En Defensa de la Fe


Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo Ciclo C

Te comparto la reflexión correspondiente a la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo Ciclo C, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.



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Nota acerca de la fecha: En el 2016, corresponde al Domingo 29 de Mayo.



Este domingo, las lecturas nos invitan a pensar en la evangelización y en la apertura; en la sabia y necesaria comunicación de la fe, una tarea que sigue siendo actual y debe preocupar a cada creyente. No se trata de imponer la fe a nadie o de obligar a otros a adoptar el cristianismo como su religión, sino de compartir la riqueza de la experiencia del seguimiento de Jesús como experiencia dadora de sentido.

 

En las lecturas podemos notar cómo los creyentes se dan cuenta que la fe en Jesucristo no debe quedar confinada a los límites del pueblo de Israel. Ella debe salir y contribuir con su luz a la transformación del mundo.

 

Veamos las lecturas:



I Reyes 8,41-43

También al extranjero, que no pertenezca a tu pueblo Israel, y llegue de un país lejano a causa de tu Nombre - porque se oirá hablar de tu gran Nombre, de tu mano poderosa y de tu brazo extendido - cuando él venga a orar hacia esta Casa, escucha tú desde el cielo, desde el lugar donde habitas, y concede al extranjero todo lo que te pida. Así todos los pueblos de la tierra conocerán tu Nombre, sentirán amor y respeto por ti como tu pueblo Israel, y sabrán que esta Casa, que yo he construido, es llamada con tu Nombre. 

 

 

En la primera lectura, aparece el rey Salomón, pidiendo a Dios que escuche las oraciones de los extranjeros que visitan el templo de Jerusalén, de modo que Dios pueda ser conocido en todo el mundo y los pueblos puedan adorarlo. Las fronteras son una realidad compleja. Si se las comprende como realidades a través de las cuales los pueblos buscan definir una identidad sin, por ello, cerrarse o encerrarse asumiendo actitudes de rechazo, están bien. Pero si ellas se entienden como muros de separación, que justifican la exclusión y la imposibilidad para el encuentro y el diálogo, están mal.

 

Los libros de los Reyes aparecen en el Antiguo Testamento como dos libros que continúan la narración de la historia de la monarquía en Israel. Esta historia de la monarquía en el antiguo Israel había comenzado a ser narrada en el Primer Libro de Samuel. Saúl había sido elegido por Dios como el primer rey. Luego vino el rey David, famoso por haber consolidado el reino y por haber vencido a los enemigos, los filisteos que amenazaban con invadir su territorio (recordemos el relato de la lucha entre David y el gigante Goliat). David conquistó la ciudad de Jerusalén y la erigió como capital del reino. A la muerte de David, quien asume el reino es Salomón, a quien le corresponderá la difícil tarea de la consolidación política, administrativa y económica del reino.

 

Los textos del Antiguo Testamento han conservado distintas tradiciones sobre este rey, sobre su obra administrativa, sobre su sabiduría. Una de estas tradiciones aparece en el texto propuesto como primera lectura. Aquí aparece el rey Salomón piadoso, orante, profundamente religioso.

 

El texto de la primera lectura está inserto en el contexto de la fiesta de la Dedicación (=consagración) del templo de Jerusalén, que acaba de ser construido (recordemos que este templo fue destruido y reconstruido varias veces y que lo que queda actualmente de él está simbolizado en el Muro de las Lamentaciones).

 

En aquel tiempo el rey, además de rey, ejercía funciones sacerdotales. Veamos algunos elementos claves de esta lectura:

 

  • El templo aparece aquí como lugar de oración, de recogimiento, espacio para el encuentro con otros que comparten la fe, territorio de paz. Claro, es un lugar adaptado para esto, pero no hay que caer en el error de pensar que el único lugar donde se puede orar, donde se puede conversar con Dios es el templo o que Dios está “encerrado en el templo”. Dios está presente allí donde tú estás y todas las ocasiones y situaciones de la vida son propicias para orar.

