En Defensa de la Fe


Solemnidad de Pentecostés Ciclo C 2019

Te comparto la reflexión correspondiente a la Solemnidad de Pentecostés Ciclo C 2019, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.



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Nota acerca de la fecha: En el 2019, corresponde al Domingo 9 de Junio.




Tenemos el reto de ser personas auténticamente espirituales. Para ello debemos darnos cuenta de que la dimensión espiritual no es un añadido a nuestra estructura humana, sino la dimensión más profunda de nuestra humanidad.  Y nuestra más honda dimensión humana está abierta a la trascendencia, al encuentro con Dios, a la unión de nuestro espíritu con el suyo. Pentecostés nos habla de la comunión espiritual con Dios.   Este domingo, la atención de la Iglesia Católica se centra en la presencia y la acción del Espíritu Santo, que unido a nuestro espíritu nos motiva, empuja y orienta a buscar – como dijo san Pablo- los ‘bienes de arriba’.

 

Este Espíritu Santo que el mismo Jesús nos ha prometido viene en ayuda de nuestro espíritu, para que podamos avanzar en el camino de la perfección cristiana, perfección en el amor, en la práctica de la caridad, en el ejercicio existencial y cotidiano de la misericordia.

 

Podemos tener confianza en la acción de este Espíritu divino, pues Él ha estado siempre en acción: Ha estado activo desde la creación (La tierra no tenía entonces ninguna forma; todo era un mar profundo cubierto de oscuridad, y el espíritu de Dios se movía sobre el agua. [Génesis 1, 2]); ha acompañado toda la historia de salvación, porque Dios nos lo ha querido dar para que podamos andar por sus caminos (Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. [Ezequiel 36,26-28]).

 

Por otra parte, hizo posible la encarnación de Dios en nuestra humanidad (El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Dios altísimo se posará sobre ti. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios. [Lucas 1, 35]); condujo a Jesús de Nazaret en el desarrollo de su misión (Jesús regresó a Galilea en el poder del Espíritu, y las noticias acerca de Él se divulgaron por toda aquella comarca. [Lucas 4, 14]); el mismo Jesús promete a sus discípulos el Espíritu Santo como don que los guiará a la verdad completa (Cuando Él, el Espíritu de verdad venga, los guiará a la verdad plena, porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y les hará saber lo que habrá de venir. [Juan 16, 13]) .

 

Hoy celebramos el cumplimiento de esta promesa. Dios, en su Hijo Jesús, nos ha dado el Espíritu… Eso es lo que celebramos. Y nos lo ha dado para que sea nuestro protector, nuestro guía, nuestra fuente de sabiduría…Para que sea el alma y la fuerza de la Iglesia, representada por el grupo apostólico (Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. [Hechos 2, 4]).

 

Sí, es el Espíritu que nos ha sido dado para que, con los dones y carismas que Él distribuye, de manera diversa, cada uno se dedique al servicio de los demás (Nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.  Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para el bien de todos. (…) todas estas cosas las hace el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como Él quiere. [1ª Corintios 12, 3-7.11])

 

Este Espíritu que Jesús nos da, anima a la Iglesia y está presente en lo más íntimo de todo creyente, revelándole la hondura y la grandeza de lo que Dios quiso manifestar a toda la humanidad en Jesús de Nazaret. Es toda la Iglesia la que recibe el Espíritu y es capacitada para ser auténtica y fiel continuadora de la misión de Jesús.

 

Es el Espíritu Santo el que permite a los creyentes superar el miedo, el apocamiento, la tentación de comodidad.

 

Es el Espíritu Santo el que da a la Iglesia (y a cada creyente en particular) la fuerza para superar todos los obstáculos que se le presentan en el camino de la vida, a fin de que puedan dar testimonio del amor de Dios revelado en Jesús.

 

Es el Espíritu Santo el que actúa como maestro interior, que esclarece la conciencia del creyente y le permite hacer un discernimiento agudo de la voluntad de Dios.



Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.




Veamos las lecturas:



Hechos de los Apóstoles 2,1-11

Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar

 

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos preguntaban: "¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua".



I Corintios 12, 1-12

No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales. Sabéis que cuando erais gentiles, se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos. Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama maldito a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo. Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho común. Porque a este es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como Él quiere. Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.



Juan 20,19-23

Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo

 

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en su casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros". Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envió yo". Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos".

 

 

Algunas reflexiones

 

Propongo que nos centremos, hoy, de manera especial, en el texto propuesto por san Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles: El libro de los Hechos no es una simple reconstrucción de lo que sucedió en el primer siglo de nuestra era, cuando la Iglesia nació. El libro es – en realidad – una elaborada catequesis que busca ayudar a los cristianos (de aquella época y de siempre) a redescubrir su identidad, su capacidad misionera, su misión, su pertenencia eclesial activa y responsable, y, a vivir de manera profunda y seria su bautismo.

 

El texto propuesto busca despertar en nosotros el deseo de vivir una profunda experiencia espiritual. Más que quedarnos en los elementos maravillosos del relato, debemos ir al fondo de la teología y de la experiencia espiritual que allí se despliega. En este relato catequético Lucas usa símbolos y metáforas claves: el viento, el fuego, las puertas cerradas, la lista de pueblos, la predicación de unos y la escucha de otros en una clara sintonía de comprensión, etc.

