En Defensa de la Fe


Tercer Domingo de Adviento Ciclo C

Te comparto la reflexión correspondiente al Tercer Domingo de Adviento Ciclo C, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.



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Nota acerca de la fecha: En el 2015, corresponde al Domingo 13 de Diciembre.




“Y nosotros, ¿qué debemos hacer?” Esta es una buena pregunta, pero para hacer las cosas aún más concretas cada uno de nosotros debería formular la pregunta en primera persona: “Y yo, ¿qué debo hacer? Este ejercicio es necesario, porque la vida de cada persona es diferente, porque el contexto en el que cada persona se encuentra es particular y porque en el “ejercicio de vivir” cada persona es única e irrepetible. Nadie puede existir por otro, en su lugar ni siquiera en el caso de una suplantación. Cada uno es cada uno. Y, desde el punto de vista de la fe, a cada creyente le corresponde dar su propia respuesta al llamado que Dios le hace. Además, esta pregunta es clave, porque con frecuencia tenemos la tendencia a buscar el camino fácil, a no comprometernos.




Sofonías 3, 14-18a

¡Grita de alegría, hija de Sión! ¡Aclama, Israel! ¡Alégrate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén! El Señor ha retirado las sentencias que pesaban sobre ti y ha expulsado a tus enemigos. El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti: ya no temerás ningún mal. Aquel día, se dirá a Jerusalén: ¡No temas, Sión, que no desfallezcan tus manos! ¡El Señor, tu Dios, está en medio de ti, es un guerrero victorioso! El exulta de alegría a causa de ti, te renueva con su amor y lanza por ti gritos de alegría, como en los días de fiesta. Yo aparté de ti la desgracia, para que no cargues más con el oprobio

 

 

Algunas reflexiones

 

El profeta Sofonías predicó en Jerusalén, durante la primera etapa del reinado de Josías (hacia el s. VII a.C.). Su predecesor (el rey Manasés) no guardó la alianza con Dios, erigió altares a dioses extranjeros y llegó a profanar el templo introduciendo en él una estatua de la diosa Astarté. Además, se dedicó a la adivinación, a la magia y – por sus políticas – favoreció las injusticias y el maltrato a los pobres.

 

Al subir al trono Josías, se requería de una reorganización profunda del país. Por tal razón, este rey emprendió una reforma religiosa, política y social de gran envergadura.  De hecho, el profeta Sofonías se dedicó a combatir la idolatría, a denunciar las injusticias cometidas contra los pobres y a reconducir al pueblo al encuentro con Dios (conversión), reavivando la fe, desde la perspectiva de la alianza. Sofonías anuncia la alegría para los fieles y los llama a experimentar la alegría motivada por la presencia protectora y amorosa de Dios en medio del pueblo. Sofonías anuncia que la salvación de Dios está próxima y que la alegría que invadirá al pueblo no es una alegría superficial y pasajera, sino una alegría profunda y permanente que brota de la presencia de Dios que da sentido a la vida humana.

 

Lo que el profeta pide al pueblo es que se convierta, que regrese a Dios y concentre sus fuerzas en llevar una vida coherente con la alianza que Dios ha hecho con él.  Esto es lo que (en perspectiva cristiana) cada seguidor de Jesús está llamado a vivir no sólo en el tiempo de Adviento, sino en la totalidad de la vida. El tiempo de Adviento es, sencillamente, una pedagogía para recordarnos esto.

 

Esta lectura del libro del profeta Sofonías nos sugiere que Dios nos ama y por eso nos insiste en llamarnos a una experiencia seria de transformación (conversión). Una convicción fundamental acompaña la predicación del profeta Sofonías: Dios está en medio de su pueblo, en medio de nosotros y su presencia debe ser motivo de alegría y de cambio. ¿Hemos entendido y asumido esto en nuestra vida?

 

De esta lectura rescato algunos aspectos que pueden ayudarnos en nuestra meditación:

 

  • 1.La alegría que brota del encuentro con Dios. ¿Cuál es la alegría que – en este tiempo de diciembre – nos propone el mundo consumista en el que estamos inmersos? ¿Estaremos, realmente, celebrando el nacimiento y crecimiento de Jesús en nosotros o simplemente hemos hecho de la Navidad una feria de negocios y luces?

