En Defensa de la Fe


Tercer Domingo de Adviento Ciclo A 2019

Te comparto la reflexión correspondiente al Tercer Domingo de Adviento Ciclo A 2019, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.


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Nota acerca de la fecha: En el 2019, corresponde al Domingo 15 de Diciembre.





Este domingo estamos invitados a vivir intensamente la alegría cristiana.  Podemos enriquecer más nuestra vivencia del Adviento, leyendo y meditando la exhortación EVANGELII GAUDIUM. En esta exhortación el Papa comienza diciéndonos:

 

“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”.



Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo:los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el EvangelioId a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio.



Veamos las lecturas:



Isaías 35,1-6a.10

Dios viene en persona y os salvará

 

El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios. Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: "Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará." Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Volverán los rescatados del Señor, vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán.

 

 

La primera lectura nos transporta algunos siglos antes de Jesucristo. El profeta, en medio de una situación de crisis, anuncia la llegada de Dios, que hará posible algo extraordinario: el pueblo en exilio podrá volver a su tierra, podrá recuperar su libertad y tendrá la posibilidad de reconstruirse como nación.

 

La intención del profeta es consolar a los exiliados, fortalecerlos en la fe y evitar que caigan en la total desesperanza, pues vivir en el exilio es duro y el pesimismo se va apoderando de todos.

 

El profeta Isaías sostiene una tesis fundamental: Dios no ha abandonado a su pueblo, Dios lo acompaña silenciosamente en el sufrimiento, pero es un sufrimiento que hace madurar y que terminará. Dios suscitará los medios para poder recomenzar, pero el pueblo deberá escuchar la voz de Dios, volver a Él y comprometerse con la nueva alianza que Dios va a sellar con este.

   

La lectura es un auténtico himno a la esperanza y a la alegría por la intervención liberadora de Dios. Notemos que, en la primera parte del texto, detrás de este proceso de liberación hay un objetivo fundamental: recuperar lo perdido (en el caso del antiguo pueblo de Israel se recuperará la Tierra Prometida (que el pueblo ha perdido por su infidelidad a Dios) y la participación en la alianza con Dios.

 

¿Qué es – en nuestro caso – lo que hemos perdido y debe ser recuperado? ¿La paz, la humildad, la fe, el norte de nuestra vida, el deseo de ser mejores seres humanos?

 

En la segunda parte del texto, el profeta apunta a algo fundamental: el cambio de actitud: nada de desánimo ni pesimismo. Al contrario, hay que conservar la esperanza, dar paso a la alegría que provoca la acción de Dios y abrazar con optimismo la tarea de la reconstrucción de la nación.

 

En un tercer momento, el anuncio del profeta toca el tema de la transformación.

 

  • Los ojos se curan: ¿Qué es lo que no estamos viendo y debemos ver?

 

  • Los oídos son capaces de captar: ¿Cuántas voces inundan nuestra vida? ¿Cuáles son verdaderas y cuáles falsas? ¿Logramos captar la voz de Dios en medio de tanto ruido que hay en el mundo? ¿Hacemos caso a su voz?

 

  • Las piernas recobran su fuerza: ¿Hacia dónde debemos caminar? ¿Hemos perdido el rumbo? ¿Cómo encontrar el norte para nuestra vida?

 

  • Los muertos resucitan: ¿Qué hemos dejado morir? ¿Qué está en peligro de muerte en nosotros, en la sociedad, en la humanidad?

 

En síntesis:

 

  • La alegría es uno de los dones fundamentales del Espíritu, en la vida de quien se ha dejado encontrar, habitar y conducir por Dios.

 

  • Hay muchos tipos de alegría. Aquí se trata de la alegría espiritual de quien ha descubierto la belleza y profundidad del amor de Dios. Se trata de la alegría de quien, conducido por Dios, va aprendiendo a servir, a compartir, a encontrarse con los demás, a ayudar a otros, a dejarse ayudar por otros, a vivir en la verdad, a tener una conciencia tranquila, a cumplir honesta y adecuadamente sus deberes.



  • El Adviento (en cuanto experiencia de la cercanía de Dios) es una invitación a superar la tristeza, el desánimo, los temores. Es la oportunidad para abrir los ojos, los oídos, la boca, las manos…para fortalecer las piernas vacilantes y caminar hacia Dios y hacia los demás. Es tiempo de apertura no de encerramiento…es tiempo para el encuentro.




