En Defensa de la Fe


Primer Domingo de Adviento Ciclo A 2019

Te comparto la reflexión correspondiente al Primer Domingo de Adviento Ciclo A 2019, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.



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Nota acerca de la fecha: En el 2019, corresponde al Domingo 1° de Diciembre.



Comenzamos un nuevo año litúrgico. Quisiera aprovechar esta oportunidad, para poner en perspectiva lo que la liturgia y la espiritualidad cristiana nos proponen.  Desde el punto de vista cronológico nos parece que los años litúrgicos se repiten, pero, en realidad, no se trata del ‘eterno retorno de lo mismo’, sino de un movimiento ascendente, descendente, vinculante y expansivo del espíritu.



Antes del diluvio, la gente comía y..., hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombreAntes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre




Veamos las lecturas



Isaías 2,1-5

El Señor reúne a todas las naciones en la paz eterna del Reino de Dios

 

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén: Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: "Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén la palabra del Señor." Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.



Romanos 13,11-14

Nuestra salvación está cerca

 

Hermanos: Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestíos del Señor Jesucristo.



Mateo 24,37-44

Estad en vela para estar preparados

 

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por lo tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.

 

 

Sí, comenzamos un nuevo año litúrgico, pero hemos dicho que se trata de vivir un movimiento ascendente, descendente, vinculante y expansivo del espíritu.

 

Ascendente, porque nos invita a trascender, a orientar siempre nuestra mirada hacia lo valioso, lo permanente, lo realmente importante y, en últimas, al encuentro pleno y definitivo con Dios:

 

“Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.  Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.”

(Col 3,1-2)

 

Descendente, porque de lo que se trata es de superar la superficialidad, es decir, no contentarnos con discursos superficiales, con pseudo-explicaciones. Por el contrario, se trata de comprender mejor aquello que creemos y de ahondar (profundizar) en nuestra relación con Dios, en Cristo Jesús y en las implicaciones de decir sí al llamado de Jesús, que nos sigue invitando: ¡SÍGUEME!

 

San Pablo nos da un ejemplo claro de la profundidad que alcanzó en la comprensión del misterio de Cristo cuando escribe:

 

Cristo Jesús, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que está sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

(Fil 2,5-11)

 

Vinculante, porque en nosotros debe realizarse aquello que Jesús quiso enseñar con la parábola del Buen Samaritano: que no se trata de pasar al lado de los sufrientes y necesitados de este mundo sin sentirse interpelado, sino de sentir compasión, abrir el corazón, establecer lazos y disponerse a ayudar:

 

“Pero un samaritano que iba de viaje llegó al lugar donde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él. Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos monedas de plata y se las dio al dueño del alojamiento. “Cuídelo —le dijo—, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando yo vuelva””

(Lc 10, 33-35)

 

Y, finalmente, Expansivo, porque nadie que conozca el amor de Dios, nadie que se encuentre con Jesucristo puede quedarse callado. Hay que comunicar a otros esta extraordinaria experiencia e invitarlos a participar en ella: en nosotros debe operarse esa expansión que vivió la Samaritana:

 

“Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo? Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a Él.”

(Jn 28-30)

 

«Ad-viento» es la apócope de «ad-venimiento», lo cual significa que algo o alguien va a llegar; en este caso, se trata de Cristo (el Ungido) de Dios y su Reinado. Según la teología cristiana se trata de dos venidas:

 

La primera venida es la que ya tuvo lugar históricamente, que es la celebraremos en Navidad: la llegada (venida) de Dios en la persona del niño que nace en Belén y que es bautizado con el nombre de Jesús (que significa Dios salva): “… dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados.

 

La segunda venida (llamada Parusía) es la que – según la mentalidad de los primeros cristianos – acontecerá cuando Jesús – en su gloria – vendrá para recapitular todo, poner todas las cosas bajo el amor del Padre. Esta segunda venida, en la visión clásica de la teología cristiana coincidirá con el fin al mundo, el «juicio (evaluación) final y con la apertura de una ‘etapa’ definitiva de triunfo del bien sobre el mal:

 

“Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y Él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas.”

(Ap 21, 1-5)

 

Recordemos que hay que interpretar el lenguaje y quedarnos con las convicciones profundas que constituyen la esencia del evangelio:

 

1.     La presencia y acción amorosas de Dios en, para y con su creación.

 

2.     La existencia de un proyecto creador y el desarrollo de una acción salvadora de parte de Dios.

 

3.     La revelación plena de Dios en la persona de Jesús.

 

4.     La experiencia de seguimiento de Jesús como experiencia de conversión-maduración-salvación.

 

5.     El compromiso por la construcción de un mundo mejor, desde los valores del evangelio. No aspirar al ‘cielo’ sin compromiso con la vida y con la historia.

  

6.     La aspiración (y tarea) de luchar contra el mal y superarlo, desde la permanente unión con Dios.

 

7.     La esperanza como motor de la existencia.

 

8.     El deseo radical de plenitud, de sentido, de realización, en Dios.

 

9.     El amor como motor de la auténtica transformación humana y social.

 

10.  La fraternidad y la solidaridad como exigencias fundamentales del evangelio.

 

11.  La misericordia como experiencia radical de relación con el prójimo y de acción responsable.

 

12.  La Verdad como base de todo proceso de formación, crecimiento y auténtica transformación.

 

13.  La paz como tarea ineludible en todo y tiempo, cultura y sociedad (primera lectura).

 

14.  La actitud de atención y discernimiento permanente que deber acompañar la cotidianidad del creyente cristiano (segunda lectura).

 

En el fondo, se trata de tomar en serio la experiencia de Dios, de vivir con Él, por Él y en Él, para que no nos pase lo que Jesús quiere dar a entender a sus discípulos, esto es, que la gente se acostumbró a vivir COMO SI DIOS NO EXISTIERA (Evangelio del día), pues – al igual que aquella generación de la que habla Jesús- también en la nuestra hay muchos que hoy comen, beben, se casan, compran, venden, van y vienen… pero Dios no hace parte de sus vidas, de su horizonte de comprensión.

 

 

Terminemos nuestra reflexión orando con el…

 

 

Salmo 121

Vamos alegres a la casa del Señor.

 

Qué alegría cuando me dijeron: / "Vamos a la casa del Señor"! / Ya están pisando nuestros pies / tus umbrales, Jerusalén. R.

 

Allá suben las tribus, / las tribus del Señor / según la costumbre de Israel, / a celebrar el nombre Señor; / en ella están los tribunales de justicia, / en el palacio de David. R.

 

Desead la paz a Jerusalén: / "Vivan seguros los que te aman, / haya paz dentro de tus muros, / seguridad en tus palacios". R.

 

Por mis hermanos y compañeros, / voy a decir: "La paz contigo". / Por la casa del Señor, nuestro Dios, / te deseo todo bien. R.

 

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