En Defensa de la Fe


Domingo de Ramos Ciclo C

Te comparto la reflexión correspondiente al Domingo de Ramos Ciclo C, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.



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Nota acerca de la fecha: En el 2016, corresponde al Domingo 20 de Marzo.



Llegamos al último domingo de Cuaresma. Jesús viene haciendo un largo camino. Al hacer camino, Jesús realiza su misión: hacer el bien, luchar contra el mal y hacer presente el Reino de Dios (que es la presencia amorosa de Dios que rescata, reconcilia y transforma la vida humana).

 

Con la llegada de Jesús a Jerusalén y los acontecimientos que recordamos durante la Semana Santa (pasión, muerte y resurrección de Jesús) llegamos al fin del camino misionero que el Maestro de Nazaret comenzó en Galilea. Toda su vida fue – como dice Lucas en el libro de Hechos de los Apóstoles – un pasar “haciendo el bien”.  Jerusalén es, pues, el lugar donde la misión llega a su clímax: allí irrumpirá plenamente (por la entrega total de Jesús) la salvación de Dios.  Allí el Reino de Dios se hace presente plenamente. A partir de allí se cerrará la etapa centrada en la vida histórica de Jesús y comenzará la etapa de la Iglesia, que animada e inspirada por el Espíritu Santo – deberá continuar la misión de Jesús (de esta nueva etapa es que nos hablan el  libro de los hechos de los Apóstoles, las Cartas de Pablo, las otras Cartas y, también, el libro del Apocalipsis).  

 

 

ENTRADA DE JESUS EN JERUSALÉN (LOS RAMOS)

 

Lucas 19, 29-44

 

¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor!

 

Y aconteció que cuando se acercó a Betfagé y a Betania, cerca del monte que se llama de los Olivos, envió a dos de los discípulos, diciendo: Id a la aldea que está enfrente, en la cual, al entrar, encontraréis un pollino atado sobre el cual nunca se ha montado nadie; desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", de esta manera hablaréis: "Porque el Señor lo necesita." Entonces los enviados fueron y lo encontraron como Él les había dicho. Mientras desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino? Y ellos respondieron: Porque el Señor lo necesita. Y lo trajeron a Jesús, y echando sus mantos sobre el pollino, pusieron a Jesús sobre él. Y mientras Él iba avanzando, tendían sus mantos por el camino. Cuando ya se acercaba, junto a la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, regocijándose, comenzó a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto, diciendo: ¡BENDITO EL REY QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas! Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. Respondiendo Él, dijo: Os digo que si éstos callan, las piedras clamarán. Cuando se acercó, al ver la ciudad, lloró sobre ella, diciendo: ¡Si tú también hubieras sabido en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Porque sobre ti vendrán días, cuando tus enemigos echarán terraplén delante de ti, te sitiarán y te acosarán por todas partes. Y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no conociste el tiempo de tu visitación.

 

 

El Domingo de Ramos es la última etapa de este itinerario misionero y espiritual: Jesús llega a Jerusalén, que es el corazón del pueblo, de la nación. No olvidemos que, en Jerusalén, está el Templo (centro religioso alrededor del cual gira la vida de piedad de todo el pueblo), pero también allí están las instituciones romanas (el imperio que se encuentra dominando a Israel por aquella época).

 

La entrada de Jesús en Jerusalén fue un acontecimiento que pudo haber tenido diversas interpretaciones:

 

1)   Para unos, fue la entrada del Mesías a la Capital. De hecho muchos de los seguidores de Jesús albergaban seriamente la posibilidad de que Él fuera el Mesías anunciado en el Antiguo Testamento. En este Mesías Dios se revelaba plenamente y dejaba ver cómo el pueblo elegido sería luz para todos los pueblos. Por eso gritan: ¡Bendito el que   viene en nombre del Señor. Hosanna!

 

2)   Para otros, Jesús pasó inadvertido. Seguramente se trataba (pensarían) de uno de tantos maestros espirituales, que pasaba por la ciudad.