Santiago 5,7-10

Manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca

 

Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca. No os quejéis, hermanos, unos de otros, para no ser condenados. Mirad que el juez está ya a la puerta. Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor.

 

 

La segunda lectura, nos sitúa ya en un contexto específicamente cristiano. Estamos al final del primer siglo después de Cristo. El autor de la carta (Santiago) invita a los cristianos que acompaña y pastorea, a salir de la actitud pesimista, a superar la desesperanza y la rutina que puede envolverlos y afectar la vida cristiana. Estamos en un contexto en el que los cristianos esperan la Parusía, es decir, la venida gloriosa del Cristo (=Ungido) de Dios.

 

La carta es atribuida a un tal Santiago (que la tradición identifica con Santiago apóstol, que presidió la Iglesia de Jerusalén, y que habría sido decapitado hacia el año 62 d.C.).

 

Podemos decir, tanto por el mensaje como por la forma en que la carta fue escrita, que el autor fue un sabio judeocristiano, que se esforzó por repensar – de manera original – algunas de las máximas claves de la sabiduría judía (pensemos en los libros de Eclesiástico, Eclesiastés y Sabiduría del Antiguo Testamento), pero en relación con la vida, obra y enseñanza de Jesucristo. La carta fue enviada a los cristianos de origen judío que vivían dispersos en el imperio romano, muy seguramente en las regiones de Siria y Egipto; por eso el autor habla de “las doce tribus que viven en la diáspora”, expresión que encontramos en el primer versículo de la carta.

 

Pero el contenido de la carta sigue manteniendo su actualidad: puede ser acogido por los creyentes cristianos de todas las culturas y épocas.  La carta nos exhorta a permanecer fieles a Cristo, pero cuidándonos de unir fe y práctica. La fe no puede quedarse en buenos sentimientos, en buenas intenciones o en mero discurso… Debe verificarse en el actuar. Para el autor es claro que hay unos valores fundamentales en los que debemos permanecer.

 

¿Qué resaltar de esta lectura? Proponemos algunos puntos:

 

1.      Aprender a esperar. Esperar no es cruzarse de brazos. No debemos confundir esperanza con pasividad. Por eso se propone la figura del campesino, del agricultor que espera trabajando: El agricultor espera, pero sobre la base de un trabajo exigente.

 

2.      Permanecer fiel, viviendo según la vocación (el llamado) que se ha recibido de Dios, en medio de una sociedad compleja y contradictoria. Este es el gran desafío para todos los cristianos: “Tengan paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor”. Aquí se trata de la segunda venida de Jesús. Los cristianos de los primeros tiempos creían que pronto llegaría el final de los tiempos, entonces Dios recapitularía, en Cristo, todas las cosas y, para ello, Cristo Jesús vendría en su gloria (es decir, en su condición de resucitado). El final de los tiempos tal como lo esperaban estos cristianos no ha llegado, pero la exhortación permanece vigente: mientras el seguidor de Jesús esté en este de paso por este mundo debe permanecer vigilante, atento, fiel a su maestro, unido a Dios, dócil al Espíritu Santo: “manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca”.

   

3.      El cultivo y fortalecimiento de nuestra vida espiritual. Fortalecemos el cuerpo con el ejercicio, fortalecemos el intelecto con la lectura y la investigación, pero ¿fortalecemos el espíritu? ¿Qué es lo que hay detrás de la expresión “fortaleced vuestros corazones”, usada por el autor de la carta?

 

4.      Las actitudes que hay que abandonar: la quejadera y la tendencia a juzgar. Hay personas que se viven quejando por todo y de todos…pero cuando se trata de ellas mismas son extremadamente indulgentes. Es mejor dejar tanta quejadera, vivir con serenidad, paciencia y cordura, concentrándose en vivir de la mejor manera la vocación recibida: prolongar en la propia vida los sentimientos, valores y actitudes de Jesucristo. Para ello, mucho podemos aprender de otros que nos precedieron en la fe. Es en ese sentido que el apóstol Santiago invita a los cristianos de su tiempo a volver sobre la vida de los profetas: “Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor”.





Mateo 11,2-11

¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?

 

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: "¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?" Jesús les respondió: "Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!" Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: "¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti." Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él".

 

 

El Evangelio nos invita a concentrarnos en la persona y la acción de Jesús. ¿Cómo actúa? ¿Cuál es su proyecto?

