarrollo de la vida humana, dimensiones que deben integrarse dinámicamente. Pero cabe la pena preguntarnos ¿Cuál es nuestra actitud ante los bienes de este mundo? 

 

La lógica del evangelio nos da algunas orientaciones sobre los bienes materiales. Nos dice:

 

  • 1)    Los bienes materiales son necesarios (nuestra vida pasa por ellos).

 

  • 2)    No deben ocupar el lugar de Dios. Los bienes materiales son recursos, herramientas para la vida y la vida de cada persona está siempre ligada a la vida de los “otros” (no deben convertirse en ídolos).

 

  • 3)    Debe haber una relación discernida entre los bienes materiales y las necesidades reales.

 

  • 4)    Hay que evitar que “todo” se nos transforme en “necesidad real”. Esta es la mejor manera de justificar el individualismo y la insolidaridad. De hecho, una de las estrategias de la lógica comercial/consumista consiste en crear necesidades y hacerle sentir “al consumidor” que tales necesidades son reales.

 

  • 5)    Hay otros bienes, que no son de orden material, que enriquecen nuestra vida, nuestro desarrollo humano integral, nuestra búsqueda de sentido, nuestra convivencia humana, nuestra manera de relacionarnos con el planeta.

 

  • 6)    Hay que tener cuidado a fin de no alimentar dualismos peligrosos que refuercen la separación entre la dimensión material y la dimensión espiritual, como si lo uno no tuviera relación con lo otro. No pocos textos bíblicos nos hacen caer en cuenta de este problema (especialmente aquellos que nos hablan de la solidaridad con los pobres, del maltrato hacia la gente humilde, la exclusión de los pobres, el hambre de la gente (¿Nos hemos preguntado por qué hay relatos de multiplicación de comida en la Biblia?)

 

  • 7)    Hay que evitar, al máximo, que la preocupación individualista por los bienes materiales nos haga insensibles a las necesidades de los demás.

 

Estas y muchas otras orientaciones nos llegan a través de la llamada Doctrina Social de la Iglesia o Pensamiento Social de la Iglesia.



 

"La Medida del Amor es el Amor sin Medida""La Medida del Amor es el Amor sin Medida"



Lucas 12, 13-21

Lo que has acumulado, ¿de quién será?

 

En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: "Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia." Él le contestó: "Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?" Y dijo a la gente: "Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes." Y les propuso una parábola: "Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: ¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha." Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida." Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será? "Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios."

 

 

En el texto del evangelio de este domingo, que nos trae la parábola del rico insensato, Jesús denuncia el peligro de una vida centrada sólo en los bienes materiales. Notemos que no se trata de una especie de diabolización de los bienes materiales ni de las personas que los poseen (los ricos), sino del uso evangélico de los bienes.  El texto nos dice que centrar todo en lo material es una insensatez, pues se pierde de vista aquello que da sentido a la existencia: la relación con Dios, la relación con los otros, el servicio, la capacidad de amar, el conocimiento que produce transformación, la búsqueda de la sabiduría. 

 

Recordemos que seguimos acompañando (en nuestra meditación) el camino y el proceso que Jesús va haciendo con sus discípulos (camino que va de Galilea a Jerusalén).  En ese camino Jesús los va educando, formando. La semana pasada veíamos que Jesús los formaba sobre la oración. Este domingo lo encontramos formando sobre la postura del discípulo frente a los bienes materiales. La enseñanza tiene como punto de partida un caso concreto de la vida real: la discordia entre dos hermanos a propósito de la repartición de una herencia (¡cuántos casos sigue habiendo!). Es claro que la persona que interpela a Jesús sobre el tema es el hermano que se está viendo afectado negativamente en este problema.  En la época de Jesús era frecuente que los doctores de la ley asumieran el papel de jueces para resolver los conflictos locales.

 

Lo que está en juego son problemas de la falta de fraternidad, de la codicia y del apego a los bienes, el despojo del otro (hermano) por la avidez de tenencia. El mensaje de Jesús es claro: todas estas actitudes (que despuntan en acciones, actitudes y comportamientos concretos) son contrarios al amor e incompatibles con la Voluntad de Dios. 

 

Jesús – al dar su enseñanza – toma el ejemplo de un hombre trabajador y precavido, pero que obsesivamente está centrado en los bienes materiales y en su acumulación y siente que en ello halla su seguridad y tranquilidad. Todo está centrado en el bienestar material, que pasa a tomar el lugar de lo que llamamos felicidad.

