En Defensa de la Fe


Segundo Domingo de Adviento Ciclo A 2019

Te comparto la reflexión correspondiente al Segundo Domingo de Adviento Ciclo A 2019, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.



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Nota acerca de la fecha: En el 2019, corresponde al Domingo 8 de Diciembre.




No podemos vivir sin tener un núcleo de valores que orienten y den sentido a la vida, a los esfuerzos, al camino. Pero podemos equivocarnos.

 

Hay que desenmascarar los falsos valores y fortalecer los auténticos.

 

¿Qué es un valor?

 

¿Qué valores nos propone Jesucristo?

 

¿Cómo discernir los valores?

 

¿Cómo lograr que los valores dejen de ser meros conceptos y pasen a encarnarse en la vida cotidiana, que es donde se los necesita?

 

En la primera lectura, el profeta Isaías anuncia la venida de un enviado de Dios, que descenderá de la estirpe de David. La característica fundamental de este enviado (Ungido de Dios) es que en Él reposará el Espíritu Santo y ese espíritu tiene unas características que hace que quien lo acoja tenga unas tendencias propias del Reino de Dios: hacia la sabiduría, la mansedumbre, la justicia, la piedad.

 

No lo olvidemos, quien logre conectar con este Espíritu tendrá también estas características.

 

En la segunda lectura, el autor de la carta se dirige a aquellos que han aceptado a Jesús en su vida como Señor y Salvador. Ellos (los cristianos) tienen como propuesta dejarse habitar por Jesús al punto de terminar siendo instrumentos vivos del amor misericordioso de Dios en el mundo. 

 

En el relato del evangelio, Juan Bautista anuncia que el Reino de Dios está próximo, pero hay que tener cuidado de no confundir el Reino de Dios con cualquier cosa y entender que dicho Reino no es una cosa material y externa, sino que se trata del acontecer de Dios al interior de las personas.

 

Para que ese Reino se transforme en realidad, el Bautista invita a cambiar nuestra manera de pensar, de sentir y de vivir. Este cambio pide una revisión de los valores que, a la larga, son los que orientan la vida.



Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.




Isaías 11,1-10

Juzgará a los pobres con justicia

 

Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé y de su raíz florecerá un vástago. Sobre Él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará el temor del Señor. No juzgará por apariencias ni sentenciará solo de oídas; juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados. Herirá al violento con la vara de su boca y al malvado con el aliento de sus labios. La justicia será cinturón de sus lomos y la lealtad cinturón de sus caderas. Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastoreará. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará con la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No harán daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país de la ciencia del Señor, como las aguas colman el mar. Aquel día, la raíz de Jesé se erguirá como enseña de los pueblos: la buscarán los gentiles y será gloriosa su morada.

 

 

Algunas reflexiones

 

La primera lectura es un poema que encontramos en el libro del Isaías. En él, el profeta refleja el sueño de volver al estado ideal. Claro, él piensa en la época de relativa paz y estabilidad social y económica que hubo en el reinado de David.

 

Nos corresponde a nosotros pensar en el tipo de sociedad, de país y de humanidad que queremos. Pero si la queremos también debemos trabajar y poner nuestro ‘grano de arena’ para que esta construcción vaya pasando de ser un deseo a ser realidad.

 

Estamos en el siglo VIII a.C. y el antiguo pueblo de Israel se ve acosado por el imperio asirio y quiere apoyarse en el imperio egipcio, que (en ese momento) se encuentra en declive y bastante frágil. El profeta insiste en que – más allá de las alianzas que los gobernantes puedan hacer - el pueblo debe, ante todo, hacer una revisión interna, darse cuenta de que ha perdido el norte porque se ha separado de Dios y renovar la alianza con Él.  El profeta, que ya ha vivido la desilusión que han traído otros reyes a su pueblo, sostiene la esperanza del pueblo, pero lo invita a apoyarse más en Dios que en poderes demasiado frágiles y proclives a la corrupción.

  

Isaías quiere expresar, en medio de una situación crítica (como la que atraviesan muchos países hoy), que Dios no está lejos, que está atento a su creación, que no olvida a la humanidad. Pero recuerda también que quizá la humanidad (en su época pensaba en el pueblo de Israel) sí había olvidado a Dios, había descuidado la alianza con Él y vivía ‘como si Dios no existiera’.