 

  • 2.El llamado a no desfallecer. Hay que seguir trabajando por un mundo mejor, por un mundo más humano, por la salvación de la humanidad, por la propia salvación. ¿Le estamos sacando el tiempo a esta tarea? ¿Vivimos la vida en esta perspectiva?

 

  • 3.La convicción de estar acompañados por Dios. Dios no está ausente. Es discreto, respetuoso, incluso silencioso, pero jamás ausente. Acompaña amorosamente nuestra vida.

 

  • 4.Profundizar en la experiencia de estar en relación con un Dios que es Padre amoroso y no un juez implacable o una especie de Zeus dominador. Esto nos lleva a comprender que es el amor y no el miedo lo que renueva el mundo, la fuerza que provoca la auténtica transformación.  El miedo sólo provoca inseguridad, tristeza, sufrimiento, bloqueo.

 

  • 5.Meditar en la inmensidad del amor de Dios que toma la decisión de venir a nuestro encuentro. Amar no es un encerramiento, sino una salida de nosotros mismos, para encontrarnos con los otros, para servir, para caminar con los otros, para convivir.



Filipenses 4, 4-7

Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca. No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús.

 

 

Algunas reflexiones

 

Recordemos que la comunidad de los cristianos de la ciudad de Filipos fue una de las comunidades que ocupó un puesto especial en el corazón del apóstol Pablo. Parece ser que, al escribir esta carta, Pablo estaba en prisión y – desde el sufrimiento de la cárcel – Pablo expresa su cariño por esta comunidad. Pablo recibió, en esta y en otras circunstancias la ayuda afectiva y efectiva (las dos dimensiones son importantes y deben ir integradas) de los filipenses. Pablo los ha amado, les ha entregado el evangelio, los ha educado en la fe y, ahora, desde la cárcel les escribe. En su carta, Pablo reconoce la fidelidad de los filipenses a la fe en Cristo Jesús, reconoce su sensibilidad y su esfuerzo no sólo por vivir el evangelio, sino también por evangelizar. ¿No es esto lo que se espera que suceda con nosotros? ¿No es esto lo que debe suceder en nuestras comunidades?  

 

Además, en su escrito, Pablo le cuenta a los filipenses acerca de su situación personal (Fil 1, 12-26), da algunas noticias sobre sus compañeros Timoteo y Epafrodito (Fil 2, 19-30) y les da un conjunto de recomendaciones claves para la vida (recomendaciones que siguen siendo actuales para los creyentes de hoy). Estas recomendaciones nos focalizan sobre actitudes concretas que deben jalonar la vida de aquellos que han optado por Jesús. Subraya la alegría, la bondad y la oración.  La meditación sobre estas recomendaciones que nos da Pablo es un modo práctico de vivir este tiempo de Adviento y de darle forma a la vida cristiana. Veamos:

 

Alégrense siempre en el Señor: Notemos que no se trata de cualquier tipo de alegría, sino de la misma alegría que los ángeles anunciaron (según el relato de Lucas) a los pastores. Es la alegría que trae Dios, la alegría por la presencia de Jesús que viene para mostrarnos el verdadero rostro de Dios y para ayudarnos a comprender y a vivir eso que teológicamente llamamos “salvación”.

 

Que todos conozcan la bondad que hay en Ustedes: el cristiano debe ser reconocido por su bondad.   En realidad, lo que define al cristiano no es la cantidad de rosarios que reza ni los numerosos versículos de la Biblia que puede recitar de memoria ni la cantidad de misas celebradas o “pagadas” (¡qué horror!) ni las numerosas visitas a santuarios “importantes”…etc. Lo fundamental es la bondad que se traduce en amor, en relación fraterna, en servicio, en praxis de misericordia. Si no se llega a esto no se ha llegado a lo esencial.

 

El Señor está próximo: Sí, esta proximidad es el motivo de la alegría del cristiano. Pedagógicamente, el tiempo de Adviento celebra y recuerda esta proximidad, pero en realidad, esta presencia de Dios es constante: Él está con nosotros siempre; Él es el Maestro prudente y fiel que acompaña nuestro caminar y nos dice, en los momentos de dificultad y oscuridad, “No tengas miedo”.  

