En Defensa de la Fe


Quinto Domingo de Cuaresma Ciclo C 2019

Te comparto la reflexión correspondiente al Quinto Domingo de Cuaresma Ciclo C 2019, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.



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Nota acerca de la fecha: En el 2019, corresponde al Domingo 7 de Abril.




Jesús se incorporó y le preguntó: Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado? Ella contestó: Ninguno, Señor. Jesús dijo: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques másJesús se incorporó y le preguntó: Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado? Ella contestó: Ninguno, Señor. Jesús dijo: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más




Isaías 43, 16-21

Mirad que realizo algo nuevo y apagaré la sed de mi pueblo

 

Así dice el Señor, que abrió camino en el mar y senda en las aguas impetuosas; que sacó a batalla carros y caballos, tropa con sus valientes; caían para no levantarse, se apagaron como mecha que se extingue. "No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo. Me glorificarán las bestias del campo, chacales y avestruces, porque ofreceré agua en el desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed de mi pueblo, de mi escogido, el pueblo que yo formé, para que proclamara mi alabanza."

 

 

La primera lectura recoge la sustancia de la experiencia espiritual vivida por el antiguo pueblo de Israel en su historia. Esta experiencia y estos aprendizajes pueden ser los nuestros, hoy. Por eso, la liturgia retoma este texto y lo propone a los creyentes cristianos:

 

1.   ¿Qué nos propone Dios? Una experiencia de liberación. Vivimos esclavizados por muchas cosas y de muchas maneras. Con frecuencia, no nos damos cuenta de ello. El egoísmo es la mayor esclavitud a la que podemos estar sometidos. Dios nos libera a través de su Hijo Jesucristo y el don del Espíritu Santo. Seguir a Jesús y dejarnos guiar por el Espíritu es la propuesta que se nos hace para vivir la experiencia liberadora de Dios. Por eso la lectura hace alusión a la experiencia del Éxodo (que es el relato de la salida de la esclavitud a la libertad):   El Señor Dios abrió camino en el mar.

 

 

2.   ¿A qué nos invita Dios?  A asumir una nueva actitud, a no quedarnos anclados en el pasado. El texto debe ser adecuadamente interpretado. No se trata, aquí, de negar la importancia del pasado o de ‘perder la memoria’. Las frases: No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo, no pretenden negar la historia, sino sacar al pueblo creyente de una actitud derrotista y pasiva. La experiencia espiritual no es la simple repetición de lo que ya fue, sino la transformación y renovación constante de la vida. Dios nos hace nuevos. Por eso Dios insiste: mirad que realizo algo nuevo. San Pablo dirá que quien está unido a Cristo es una nueva criatura.

 

3.   ¿Qué debemos superar? Nuestra incredulidad. Queremos estar totalmente seguros de todo. Queremos probarlo todo. Queremos hacer pasar todo por nuestras exigencias positivistas. Nos cuesta creer, confiar, abandonarnos en las manos de Dios. Él  es capaz de hacer hasta lo imposible, como por ejemplo, ofrecer agua en el desierto. Jesús nos recordó: para Ustedes es imposible, pero para Dios todo es posible.   

 

4.   ¿En qué debemos concentrarnos? En identificar nuestra sed más profunda y en buscar el agua capaz de saciarla.  Hacemos muchas cosas, andamos muy ocupados, los compromisos nos abruman; terminamos cansados, pero siempre con SED. Surge una pregunta: ¿Estamos centrados en lo esencial o, simplemente, nos dispersamos, nos atomizamos? Pedro logró descubrir la sed infinita del ser humano: ‘la Vida Eterna’, y, logró entrar en contacto con la fuente de donde brota el agua que sacia esta sed: Jesús. Lleno de piedad, Pedro exclamó ¿A quién iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna. (Juan, 6,68).

 

 

Filipenses 3, 8-14

Por Cristo lo perdí todo, muriendo su misma muerte

 

Hermanos: Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por Él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en Él, no con una justicia mía, la de la Ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe. Para conocerlo a Él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos. No es que ya haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo sigo corriendo a ver si lo obtengo, pues Cristo Jesús lo obtuvo para mí. Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Solo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús.

 

 

Este trozo de la carta a los Filipenses es muy importante porque nos muestra la conciencia que Pablo tuvo de su relación con Cristo Jesús y de las transformaciones que Él había operado en su vida: Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.