 

Quizá muchos de los fenómenos que padecemos hoy (violencia, insensibilidad, exclusión, corrupción, etc.) se deban a este olvido. Se pierde lo fundamental y la estructura comienza a desmoronarse.  

 

A continuación, proponemos un núcleo de preguntas que – en la perspectiva propia del Adviento – pueden motivar nuestra reflexión y actualizar el mensaje de este texto de la Biblia:

 

  • ¿Qué queremos que brote de nuestra sociedad?  ¿Qué tipo de personas queremos ser? ¿Con qué tipo de personas queremos convivir?

  

  • Sobre nosotros se ha posado el Espíritu de Dios, pero ¿somos conscientes de ello? ¿Le hacemos caso a este Espíritu?

 

  • ¿Seremos capaces de ir más allá de las apariencias, superar las polarizaciones y las falsas ideas que nos habitan?

 

  • ¿Qué relación establecemos – en la vida cotidiana – entre rectitud, derecho y justicia?

 

  • ¿Seremos capaces no solo de plantearnos el proyecto de la paz, sino de asumir, en la vida diaria, las implicaciones que la construcción de paz plantea?

 

  • ¿Será posible que – en nuestra sociedad – habiten juntos, el lobo y el cordero; descansen juntos, la pantera con el cabrito; convivan sin matarse el novillo y el león?

  

  • ¿Qué debemos hacer para lograr todo esto?

 


Romanos 15,4-9

Cristo salva a todos los hombres

 

Hermanos: Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza. Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, os conceda estar de acuerdo entre vosotros, según Jesucristo, para que unánimes, a una voz, alabéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. En una palabra, acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios. Quiero decir con esto que Cristo se hizo servidor de los judíos para probar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas; y, por otra parte, acoge a los gentiles para que alaben a Dios por su misericordia. Así dice la Escritura: "Te alabaré en medio de los gentiles y cantaré a tu nombre."

 

 

La segunda lectura está tomada de la carta de san Pablo a los romanos. La carta está dirigida a creyentes cristianos que tienen una visión cultural diferente de la de los cristianos que venían del judaísmo. Notemos que la experiencia cristiana ha convocado, desde el principio, gente de diversas culturas, lo cual ha derivado en diversas tradiciones que se desprenden de una misma raíz. Hay cabida para la diversidad, sin que eso signifique la ruptura de la unidad.

 

Lo cierto es que, también desde el principio del cristianismo, hubo peligro de confrontación y división entre estos dos tipos de cristianismo: un cristianismo de raíz judaizante y un cristianismo gentil (en ese tiempo constituido por gente de raíz greco-romana).

 

Pablo – convencido de que unidad y diversidad, pueden coexistir- sostiene que todos los creyentes cristianos (los bautizados) recibieron el don de Dios (es decir, el Espíritu Santo) y, por tanto, para todos la persona de Jesucristo debe ser el centro, el fundamento, la base sobre la cual se puede construir la sana convivencia y participar de la salvación que Dios ofrece a TODOS.

 

Por tanto, centrados en Cristo y dóciles al Espíritu Santo, TODOS pueden vivir fraternalmente. Por eso Pablo exhorta a los cristianos a vivir en el amor de Dios revelado en Cristo Jesús o en el amor de Jesús que es la experiencia esencial para vivir en comunión con Dios.   

 

En la primera parte del texto, san Pablo exhorta a los cristianos a vencer el egoísmo y la autosuficiencia, por eso los llama a concentrarse en la ayuda solidaria (consoladora) a los sufrientes y necesitados.

 

En la segunda parte, san Pablo insiste en la necesidad de no discriminar y de aprender a acoger al otro diferente, pero en una lógica de fraternidad.  Solo así se logrará construir una comunidad cristiana viva que pueda ser auténtico signo de Cristo en el mundo.

 

Todo lo anterior nos ayuda a entender que:

 

1) Las divisiones entre creyentes no ayudan a la Iglesia a cumplir su misión, que es ser signo de Cristo en el mundo;

 

2) En la comunidad cristiana debe haber una preocupación especial por los más necesitados y los que sufren. Hay que asegurarnos que – realmente – esto se dé.