 

Pero en esta postura no sólo se produce un reduccionismo de la vida, sino que los otros (el prójimo) no aparecen. Aquí está el problema fundamental.

 

¿Qué lugar ocupan los otros en nuestra vida?

 

¿Qué tan sensibles y atentos somos a la vida de los otros, a sus condiciones de vida, a sus necesidades?

 

Este texto viene como anillo al dedo, especialmente en este tiempo en que los problemas de inequidad saltan a la vista y en el que los grandes problemas son globales no sólo locales (el futuro del planeta, el hambre, el agua, los procesos migratorios, etc.).

 

Cerrarse al hermano, cerrar nuestro corazón es, según la enseñanza de Jesús, una insensatez.  La invitación de la liturgia de este domingo es a cambiar nuestro modo de ver, de sentir y de pensar para que cambie nuestro modo de vivir.

 

Serán las prácticas concretas las que evidenciarán si realmente hemos escuchado la Palabra de Dios.



 

Eclesiastés 1, 2; 2, 21-23

¿Qué saca el hombre de todos los trabajos?


¡Vanidad de vanidades, dice Qohelet; vanidad de vanidades, todo es vanidad! Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave desgracia. Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? De día su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su mente. También esto es vanidad.

 

 

La primera lectura (tomada del libro del Qohelet o Eclesiastés), nos brinda también algunos elementos claves en torno al tema. Dicha lectura nos invita a descubrir los valores que se desprenden de nuestra relación con Dios.

 

Este libro de carácter sapiencial fue escrito hacia el final del siglo III a.C. La palabra Qohelet significa “el que participa activamente en la asamblea”. De entrada, esto nos cuestiona: cuando nos reunimos como Iglesia, sea para celebrar, sea para tratar un tema que concierna a la comunidad ¿Participamos activamente?

 

El nombre de Eclesiastés es el nombre del libro en la traducción griega del Antiguo Testamento. Su significado es el mismo: “El que participa (habla) en la asamblea”.

 

El libro contiene las anotaciones de un sabio. El texto tiene un tono inconformista y cáustico. El autor cuestiona algunos de los dogmas tradicionales de Israel. El autor está movido por una convicción: “no hay que ‘tragar entero’; hay que sacudir las certezas para no acostumbrarse a una fe mecánica.  Hay que examinar las creencias y las convicciones. Este ejercicio parece ser duro, pero es necesario.

 

El autor conserva un tono pesimista y plantea de manera descarnada si la vida tiene sentido. El autor afirma que el ser humano es incapaz de tener acceso a la sabiduría, que en la vida todo se repite (no hay nada nuevo bajo el sol) y estamos condenados a un esfuerzo inútil por conocer a Dios, que siempre está más allá de nuestro alcance.  Insiste en que la muerte siempre nos está rondando y amenazando la vida y su sentido. Este es un libro en el que hay que ir no a buscar respuestas, sino a identificar grandes cuestionamientos hacia la sabiduría tradicional… cuestionamientos que aún hoy siguen vigentes.

 

¿Qué resaltar de esta lectura y de este libro del Qohelet?

 

  • 1.    El autor nos propone el problema de la insuficiencia de todo esfuerzo humano. Por más que el ser humano “haga” no puede asegurarse por sí mismo la salvación. Esta vendrá como don de Dios. No es que los esfuerzos humanos no sirvan para nada, pero son siempre insuficientes y todo lo que el ser humano hace como obra en este mundo pasará, cuando llegue su muerte, a otros, que se aprovecharán (bien o mal) de su esfuerzo. 

 

  • 2.    El autor resume su desencanto y frustración a través de un estribillo: “Todo es vanidad” Expresión que aparece 25 veces en el libro. La idea no es caer en un pesimismo absoluto, en una especie de nihilismo, sino en un realismo, que enfrenta con radicalidad las consecuencias de la manera humana de existir, es decir, de la condición humana. Este realismo descarnado del autor nos lleva a reconocer nuestra impotencia y el sinsentido de una vida centrada en lo material.

 

  • 3.     El autor subraya que el ser humano por sí mismo no puede dar sentido a su vida si no se abre a una dimensión de trascendencia. El autor no va más lejos, pero el creyente cristiano identificará esta trascendencia con Dios y comprenderá que Dios no es un antagonista del ser humano, sino su mayor posibilidad. Sólo en Dios y con Dios seremos capaces de encontrar el sentido de la vida y llevar esta vida a plenitud: “He venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” – nos dice Jesús. 