 

El texto nos insiste en varias experiencias fundamentales:

 

1.     Hay diversas razones para estar unidos. Nos puede unir el miedo o el deseo de hacer algo juntos. Son dos posturas diferentes. Lo que nos debe reunir como cristianos es el deseo de participar de la vida de Dios y de la misión de Jesús. El miedo nos paraliza, el Espíritu nos llena de valor, expande nuestro corazón y nos invita a salir al encuentro de los demás.

 

2.     La liberación y la libertad son claves. Para ello, el autor del relato usa la imagen del viento. Con ella quiere aludir a la acción libre del Espíritu Santo. El viento es libre, no se lo puede encerrar, simplemente pasa refrescando, arrastrando, generando movimiento. El Espíritu Santo revela la libertad de Dios y hace libres a los creyentes. No se puede servir a Dios desde una lógica de esclavitud, sino desde el ejercicio responsable de la libertad. El Espíritu Santo es el que actualiza en nuestra vida aquello que San Pablo escribió a los cristianos de Galacia: “Para ser libres nos libertó Cristo, pero tengan cuidado de no volver a recaer en la esclavitud”

 

3.     El ardor espiritual: Cuando el Papa Juan Pablo II insistía en la necesidad de una nueva evangelización, decía que esta nueva evangelización debería ser: nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión. El fuego es el símbolo con el que se quiere aludir al ardor espiritual, a la pasión por el Reino de Dios, al amor profundo por Dios y por la misión. Por eso el espíritu se posa sobre cada discípulo (Es un Espíritu que actúa en la Iglesia como cuerpo, pero también en cada creyente). Más que estar buscando llamas de fuego encima de nuestras cabezas debemos examinar el ardor que habita en nuestro corazón. Recordemos lo que dijeron los dos discípulos de Emaús cuando se encontraron con Jesús resucitado: “¿No ardía nuestro corazón cuando nos explicaba las Escrituras?  ¿Arde nuestro corazón cuando leemos la Palabra de Dios? ¿Arde nuestro corazón cuando escuchamos la Palabra de Dios cada domingo, en la liturgia?

 

4.     Se trata de una experiencia personal: cada ser humano es único e irrepetible. Nadie puede substituir a otro. Esto es, igualmente, válido en lo que tiene que ver con el plan de Dios. Para Dios – que es Padre – ninguno de sus hijos sobra y cada uno tiene un puesto en su proyecto de salvación. Por eso es tan doloroso cuando alguien se sustrae, se niega, se resiste a este proyecto de amor. Por eso el autor insiste en que el Espíritu Santo se posa sobre cada uno. Dios no tiene hijos repetidos y, por la misma razón, cada hijo(a) está llamado(a) a dar su propia respuesta a la propuesta amorosa de Dios. Esta es una de las cuestiones fundamentales para cada creyente: la pregunta acerca de la calidad de tu respuesta a Dios. ¿Has pensado en esto?

 

5.     ¿Qué dejamos entrar? ¿De qué nos llenamos?: Muchas cosas entran en nosotros a lo largo de nuestra vida ¿De qué nos llenamos? ¿De qué llenamos nuestras relaciones? ¿De qué llenamos nuestros entornos? ¿De qué llenamos nuestras iglesias? ¿De qué llenamos la pastoral de la Iglesia?  Jesús nos invita, hoy, a dejarnos llenar del Espíritu Santo para poder comunicar las maravillas de Dios.  ¿De qué nos dejamos llenar?

 

6.     Una cosa es sugerir y otra es hacer caso: El Espíritu Santo es experto en AMOR, pues es el Espíritu de Dios y Dios es amor. San Lucas, en el texto, nos dice que el Espíritu sugería a los Apóstoles lo que debían comunicar (acerca de las maravillas de Dios). La experiencia espiritual consiste (entre otras cosas) en aprender a escuchar las sugerencias del Espíritu Santo, aprender a interiorizarlas, a discernirlas y a transformarlas en acción. Precisamente para esto es la meditación, el silencio, la oración y la conexión crítica con lo que pasa en el mundo.

 

7.     Amor de Dios para todo el mundo: El mensaje de la liturgia de hoy es claro: los cristianos no se deben encerrar ni deben formar entre ellos una especie de “club de perfectos”. La Iglesia no es ni deberá ser un club, sino un “instrumento dócil” en la manos de Dios para que el amor de Dios y el testimonio sobre Jesucristo llegue, hasta los confines de la tierra (Hech 1, 8). Por eso insiste en una lista de pueblos (que simbolizan al mundo entero, pues son los pueblos conocidos en esa época). Todos los pueblos están presentes en Jerusalén (se cumple así lo anunciado por los profetas Isaías y Miqueas): “Al final de los tiempos estará firme el monte en la casa del Señor (…) hacia él confluirán las naciones, caminarán pueblos numerosos. Dirán: Vengan, subamos al monte del Señor (…) y marcharemos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la Ley, de Jerusalén brotará la Palabra de Dios…” (Isaías 2, 2-4; Miqueas 4, 1 – 3) ¿Cómo estamos viviendo este espíritu de universalidad?

 

 

Terminemos nuestra reflexión orando con el…

 

 

Salmo 103

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

 

Bendice, alma mía, al Señor: / ¡Dios mío, qué grande eres! / Cuántas son tus obras, Señor; / la tierra está llena de tus criaturas. R.

 

Les retiras el aliento, y expiran / y vuelven a ser polvo; / envías tu aliento, y los creas, / y repueblas la faz de la tierra. R.

 

Gloria a Dios para siempre, / goce el Señor con sus obras. / Que le sea agradable mi poema, / y yo me alegraré con el Señor. R.

 


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