 

Presenten sus peticiones delante de Dios: Es una invitación a la confianza. Poner nuestra vida delante de Dios, con transparencia y sin prevenciones. Entregar en sus manos nuestras necesidades y peticiones. Con todo, es necesario tener cuidado de presentarnos ante Él con humildad (la actitud es muy importante) y de examinar responsablemente el contenido de lo que le pedimos: no es muy sano – espiritualmente hablando – pedir el exterminio de nuestros enemigos o de aquellos que por cualquier razón no nos caen bien.

 

Que la paz de Dios guarde sus corazones: Se espera que el creyente sea constructor de paz. Dios no debe ser tomado como justificación para la violencia, para la guerra, para la crueldad. Estamos llamados a construir la paz en el mundo, pero no podemos ser obreros de paz si en lo profundo de nosotros mismos ella no está presente. No podemos dar lo que no tenemos. ¿Cómo buscamos esta paz? ¿Cómo entendemos la paz? ¿Es nuestro modo de vivir y de relacionarnos con los demás un aporte a la paz?



Lucas 3, 10-18

La gente le preguntaba: "¿Qué debemos hacer entonces?". Él les respondía: "El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto".  Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?". Él les respondió: "No exijan más de lo estipulado".  A su vez, unos soldados le preguntaron: "Y nosotros, ¿qué debemos hacer?" Juan les respondió: "No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo". Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible". Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia. 

 

 

Algunas reflexiones

 

El texto del Evangelio propuesto para este domingo continúa la narración del domingo pasado: el profeta Juan Bautista – ante la pregunta de la gente (Y nosotros, ¿qué debemos hacer?) -  orienta de manera clara cómo deben proceder para prepararse adecuadamente a la “venida” (adviento) del Mesías y para vivir un auténtico proceso de conversión.  De la respuesta del Bautista podemos identificar algunas actitudes concretas, que podemos actualizar según nuestras propias circunstancias:

 

1.      Ser sensibles a las necesidades de los demás,

 

2.      Ser capaces de compartir con los demás,

 

3.      Evitar cualquier tipo de explotación de los otros,

 

4.      No caer en modos de vida ilícitos, facilistas, superficiales e inequitativos,

 

5.      Renunciar a la violencia y crear una cultura de la No-violencia,

 

6.      Excluir toda forma de abuso de poder.

 

Notemos que estas acciones (opciones) son tan claras y urgentes que no necesitan mayor explicación. Quizá este pueda ser uno de los peligros ante la palabra de Dios (que nos quedemos haciendo largo sermones, homilías y explicaciones y no lleguemos a lo concreto… Lo que hay que hacer).

 

El Evangelio sugiere que debemos salir de nuestro egoísmo y aprender a compartir. Es necesario invalidar los sistemas de explotación y de inmoralidad y proceder con justicia y rectitud. Todo esto exige reconocer la inviolable dignidad del ser humano, de cada uno de nuestros semejantes.

 

En la segunda parte del evangelio propuesto para este tercer domingo de Adviento el Bautista anuncia la llegada del bautismo que trae Jesús. Se trata de un bautismo en el Espíritu Santo y no simplemente el bautismo que él proponía, que era una propuesta de conversión, de limpieza de vida. El bautismo de Jesús (bautismo en el Espíritu) va más allá: se trata no sólo de cambiar de vida y de orientación, sino de entrar en comunión con Dios. Es esta comunión la que estamos invitados a descubrir y a vivir en este tiempo de Adviento.

 

Terminemos nuestra reflexión orando con el salmo responsorial, que ha sido extraído del capítulo 12 del libro del profeta Isaías



Isaías 12,2-6

Este es el Dios de mi salvación: 
yo tengo confianza y no temo, 
porque el Señor es mi fuerza y mi protección; 
Él fue mi salvación.
Ustedes sacarán agua con alegría 
de las fuentes de la salvación. 



Den gracias al Señor, invoquen su Nombre,
anuncien entre los pueblos sus proezas,
proclamen qué sublime es su Nombre.



Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso: 
¡que sea conocido en toda la tierra!
¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión, 
porque es grande en medio de ti 
el Santo de Israel!



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