 

  • 4.    Para el creyente, justamente por su apertura a Dios, la vida no cae en un absurdo, porque ella no queda encerrada en este mundo (en una perspectiva meramente inmanente). A pesar de los problemas, desengaños y sufrimientos hay una dimensión de trascendencia (la presencia de Dios en ella) que hace que otras perspectivas se abran y permitan al creyente avanzar hacia su plenitud.

 

  • 5.      El libro del Qohelet nos invita a no poner nuestra esperanza y nuestra seguridad en las cosas pasajeras. Quien vive sólo para trabajar-acumular-gastar, puede terminar siendo víctima de un círculo vicioso.


 

Colosenses 3, 1-5. 9-11

Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo


Hermanos: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con Él, en gloria. En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. No sigáis engañándoos unos a otros. Despojaos del hombre viejo, con sus obras, y revestíos del nuevo, que se va renovando como imagen de su Creador, hasta llegar a conocerlo. En este orden nuevo no hay distinción entre judíos y gentiles, circuncisos e incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos y libres, porque Cristo es la síntesis de todo y está en todos.

 

 

La segunda lectura (tomada de la Carta de san Pablo a los Colosenses) nos insiste en la necesidad de identificarnos vitalmente con Jesucristo (no se trata de tener sobre Jesús ideas vagas o generales o ideas interesantes pero simplemente a nivel teórico, sin aterrizar al campo de la vida).  Pablo tiene una convicción fundamental: si nos identificamos con Cristo y hacemos nuestros su valores, sentimientos y misión, necesariamente de allí brotará un estilo de vida, una manera propia de ser (lo que llamamos “el ser cristiano”, que no es simplemente algo que se reduce a misas y ritos, sino que permea todas las dimensiones de la vida).

 

Si esto acontece, el cristiano podrá realmente llegar a ser “imagen de Dios” en el mundo.

 

Esta lectura – encuadrada en un contexto polémico (Pablo en confrontación con unos “falsos doctores”) – va a insistir – desde el punto de vista cristiano – a comprender y asumir la suficiencia de Jesucristo para la salvación. No habría que añadir prácticas rituales ascéticas y legalistas. 

 

Recordemos que para san Pablo la fe en Cristo es entendida como una adhesión existencial (vital), orientada a la salvación integral, y que le da dirección y transformación a la vida del creyente. Por eso para san Pablo lo fundamental es la calidad de la relación con Cristo. Es lo que se plantea como sentido fundamental del bautismo, que no es simplemente un rito, sino una inmersión en la vida de Cristo, lo cual supone la existencia y la conciencia de esta relación. Con frecuencia esto se olvida y se reduce el bautismo al rito.

 

La relación con Cristo debe ir generando procesos de maduración en el creyente, que apuntan a una lógica de adultez en el amor y es la vivencia del amor lo que se constituye en camino de salvación.  Recordemos que en el momento en que se escribió la carta a los Colosenses se estaba esperando la 2ª Venida de Cristo (llamada Parusía) como algo inminente. Pero algunos años más tarde, san Pablo percibió que la Parusía tendría un tiempo indeterminado. Por tanto – en cartas posteriores – se llama al creyente cristiano a tener una perspectiva de largo plazo, que lo lleve a asumir sus responsabilidades con la sociedad, la historia y la necesaria transformación del mundo.

 

En la segunda parte de la lectura Pablo hace más concreta su postura, especificando algunas exigencias prácticas para la vida de los cristianos:

 

  •          La identificación con Cristo,

 

  •          La superación de la inmoralidad,

 

  •          La revisión y purificación de los malos deseos, 

 

  •          La superación de la idolatría,

 

  •          La tarea de revestirse de Cristo (de sus sentimientos y opciones),

 

Si esto se logra, el cristiano (y la comunidad cristiana) se situará en otro nivel, en otro horizonte: ya no se verán como cosas naturales la exclusión, la desigualdad, la ausencia de solidaridad.  Este salto de nivel es lo que se espera que – progresivamente – se vaya dando en el creyente que escucha, medita, interioriza y practica esta palabra.

 

 

Terminemos nuestra reflexión orando con el…


 

Salmo 89

Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.


Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: "Retornad, hijos de Adán." Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó; una vela nocturna. R.

 

Los siembras año por año, como hierba que se renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca. R.

 

Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos. R.

 

Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos. R.

 

 

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