 

3)   Para otros, esta entrada era el signo de una amenaza mayor: pues algunos pensaban en un Mesías de corte político, que sería el liberador del yugo de la potencia romana. Para los romanos y para los judíos “colaboracionistas” esto no era una Buena Noticia.  

  

Como vemos, las cosas no eran o blancas o negras… había muchos matices, varias corrientes, pluralidad de perspectivas y mezcla de intereses.

 

La entrada – que en primer momento es motivo de fiesta – se transforma en una tragedia: el Mesías es apresado, ultrajado, desconocido y condenado a muerte. Es aquí donde aparece la cruz, que también puede significar varias cosas, según sea el horizonte desde donde se la interprete:

 

1)   Para las autoridades judías opuestas a Jesús, la cruz era, por fuerza de la necesidad, el modo de deshacerse de Jesús. Ellas – por estar bajo el dominio romano – no podían aplicar la pena de muerte (que sería, en clave judía, la lapidación), entonces la crucifixión les venía muy bien.

 

2)   Para las autoridades romanas era el modo de ejecución (pena de muerte) aplicado a los criminales peligrosos, a los sediciosos y a los revoltosos políticos de alta peligrosidad. De hecho, el imperio romano crucificó (no sólo en Israel) enorme cantidad de gentes de los pueblos vasallos.

 

3)   Para los seguidores de Jesús de aquel momento (el grupo de los Doce y los seguidores de la primera hora) la crucifixión fue un “balde de agua helada”. Ellos albergaban la posibilidad de que este Jesús de Nazaret fuese realmente el Mesías y, al ser crucificado por los romanos [pero por complot de las autoridades religiosas judías] este Jesús quedaba descalificado. Eso nos permite, por ejemplo, comprender la crisis y la desesperanza de los discípulos que van para Emaús (Lucas 24)  

 

4)   Para quienes – después de la resurrección – se transformaron en seguidores de Jesús-Mesías e Hijo de Dios, la crucifixión fue un doloroso acto de rechazo de la salvación por parte del pueblo de Israel. Pero la cruz y la muerte en cruz pasaron a simbolizar el amor extremo de Dios (que no duda en enviar a su Hijo al mundo para revelar su salvación) y el amor extremo de Jesús (que no duda en exponer su propia vida para cumplir la misión que Dios Padre le encomendó). Pero recordemos que este significado es post-pascual (es decir, es posible sólo después de la Resurrección y de la experiencia de encuentro con el Resucitado vivida por los primeros cristianos).

 

Hay que tener, pues, cuidado al hablar de la cruz y, definir desde cuál perspectiva estamos hablando.



Isaías 50, 4-7

No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado

 

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

 

 

La primera lectura nos presenta un profeta anónimo, a quien Dios envía para comunicar el mensaje de salvación y que - por realizar esta misión – debe pasar por la incomprensión, el rechazo y la persecución. A pesar de estas situaciones adversas, el profeta insiste en ir hasta el final en su misión, poniendo toda su confianza en Dios. Jesús vivirá una experiencia similar. Lo podemos ver en su oración: “Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.” Lo vivido por este profeta sirvió a los primeros cristianos para captar la profundidad de la vida de Jesús. Ellos comprenden que, en Jesús, se cumplen las Escrituras del Antiguo Testamento. Por tanto, Jesús es PROFETA y SIERVO DE DIOS en sumo grado.

 

El texto de la primera lectura es uno de los 4 cantos del Siervo de Yahvé. Estos cantos nos hablan de la figura enigmática de un Siervo de Dios, que debe realizar la misión que Dios le ha encomendado,  en medio de un clima hostil. Por eso su misión está asociada al sufrimiento. Aunque la misión de este Servidor de Dios termina dramáticamente, el sufrimiento del profeta tiene sentido: su esfuerzo no fue en vano, su sacrificio tiene poder redentor (salvador) y Dios lo recompensa por su entrega. El Servidor triunfa.   No sabemos exactamente a quién se refiere esta figura del Siervo. Hay varias hipótesis:

 

  • Unos dicen que se refiere a todo el pueblo de Israel como pueblo elegido para ser luz de las naciones.