 

Notemos la insistencia del evangelista en lo que Jesús hace: por su acción, los ciegos ven, los sordos oyen, los leprosos quedan curados y se reintegran a la comunidad, y, hasta los muertos vuelven a la vida… Todo lo que ocurre con su actividad es lo que Dios quiere que suceda en la humanidad, eso es el Reino de Dios.

 

Juan, el Bautista se encuentran en prisión por decisión del rey Herodes, quien – al verse confrontado por él – decide encarcelarlo.

 

La pregunta de Juan Bautista es interesante: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro? Recordemos que Juan esperaba al Mesías, pero -en su manera de entender las cosas – esperaba un Mesías juez, castigador, implacable. La respuesta que Jesús le da (a través de los mensajeros enviados) es que sí es el que ha de venir, pero no viene en la forma en que él lo imaginaba.

 

Sin duda, esto también puede sucedernos a nosotros (creemos en Jesús, pero las ideas que nos hacemos de Él no corresponden al Jesús real. Corremos el riesgo de inventarnos un Jesús a la medida de nuestros intereses y caprichos). Es un llamado a revisar. ¿Qué creemos? ¿Qué ideas nos hacemos sobre lo que creemos? ¿En qué se fundan estas ideas? ¿Qué transformaciones deben operarse en nuestra manera de creer?

 

Jesús no actuó como un Mesías terrible, juez y castigador, sino como un Mesías amoroso, cercano, liberador, sensible, dispuesto a buscar lo que estaba perdido, sanar lo que estaba enfermo y restaurar lo que había sido destruido. ¿Lo entendemos así? ¿Lo acogemos? ¿Estamos dispuestos a dejarnos amar, liberar y sanar por Él?

 

Subrayamos algunos puntos clave de esta lectura:

 

1.      Oír hablar de Cristo y movilizarse. Es lo que hace Juan Bautista. Es lo que debe hacer el creyente. Cada domingo escuchamos hablar de Cristo ¿Qué provoca esto en nosotros? ¿Nos preocupamos por conocer a Jesucristo? ¿Nos movemos? ¿Hacia dónde?

 

2.      Identificar quién es el Mesías. La vida espiritual es una búsqueda, pero podemos equivocarnos en ella, extraviarnos, confundirnos. Para el creyente cristiano la cuestión es clara: el Mesías (enviado de Dios) es Jesucristo. Ahora bien, el problema es acogerlo, escucharlo, aprender de Él, seguirlo. ¿Nos estamos esforzando en este proceso? Para eso es el año litúrgico.

 

3.      La acción liberadora y sanadora de Cristo Jesús: en Él se cumple lo que el profeta Isaías anunció siglos atrás: los ciegos ven, los sordos oyen, los leprosos son curados, los cojos caminan y los muertos resucitan. ¿De dónde le viene el poder de hacer esto? ¿De qué necesito ser curado? ¿Puedo – a mi turno – ser instrumento de Jesús para el bien de otros?

 

4.      El testimonio que el mismo Jesús da a propósito de Juan Bautista. Lo que Jesús dice del Bautista es maravilloso: reconoce que es un ser humano excepcional. ¿Qué diría Jesús de ti, de mí, de nosotros, de nuestro grupo, de mi parroquia, de mi comunidad cristiana, de la Iglesia toda?

 

En síntesis:

 

  • Podemos engañarnos esperando al personaje equivocado. Es importante identificar bien al Mesías: "¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?"

 

  • Son las obras y no los discursos ni los títulos los que hablan por el personaje: la manera de vivir y de actuar es lo que define al auténtico cristiano. Los discursos abundan, pero las obras no: “los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio”

 

  • ¿Qué puede decir Jesús sobre cada uno de nosotros? Jesús conoció a Juan, vio como vivía, lo que hacía y lo que predicaba e hizo de él uno de los elogios más bonitos que se pueda hacer sobre una persona: “Juan es más que profeta; él es de quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti". Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan…”

 

 

Terminemos nuestra reflexión orando con el…

 

 

Salmo 145

Ven, Señor, a salvarnos.

 

El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, / hace justicia a los oprimidos, / da pan a los hambrientos. / El Señor liberta a los cautivos. R.

 

El Señor abre los ojos al ciego, / el Señor endereza a los que ya se doblan, / el Señor ama a los justos, / el Señor guarda a los peregrinos. R.

 

Sustenta al huérfano y a la viuda / y trastorna el camino de los malvados. / El Señor reina eternamente, / tu Dios, Sión, de edad en edad. R.




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