 

A continuación, proponemos un núcleo de retos que – en la perspectiva propia del Adviento pueden motivar nuestra reflexión y actualizar el mensaje de este texto de la Biblia:

 

  • Saber leer, hoy, la Biblia (las Escrituras) articulando lo que dicen los textos que leemos con lo que vivimos.

 

  • Fortalecer la esperanza, pero distinguiendo entre esperanza e ilusión.

 

  • Aprender a buscar acuerdos, pues siempre habrá diferencias y conflictos; pero, si se llega a los mejores acuerdos posibles, las condiciones de convivencia mejorarán.

 

  • Vivir, a la manera de Cristo, la acogida y la solidaridad.



  • Alabar a Dios no solo con la oración, sino con el esfuerzo de una vida íntegra.



Mateo 3,1-12

Convertíos, porque está acerca el Reino de los Cielos

 

Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: "Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos." Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo: "Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos." Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: "¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: "Abrahán es nuestro padre", pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga."

 

 

Después de los primeros dos capítulos (que hablan de la infancia de Jesús), el evangelista Mateo presenta la figura de Juan el Bautista con una misión específica: preparar la llegada del Mesías.

 

Recordemos que estamos en el tiempo de Adviento y que, en Él, nos preparamos para la venida de Jesús, que para los cristianos es el Mesías (enviado y ungido de Dios).

 

Trasladémonos 20 siglos atrás: Juan Bautista fue un guía espiritual alrededor del cual se estructuró un movimiento popular centrado en la venida del Reino de Dios. Juan hablaba de un juicio de Dios y, por tanto, de la necesidad de cambiar de vida, de vivir la rectitud, la piedad y la justicia tal como se entendían en la época (bajo la lógica de los mandamientos dados por Moisés al pueblo). En una palabra, Juan exhortaba a todos a convertirse.

 

Jesús no solo acogió la tarea realizada por Juan, sino que fue mucho más allá, pues centró todo en el amor a Dios y al prójimo. El proyecto se hizo más exigente y la necesidad de conversión sigue siendo vigente.

  

A continuación, proponemos un núcleo retos que – en la perspectiva propia del Adviento – pueden motivar nuestra reflexión y actualizar el mensaje de este texto de la Biblia:

 

  • La acogida del Reino de Dios (es decir, del amor misericordioso de Dios) pide, de parte del creyente, un itinerario penitencial, es decir, un proceso de revisión, arrepentimiento y conversión (proceso de regreso a Dios).

 

  • La llegada del Reino de Dios (y del Mesías de Dios) piden una preparación interior por parte del creyente (de las comunidades). Esa preparación pide corregir lo que de “torcido” hay en la propia vida y en la sociedad: “enderecen los caminos” – dice Juan.

 

  • Juan Bautista nos enseña varias cosas.

 

o   No se trata de vestirnos hoy con piel de camello, pero sí de aprender a ser honestos, austeros y sensibles a los excluidos y sufrientes de este mundo.

 

o   Hay que aprender a ser claros cuando hay que serlo (una cosa es decir lo que los otros quieren escuchar y, otra, decir lo que sucede y lo que los otros necesitan para crecer). Lo que les dice el Bautista a los fariseos, sin duda, no fue fácil de decir, pero había que decirlo.

 

o   Debemos tener clara la propia misión y la delicadeza de no usurpar el puesto de otros (El Bautista no usurpa el puesto de Jesús). 

 

 

Terminemos nuestra meditación orando con el…

 

 

Salmo 71

Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente.

 

Dios mío, confía tu juicio al rey, / tu justicia al hijo de reyes, / para que rija a tu pueblo con justicia, / a tus humildes con rectitud. R.

 

Que en sus días florezca la justicia/ y la paz hasta que falte la luna; / que domine de mar a mar, / del Gran Río al confín de la tierra. R.

 

Él librará al pobre que clamaba, / al afligido que no tenía protector; / Él se apiadará del pobre y del indigente, / y salvará la vida de los pobres. R.

 

Que su nombre sea eterno, / y su fama dure como el sol: / que Él sea la bendición de todos los pueblos, / y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra. R.




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