 

  • Otros dice que se trata de un profeta concreto: Isaías o Jeremías.

 

  • Otros sostienen que es un personaje simbólico que hace alusión a todas las figuras representativas del camino espiritual del pueblo de Israel (Abraham, Moisés, David, todos los profetas).

 

Lo cierto es que esta figura del Siervo de Dios se aplicó con justa razón a Jesús y ella sigue inspirando a los creyentes cristianos, pues – precisamente por ser continuadores de la misión de Jesús – todos los cristianos deben ser servidores y cumplir en su vida aquellas palabras de Jesús: “Yo no vine a ser servido, sino a servir y dar mi vida en rescate por muchos”



Filipenses 2, 6-11

Se rebajó; por eso Dios lo levantó sobre todo

 

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre"; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

 

 

La segunda lectura, es un hermoso himno cristológico en el que se enfatizan algunos elementos claves que deben caracterizar la vida cristiana.

 

Recordemos que la ciudad de Filipos era una ciudad próspera y que su población estaba mayoritariamente constituida por ciudadanos romanos [la mayoría eran militares del ejército romano ya retirados]. Administrativamente esta ciudad dependía directamente del emperador y gozaba de los mismos privilegios de las ciudades italianas.

 

En esta ciudad, Pablo funda una de las más sólidas y queridas comunidades cristianas. Pero no era una comunidad cristiana perfecta (de hecho, ninguna comunidad lo es. Siempre se está “en camino de…”). Había algunas divisiones internas; a la comunidad le faltaba humildad y mayor capacidad de desprendimiento. Es por eso que Pablo, al escribirles, introduce en su carta este himno, en el que se resaltan actitudes y valores muy precisos: la humildad, el desprendimiento, el abajamiento y la actitud de servicio de Cristo. 

 

Veamos los elementos que resalta Pablo en este himno: 

 

1.   La actitud humilde de Cristo: A pesar de su condición divina se despoja, se abaja, se acerca al ser humano, se hace servidor. ¿No podríamos aprender mucho de esto?

 

2.   La apropiación de la condición humana: no juega a ser humano, sino que asume ser humano. Son cosas diferentes. Todos estamos llamados a asumir, acoger y realizar la condición humana.

 

3.   La obediencia de Jesús: pero se trata de una obediencia activa, madura, consciente, lo cual supone un ejercicio permanente del discernimiento (recordemos que en el camino Jesús fue tentado y tuvo que discernir, analizar, clarificar, decidir, actuar). Este es el tipo de obediencia que se propone a todo cristiano. No se trata de una obediencia ciega o servil. Se puede obedecer amorosa e inteligentemente.  

 

4.   El reconocimiento que Dios hace de la vida y obra de su Hijo: Por eso Dios lo exaltó y le dio el nombre, que está sobre todo nombre. La muestra mayor de este reconocimiento es que Dios Padre lo resucita y, al hacerlo, no sólo “certifica” a Jesús, sino que desenmascara la injusticia cometida contra Él y el error de quienes orquestaron su muerte. Por eso en el libro de los Hechos de los Apóstoles, los primeros cristianos denuncian y anuncian: “Ustedes lo mataron, colgándolo de un madero (…) Pero Dios lo sacó de la muerte y lo ha constituido Señor y Salvador”.  Este estribillo lo vamos a escuchar durante todo el período litúrgico pascual.