 

Podemos perdernos en las lógicas y prácticas de un cristianismo ambiental sin tener mucha conciencia de lo que, realmente, significa estar en relación con Jesús. Con frecuencia, los documentos de la Iglesia (Aparecida, por ejemplo) nos recuerdan que la vida cristiana no es una filosofía, ni es un ‘andamio’ de conceptos, ni un sistema doctrinal… Se trata, ante todo, de una relación personal con Jesús, que nos abre el horizonte del Reino, nos revela el verdadero rostro de Dios y nos conduce a nuestra propia plenitud.

 

Pero para esto es necesario conocerlo a Él y la fuerza de su Resurrección. No es algo que se dé ‘de un solo golpe’. Es un proceso que compromete toda la vida… Un proceso en el que hay que perseverar, por eso san Pablo nos anima con su propia experiencia: No es que (…) ya esté en la meta: yo sigo corriendo.  Corro hacia la meta.

 

La liturgia, la oración, la meditación de la Palabra, la práctica de la caridad son ejercicios que buscan, precisamente, que no se nos olvide la meta.  

 


Juan 8, 1-11

El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra

 

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a Él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?" Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra." E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?" Ella contestó: "Ninguno, Señor." Jesús dijo: "Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más".

 

 

¿Para qué se nos propone un evangelio como el de la mujer adúltera? Para que nos animemos a buscar a Jesús y para que aprendamos que la esencia del amor consiste en rescatar y no en condenar. El evangelista Juan insiste muchas veces en su evangelio que la gente acudía a Jesús.

 

Buscarlo, encontrarlo, entrar en relación Él y quedarse con Él es la propuesta que se nos hace hoy. Pero, quizá estemos tan ocupados en tantas cosas que ni siquiera se nos ocurra buscarlo. Hay que sacar tiempo para lo esencial… Y lo esencial es DIOS… y Jesús está aquí, presente, para eso: Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Juan 14,6).

 

¿Qué ejercicio debemos hacer? El evangelista Juan nos dice que Jesús ENSEÑABA. De hecho, uno de los títulos que con mayor frecuencia se le atribuye a Jesús es el de Maestro (Rabbí).

 

Los cuatro evangelios son unánimes al subrayar que Jesús llamó a algunos, que llegaron a ser sus discípulos más cercanos. A ellos les ‘enseñaba’ todo lo concerniente al Reino de Dios. Entonces, ¿Qué debemos hacer? El ejercicio del verdadero discípulo, es decir: escuchar atentamente al maestro Jesús, ‘digerir’ pacientemente su enseñanza, practicar sin desfallecer y obedecerle: Haced lo que Él os diga (Juan 2, 5).

  

No es solo la mujer…Somos también nosotros: Los escribas y fariseos, reconocidos estudiosos de las Escrituras, han caído en una trampa: se han creído los jueces de los demás y han perdido el sentido de su propia fragilidad. Se creen perfectos y, desde su estado de perfección, observan, juzgan, condenan…Están a la caza de los demás, para ver en qué los sorprenden.

 

Así nos lo cuenta el evangelista Juan: La mujer fue sorprendida en adulterio. Qué fácil es caer en esta actitud farisaica.  Que cómodo es señalar la fragilidad y las incoherencias del otro, pero ¿Y las nuestras? Si fuésemos nosotros los ‘sorprendidos’, ¿En qué nos sorprenderían?

 

¿Cuál es nuestro interés respecto del prójimo? La manera como el evangelista Juan nos narra este episodio nos permite poner en paralelo dos posturas: Por un lado, la postura de los escribas y fariseos hacia la mujer (la condenan y le cierran toda posibilidad: debe morir - La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras). Por otro lado, la postura de Jesús: guarda silencio, espera, confronta, despeja, rescata, abre posibilidades: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.

  

¿Hacia dónde nos conduce Jesús en este relato?

 

  • Hacia la conciencia de la propia fragilidad.

 

  • Hacia los terrenos de la misericordia.

 

  • Hacia el respeto total para con el prójimo.

 

  • Hacia la escucha amorosa del Maestro.

 

Esta es la propuesta de este quinto domingo de Cuaresma.

 

 

Terminemos nuestra reflexión orando con el…

 

 

Salmo 126

El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

 

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares. R.

 

Hasta los gentiles decían: "El Señor ha estado grande con ellos." El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. R.

 

Que el Señor cambie nuestra suerte, como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares. R.

 

Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas. R.


 

¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?

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