 

  • También al extranjero: este punto es clave. Hubo un tiempo en que la entrada del extranjero en el templo de Jerusalén era impensable. También sucedió (y hasta sucede aún) en otras religiones. Interesante esta imagen del extranjero: él también puede ser un buscador de Dios, también lo puede encontrar, también lo puede amar. Este concepto de extranjero bien puede ampliarse al terreno religioso (más allá de las connotaciones nacionales y nacionalistas que pueda haber).

 

  • Querer compartir con otros el amor (de Dios): hay personas que entienden mal el amor y las relaciones interpersonales. Se adueñan de ellas (por ejemplo: ‘este amigo es sólo mío y de nadie más’). Esto también ha sucedido y sucede en el ámbito religioso. Hay personas que se “adueñan” de Dios y lo reducen a “propiedad privada”, al punto de que los demás (los que no son de esa religión o de esa nación o de esa raza) no tiene derecho a tener acceso a Él. Esto genera exclusión religiosa. Dios no tiene dueño, esta es una ilusión humana y, por supuesto, una perversión espiritual.  

 

  • Dios escucha: De hecho, Salomón en su oración pide a Dios que escuche al extranjero. El tema de la escucha es clave. El orante (quien ora) espera que Dios lo escuche. Vale la pena que nos preguntemos si esta misma escucha que nosotros como orantes esperamos de Dios, estamos dispuestos a concederla a nuestro prójimo. Ahora bien, no se trata de conceder de manera irreflexiva todo lo que el orante pide. Algunas veces hay personas que piden cosas absurdas. Una cosa es la actitud de escucha y otra la decisión de conceder lo que se pide. Dios nos escucha siempre atentamente y nos da lo que nos conviene para nuestra salvación.

 

  • Se oirá hablar de Dios: notemos que el centro de la lectura es Dios: es a Él a quien se ora y es de Él de quien el orante, que ha sido ‘escuchado’, hablará a otros.  Sobre Dios se habla mucho, pero se habla ¿con respeto?, ¿con cordura?, ¿con cuidado?, ¿con discernimiento?, ¿con profundidad? Estas preguntas deben cuestionar nuestra manera de hablar acerca de Dios.

 

Es claro que el texto propuesto (que es muy antiguo) refleja un estadio de la apertura de Israel a los otros pueblos. Todavía no se trata de una apertura total ni encontramos en el texto las características que ‘hoy’ esperamos de lo que pudiéramos llamar un diálogo interreligioso maduro. Con todo, lo que el texto presenta es una interesante evolución de la experiencia espiritual de Israel, puesta en boca de Salomón.




Gálatas 1,1-2.6-10

Pablo, Apóstol -no de parte de hombres ni por la mediación de un hombre, sino por Jesucristo y por Dios Padre que lo resucitó de entre los muertos- y todos los hermanos que están conmigo, saludamos a las Iglesias de Galacia. Me sorprende que ustedes abandonen tan pronto al que los llamó por la gracia de Cristo, para seguir otro evangelio. No es que haya otro, sino que hay gente que los está perturbando y quiere alterar el Evangelio de Cristo.  Pero si nosotros mismos o un ángel del cielo les anuncia un evangelio distinto del que les hemos anunciado, ¡que sea expulsado! Ya se los dijimos antes, y ahora les vuelvo a repetir: el que les predique un evangelio distinto del que ustedes han recibido, ¡que sea expulsado! ¿Acaso yo busco la aprobación de los hombres o la de Dios? ¿Piensan que quiero congraciarme con los hombres? Si quisiera quedar bien con los hombres, no sería servidor de Cristo. 

 

 

En la segunda lectura, el apóstol Pablo se presenta como depositario del evangelio de Jesucristo. Un evangelio que debe ser anunciado también a los pueblos no-judíos (los gentiles). Con esto, Pablo insiste en la universalidad del amor de Dios, de la salvación y de la bondad que se puede encontrar en todo ser humano, sin importar nacionalidad, raza, condición social e, incluso, religión. Ya pasamos – afortunadamente – esa época en la que se llegó a afirmar que “fuera de la iglesia no había salvación”. Esto sería poner un muro, una frontera infranqueable y segregacionista. ¿Qué tipo de fronteras discriminatorias percibimos actualmente en la humanidad?

