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Revelaciones de los santos sobre el lugar del Purgatorio - 3

Una visión sobre el interior del Purgatorio es la de Santa Liduvina de Schiedam , quien murió en 1433, y cuya historia, escrita por un sacerdote contemporáneo suyo, es de la más perfecta autenticidad.



Una visión sobre el interior del Purgatorio es la de Santa Liduvina de Schiedam , quien murió en 1433, y cuya historia, escrita por un sacerdote contemporáneo suyo, es de la más perfecta autenticidad.Una visión sobre el interior del Purgatorio es la de Santa Liduvina de Schiedam , quien murió en 1433, y cuya historia, escrita por un sacerdote contemporáneo suyo, es de la más perfecta autenticidad.




PRIMERA PARTE



Capítulo 7 - Lugar del Purgatorio. - Santa Liduvina de Schiedam

Una tercera visión sobre el interior del Purgatorio es la de Santa Liduvina de Schiedam (14 de abril), quien murió el 11 de abril de 1433, y cuya historia, escrita por un sacerdote contemporáneo suyo, es de la más perfecta autenticidad.

 

 

Esta admirable virgen, un verdadero prodigio de la paciencia cristiana, fue presa de todos los dolores asociados con las enfermedades más crueles, durante el período de treinta y ocho años.

 

Sus dolores le impedían dormir; pasaba largas noches en oración, y luego, a menudo transportada en espíritu, era conducida por su ángel de la guarda a las misteriosas regiones del Purgatorio.

 

Allí vio moradas, prisiones, varios tipos de mazmorras, cada uno más triste que el otro; se encontró con almas que conocía y se le mostraron sus diversos castigos.

 

Uno podría preguntarse cuál era la naturaleza de estos viajes en éxtasis... y es difícil de explicar; pero uno puede concluir merced a otras circunstancias, que dichos viajes eran más reales de lo que uno podría creer.

 

La santa enferma hizo viajes similares y peregrinaciones a los lugares santos de Palestina, a las iglesias de Roma y a los monasterios de los alrededores.

 

Ella trajo de vuelta el conocimiento más preciso acerca de estos lugares.

 

Un día un monje del monasterio de Santa Isabel, se puso a hablar con ella acerca de las celdas, del capítulo, del refectorio de su comunidad; entonces ella le hizo una descripción exacta y detallada de toda su casa, como si hubiera pasado allí toda su vida.

 

Cuando el religioso le manifestó su sorpresa, ella le dijo: “Sepa, Padre, que he estado en su monasterio, he visitado todas las celdas, he visto los ángeles de la guarda de todos los que allí viven”.

 

Aquí está uno de los viajes de nuestra Santa al Purgatorio.

 

Un desafortunado pecador, que había estado en los caminos torcidos del mundo, se convirtió finalmente, y gracias a las oraciones de Santa Liduvina y a sus urgentes exhortaciones, hizo una sincera confesión de todos sus desórdenes, recibió la absolución, pero no tuvo tiempo de hacer mucha penitencia porque murió de la peste poco tiempo después.

 

La santa ofreció mucha oración y sufrimientos por su alma; y algún tiempo después, habiendo sido guiada por su ángel al Purgatorio, deseaba saber si él seguía allí y cuál era su situación.

 

Él está allí, dijo su guía celestial, y está sufriendo mucho. ¿Estarías dispuesta a soportar alguna pena para disminuir la suya?

 

“Sin duda”, respondió ella; “estoy dispuesta a hacer cualquier cosa para ayudarlo”.

 

Inmediatamente el ángel la condujo a un lugar de tortura espantosa: “¿Es este el Infierno, hermano mío?”, preguntó horrorizada la santa muchacha.

 

“No, hermana -respondió el ángel-, pero esta parte del Purgatorio es contigua al Infierno”.

 

Mirando para todos los lados, vio algo así como una enorme prisión rodeada de muros de altura prodigiosa, cuya oscuridad y piedras monstruosas le producían espanto.

 

Al acercarse a este siniestro recinto, escuchó un ruido confuso de voces que emitían lamentos, gritos de furia, cadenas, instrumentos de tortura, golpes violentos que los verdugos descargaban sobre sus víctimas.

 

Era un ruido tal que todo el estruendo que se produce en el mundo, en las tormentas y en las guerras no tenía punto de comparación.

 

Liduvina le preguntó a su buen ángel: “¿Qué es este horrible lugar?”

 

“Es el Infierno”, respondió. “¿Quieres que te lo enseñe?”

 

“No, por favor”, dijo ella, congelada de espanto, “el ruido que estoy escuchando es tan terrible que no puedo soportarlo más. ¿Cómo podría entonces soportar ver tales horrores?”

 

Continuando su misterioso viaje, vio a un ángel que denotaba tristeza, sentado en el borde de un pozo.

 

“¿Quién es este ángel?”, le preguntó a su guía.

 

“Es”, respondió, “el ángel guardián del pecador cuyo destino os interesa. Su alma está en ese pozo donde está haciendo un purgatorio especial”.

 

Ante estas palabras, Liduvina lanzó una mirada expresiva a su ángel, deseando ver el alma que le era querida, y trabajar para sacarla de esa espantosa mazmorra.

 

Su ángel, que comprendió lo que quería, levantó la tapa de dicho pozo merced a un acto de su poder; entonces, un torbellino de llamas escapó de él, junto con gritos quejumbrosos.

 

“¿Reconoces esa voz?”, dijo el ángel.

 

“¡Ay! Sí”, respondió la sierva de Dios.

 

“¿Deseas ver esta alma?”, añadió.

 

Ella respondió afirmativamente y él llamó al alma por su nombre. Inmediatamente nuestra virgen vio aparecer en la apertura del pozo, un espíritu envuelto en fuego, como si fuese un metal incandescente, que le dijo con una voz mal articulada: “¡Oh Liduvina, sierva de Dios, quien me dará el poder de contemplar el rostro del Altísimo!”

 

La visión de esta alma en el más terrible tormento de fuego produjo en nuestra santa tal convulsión, que su cinturón, nuevo y muy resistente, que llevaba alrededor de su cuerpo, se partió en dos; y no pudiendo soportar más esta visión, volvió repentinamente de su éxtasis.

 

 Los presentes a su alrededor, al notar su terror, le preguntaron qué le pasaba. - “¡Ay!” -respondió ella-, “¡qué espantosas son las prisiones del Purgatorio! Es para ayudar a las almas que acepto ir allí. Si no fuese por tal motivo, aunque me dieran en posesión todo el mundo yo no querría soportar el horror de un espectáculo tan espantoso”.

 

Unos días más tarde, el mismo ángel que ella había visto tan triste, se le apareció con un rostro alegre: le dijo que el alma de su protegido había salido del pozo y había pasado al Purgatorio ordinario.

 

Este alivio parcial no fue suficiente para el espíritu caritativo de Liduvina: continuó rezando por el pobre sufriente y aplicándole los méritos de su sufrimiento, hasta que por fin vio las puertas del Cielo abrirse ante él.





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