Te comparto la
reflexión correspondiente al Tercer Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C 2019,
sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este
día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2019,
corresponde al Domingo 27 de Enero.
La lectura de la Biblia, la
escucha profunda de la voz de Dios y la unidad en el Espíritu son, entre otros,
los temas claves que sintetizan la liturgia de este tercer domingo del tiempo
ordinario.
Veamos las lecturas.
Leían el libro de la Ley, explicando el sentido
En
aquellos días, el sacerdote Esdras trajo el libro de la Ley ante la asamblea,
compuesta de hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era mediados
del mes séptimo. En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el mediodía,
estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a los que tenían uso
de razón. Toda la gente seguía
con atención la lectura de la Ley. Esdras, el escriba, estaba de pie en el
púlpito de madera que había hecho para esta ocasión. Esdras abrió el libro a la
vista de todo el pueblo -pues se hallaba en un puesto elevado- y, cuando lo
abrió, toda la gente se puso en pie. Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo
el pueblo, levantando las manos, respondió: "Amén, amén." Después
se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra. Los levitas leían el libro
de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron
la lectura. Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los
levitas que enseñaban al pueblo decían al pueblo entero: "Hoy es un día
consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis." Porque el pueblo
entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley. Y añadieron: "Andad,
comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene,
pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en
el Señor es vuestra fortaleza."
Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro
Hermanos:
Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del
cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también
Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido
bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos
bebido de un solo Espíritu. El cuerpo tiene muchos miembros, no uno solo. Si el pie dijera: "No soy mano,
luego no formo parte del cuerpo", ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo?
Si el oído dijera: "No soy ojo, luego no formo parte del cuerpo",
¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo
oiría? Si el cuerpo entero fuera oído, ¿cómo olería? Pues bien, Dios
distribuyó el cuerpo y cada uno de los miembros como Él quiso. Si todos
fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Los miembros son muchos, es
verdad, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano:
"No te necesito"; y la cabeza no puede decir a los pies: "No
os necesito." Más aún, los miembros que parecen más débiles son más
necesarios. Los que nos parecen despreciables, los apreciamos más. Los menos
decentes, los tratamos con más decoro. Porque los miembros más decentes no lo
necesitan. Ahora bien, Dios organizó los miembros del cuerpo dando mayor honor
a los que menos valían. Así, no hay divisiones en el cuerpo, porque todos
los miembros por igual se preocupan unos de otros. Cuando un miembro sufre,
todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos se felicitan. Pues
bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro. Y
Dios os ha distribuido en la Iglesia: en el primer puesto los apóstoles, en el
segundo los profetas, en el tercero los maestros, después vienen los milagros,
luego el don de curar, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas.
¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿O todos maestros?
¿O hacen todos milagros? ¿Tienen todos el don de curar? ¿Hablan
todos en lenguas o todos las interpretan?
Hoy se cumple esta Escritura
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido y me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.” Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en Él. Y Él se puso a decirles: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.”
Algunas reflexiones:
Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu: Lo que se nos pide es entrar en relación con el Espíritu de Dios, dejarnos guiar por Él (sin dejar de ser nosotros mismos) y comprender que, con su fuerza y sabiduría, Dios nos envía a hacer una misión: Anunciar el evangelio, evangelizar. Evangelizar es la gran tarea, la gran misión. Ese anuncio se puede hacer de muchas maneras, pero la base de cualquier forma de evangelización es la propia vida, el esfuerzo por vivir, de manera coherente, la propuesta de Dios y de ajustar nuestra vida a su amor y a sus valores.
La misión no es simplemente hacer cosas: podemos hacer muchas cosas, pero si ellas no son el fruto de la experiencia profunda del Espíritu y si no tienen como piso la transformación de la propia vida, no pueden llamarse ‘evangelización’. Lo que realmente evangeliza no son las palabras, sino el testimonio de vida.
La Iglesia existe para evangelizar: La tarea de la Iglesia es evangelizar. Una de las primeras formas de hacerlo es creando, al interior, un auténtico clima de comunión (de unidad), pues hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo (segunda lectura). Esta unidad al interior es la que permite a la Iglesia servir de comunión y reconciliación en la sociedad: en una humanidad dividida por las violencias, las inequidades y las discordias la creación de vínculos, de tejido social, de solidaridad es un importante servicio.
Evangelizar pide de todos los cristianos dos experiencias claves: 1) conciencia de constituir ‘cuerpo’, y, 2) humildad. Estas dos experiencias nos invitan al reconocimiento del otro diferente y al desarrollo de la capacidad de convivir y de aunar esfuerzos para el bien común. Esto es lo que debería acontecer no sólo en la Iglesia, sino también en la humanidad entera. Nadie debería decir a otro: puesto que tú eres pie y no ojo, no eres parte del cuerpo.
Todos somos cuerpo, todos somos miembros del cuerpo y existimos no para nosotros mismos, sino para la salud del ‘cuerpo total’. Todos nos necesitamos y todos podemos, desde lo específico que somos (desde lo que Dios nos dio), ayudar a otros. Esta es la lógica que sirve de fundamento a la adecuada vivencia de los ministerios y al adecuado uso de los carismas.
Jesús enseñaba y todos lo alababan: Gran parte del servicio (ministerio) de Jesús se concentró en la enseñanza. Enseñar, anunciar, predicar, proponer, explicar el Reino de Dios. Jesús fue maestro del Reino; esa fue su especialidad… Esta debería ser la especialidad de los creyentes cristianos. Esto no niega ni disminuye la importancia, necesidad y pertinencia de otros saberes, pero – en relación con la salvación – este es el ‘conocimiento’ fundamental.
Leer… es una de las actividades fundamentales en los procesos educativos. ¿Qué se lee? ¿Cómo se lee? ¿Para qué se lee? ¿Cómo lograr la interiorización y asimilación de lo que leemos? La idea es llegar a la incorporación vital de lo leído, de tal modo que se produzcan transformaciones.
Jesús leyó los textos sagrados de las Escrituras (el Antiguo Testamento), y vivió tan a profundidad todo esto que, en Él, estos textos encontraron su cumplimiento: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír. ¿Leemos y vivimos de la misma manera? ¿Se cumplen, en nosotros, estos textos que leemos o escuchamos en la liturgia? Jesús lee, interioriza, comprende y vive lo que lee. Esto es lo que se espera que nosotros hagamos.
La primera lectura (tomada del libro de Nehemías), desarrolla de manera admirable, esta experiencia de leer/escuchar la Palabra de Dios:
Ø Este texto del libro de Nehemías en el que los levitas explican el texto, para que la asamblea comprenda.
Ø El texto de la Anunciación, en el que María quiere comprender y, por eso, pregunta al Ángel: ¿Cómo sucederá todo esto…?
Ø El texto del Libro de Hechos, en el que Felipe pregunta al funcionario africano si comprende lo que está leyendo.
Recordemos, si no entendemos o si entendemos mal podemos terminar practicando lo que no es.
El relato del evangelio nos dice algo especial: ‘Todos tenían los ojos fijos en Jesús’. Es lo que debemos hacer también nosotros. Contemplarlo, prestarle atención, escucharlo atentamente, aprender de Él. La vida espiritual cristiana tiene como base un serio acto de atención hacia Jesús.
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante. R.
Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. R.
La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. R.
Que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón, Señor, roca mía, redentor mío. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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