 

Pablo está convencido que fue de Jesucristo que recibió el evangelio y que este evangelio debe ser comunicado y compartido, porque lo que está en juego es la salvación de la humanidad, pues sin amor no hay salvación.

 

La comunidad cristiana de Galacia (en Asia Menor) del siglo I de nuestra era, pasó por un período de crisis. Las crisis pueden ser oportunidades de crecimiento. La crisis surgió porque hubo algunos predicadores cristianos de origen judío que sembraron confusión con el contenido de algunas predicaciones y enseñanzas. Estos predicadores querían imponer a los cristianos de Galacia las prácticas propias de la ley Mosaica (Gal 3,2; 4,21; 5,4; 5,2; 6,12). Pero el apóstol Pablo no está de acuerdo con esta exigencia, pues considera que lo fundamental no es imponerle a estos creyentes en Cristo una serie de prácticas y lógicas judaizantes, en las que ellos no lograrán ubicarse, sino en una relación personal, profunda y comprometida con Jesucristo, con su persona, sus opciones, sus valores, su proyecto: la instauración del Reino de Dios.

 

Imponer otras cosas distintas de esto es – según Pablo – obstaculizar el caminar histórico espiritual de los cristianos provenientes de las otras naciones y, además, dar a entender que Jesucristo no es suficiente como camino de salvación.

 

Algunos aspectos claves de este texto de la carta a los Gálatas propuesto:

 

1.   En el saludo de su carta, Pablo se presenta como apóstol (palabra griega que significa = enviado). Pero dice que no ha sido enviado por ningún poder humano sino por el mismo Jesucristo y por Dios Padre.“Apóstol -no de parte de hombres ni por la mediación de un hombre, sino por Jesucristo y por Dios Padre…”. Para Pablo, el verdadero apostolado tiene su origen en Dios, es un llamado, no es una mera invención humana, que puede responder a caprichos egoístas.

 

2.   Pablo orienta la atención sobre tres aspectos fundamentales de la fe cristiana:

 

  • a)   El seguimiento que el cristiano está haciendo es de Jesús (no de otras personas).

 

  • b)   Este Jesús no está muerto sino vivo, pues ha resucitado.

 

  • c)   Esta resurrección es obra de Dios Padre.

 

Varias preguntas surgen:

 

  •          ¿Estás centrado en Cristo Jesús?

 

  •          ¿Has profundizado en la resurrección y en el significado que ella tiene para la fe cristiana?

 

3.   El evangelio que Pablo predica es el evangelio de Jesucristo (para él no hay otro). Recordemos que evangelio significa Buena Noticia. Pero hay personas que están anunciando otras supuestas “buenas noticias”, es decir, otros evangelios. Por eso Pablo llama la atención a aquellos cristianos de Galacia que rápidamente han cambiado a Jesucristo por el mensaje de estos predicadores judaizantes (de que hablamos antes): “Me sorprende que ustedes abandonen tan pronto al que los llamó por la gracia de Cristo, para seguir otro evangelio.” 

 

¿Cuántos evangelios circulan hoy en el mundo?

 

¿Por qué para ti – el evangelio de Jesús – es el que guía tu vida?

 

¿Qué hay en este evangelio que lo hace diferente de los otros?

 

4.   Hay que tener cuidado, pues se puede traicionar el evangelio de Jesucristo por buscar estar bien con otros en diversas circunstancias y por diversas razones (miedo, búsqueda de aprobación, conveniencia, etc.): “¿Piensan que quiero congraciarme con los hombres?”


 

Lucas 7,1-10

En aquel tiempo, Jesús entró en Cafarnaúm. Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a curar a su servidor. Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: "El merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga". Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: "Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente sanará. Porque yo -que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes- cuando digo a uno: 'Ve', él va; y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: '¡Tienes que hacer esto!', él lo hace". Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: "Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe". Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano. 

 

 

Para enriquecer esta temática, el texto del evangelio nos habla de la fe de un militar extranjero, que pone toda su confianza en Jesús, en su misericordia. Reconoce que de Jesús le viene una palabra nueva, creadora, profunda, sanadora, liberadora. ¿Cómo es nuestra palabra? ¿Cómo es nuestra fe en Jesús?

 

El texto nos sitúa en la primera parte del evangelio según san Lucas. Jesús viene desarrollando su misión (ver Lc 4, 16-30) por todo el territorio de Galilea. El objetivo de la misión es claro: hacer llegar a todos (especialmente a los marginados y excluidos) la salvación de Dios, la liberación que ellos necesitan.

 

En los textos que preceden al texto de hoy, Jesús cita los ejemplos de algunos extranjeros que han sido atendidos por Dios (La viuda de Sarepta y Naamán de Siria). Con esto ha dejado claro que Dios es Dios de toda la humanidad y no sólo de un grupito o de una nación o de una raza. Jesús toca la conciencia y el corazón de todos para que comprendan que la salvación es una oferta hecha a todos y que lo que define la relación con Dios no son las cosas externas, sino la pureza de corazón, la honestidad de la búsqueda y la respuesta comprometida del creyente, sin importar su origen o condición. 

 

Del presente texto podemos resaltar lo siguiente:

 

1.   Jesús entra en la vida de las personas, entra a su cotidianidad. Entra en Cafarnaúm. Continúa entrando en nuestra vida. Es importante aprender a reconocerlo... Y dejarlo entrar.

 

2.   Oír hablar de Jesús es Bueno... Conocerlo personalmente es mejor. Pero ¿cómo oirán las personas algo sobre Jesús si no hay quién les predique? Pero ¿qué tipo de predicación de Jesús nos llega?

 

3.   La atención, tanto de Jesús como del centurión (un militar romano) se centra en el enfermo. Los enfermos reclaman una atención especial. Pero ¿Y si miramos nuestra sociedad como una realidad enferma? ¿Cuáles son, hoy, las principales enfermedades de nuestra sociedad? ¿Qué podemos hacer para ‘sanarla’ o, mejor, para que Dios la ‘sane?

 

4.   La humildad es un excelente camino espiritual. De hecho, la narración nos hace descubrir el valor profundo de la humildad. Ella nos permite reconocer nuestra pequeñez y la grandeza de Dios. Las palabras de este centurión han quedado registradas en nuestra liturgia. En cada misa – antes de comulgar – decimos: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.”  Cuidado para no confundir humildad con baja autoestima o con apocamiento. La relación con Dios no debe transformarse en un concurso de ‘meritocracia’.

 

5.   El relato del evangelio quiere insistir en el valor de la fe. Notemos que se trata de la fe de un no-judío, de un pagano, de un gentil. También fuera de nuestro mundo cultural y religioso hay gente extraordinaria, de la que podemos aprender muchas cosas. También por fuera de nuestras fronteras Dios actúa; el amor no necesita permiso de las fronteras. 

 

6.   Este texto es, también, una invitación a unir oración (petición) con solidaridad y sensibilidad. La oración brota de la vida, de las necesidades, de los sufrimientos, de las esperanzas… de la totalidad de la existencia.  La fe de este militar cuestiona nuestra fe. En ella hay humildad, pero también hay una profunda confianza: ”Una sola palabra tuya bastará para que mi servidor sane”.  ¿Cómo es nuestra fe?

 

7.   La Palabra: los humanos nos constituimos a través de la palabra. Hablamos. Decimos muchas cosas. Pero ¿de qué calidad es nuestra palabra? ¿Qué tiene la palabra de Jesús que logra alcanzar tal poder?

 

Muchas preguntas nos quedan a través de esta reflexión. Hagamos silencio. Oremos. Y dejemos que el espíritu Santo nos guíe en esta interesante aventura.

 

 

Terminemos nuestra reflexión orando con el…


 

Salmo 117(116)

R/ Alaben al Señor, todas las naciones


Alaben al Señor, todas las naciones, 
glorifíquenlo, todos los pueblos

Porque es inquebrantable su amor por nosotros, 
y su fidelidad permanece para siempre. 

¡Aleluya!

 

  


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