 

5.   La invitación a toda la humanidad a reconocer a Jesucristo y lo que Él ha revelado de Dios (Padre): Si Jesús ha sido reconocido por Dios y presentado como su Mesías, entonces estamos llamados a reconocerlo y adorarlo: “Que al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra, en el abismo. Y que toda lengua confiese que Jesucristo es SEÑOR, para gloria de Dios (Padre)”

 

No olvidemos que este himno (del cual hemos resaltados algunos elementos claves) es introducido por una frase extraordinaria de San Pablo: “Tengan entre Ustedes los mismos sentimientos de Cristo, el cual…”. (Sigue el himno). Entonces, lo que se nos quiere decir es que estos elementos del himno que resaltan características, actitudes y modos de actuar de Jesús deben verificarse en aquellos que han optado por creer en Él y seguirlo.

 

Parece ser que este himno ya existía en las comunidades cristianas y era recitado o cantado en las celebraciones. Pablo lo retoma y lo utiliza en función del mensaje que quiere dar a los filipenses en su carta.

 

El centro del himno es la persona de Cristo. Pablo quiere indicar que no hay otro centro y que todo cristiano debe configurar su vida según el modelo fuente (JESÚS).  El himno resalta la kénosis de Cristo (palabra griega quiere decir despojo-desprendimiento-vaciamiento).

 

Todo esto nos ayuda a comprender lo que celebramos en la Semana Santa.  El abajamiento de Cristo llegó a asumir dimensiones extremas y escandalosas: la muerte en cruz (que era considerada una muerte ignominiosa).   Es claro, en el himno (y en la lógica de Pablo) el llamado a la humildad, al desprendimiento, a la donación, a la sencillez, a la confianza absoluta en Dios. Sin duda, será un buen ejercicio meditar sobre la propia vivencia de estas actitudes, sobre esta forma de vida que nos propone Jesús.



Lucas 22, 14-23, 56

He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer

 

C. Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:

+ - «He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer, hasta que se cumpla en el reino de Dios.»

C. Y, tomando una copa, pronunció la acción de gracias y dijo:

+ - «Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios.»

 

Haced esto en memoria mía

 

C. Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:

+ - «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.»

C. Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo:

+ - «Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros.»

¡Ay de ése que entrega al Hijo del hombre!

«Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa. Porque el Hijo del hombre se va, según lo establecido; pero, ¡ay de ése que lo entrega!»

C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso.

 

Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve

 

C. Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía ser tenido como el primero. Jesús les dijo:

+ - «Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre vosotros pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve.

Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.

Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os transmito el reino como me lo transmitió mi Padre a mí: comeréis y beberéis a mi mesa en mi reino, y os sentaréis en tronos para regir a las doce tribus de Israel.»

 

Tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos

 

C. Y añadió:

+ - «Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos.»

C. Él le contesto:

S. -«Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.»

C. Jesús le replicó:

+ - «Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado conocerme.»

 

Tiene que cumplirse en mí lo que está escrito

 

C. Y dijo a todos:

+ - «Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?»

C. Contestaron:

S. - «Nada.»

C. Él añadió:

+ - «Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la alforja; y el que no tiene espada, que venda su manto y compre una. Porque os aseguro que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito: Fue contado con los malhechores." Lo que se refiere a mí toca a su fin.»

C. Ellos dijeron:

S. - «Señor, aquí hay dos espadas.»

C. Él les contesto:

+ - «Basta.»

 

En medio de su angustia, oraba con más insistencia

 

C. Y salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:

+ - «Orad, para no caer en la tentación.»

C. Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba, diciendo:

+ - «Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.»

C - Y se le apareció un ángel del cielo, que lo animaba. En medio de su angustia, oraba con más insistencia. Y le bajaba hasta el suelo un sudor como de gotas de sangre. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la pena, y les dijo:

+ - «¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación.»

 

Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?

 

C. Todavía estaba hablando, cuando aparece gente; y los guiaba el llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús.

Jesús le dijo:

+ - «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?»

C. Al darse cuenta los que estaban con Él de lo que iba a pasar, dijeron:

S. - «Señor, ¿herimos con la espada?»

C. Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.

Jesús intervino, diciendo:

+ - «Dejadlo, basta.»

C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra Él:

+ - «¿Habéis salido con espadas y palos, como a caza de un bandido? A diario estaba en el templo con vosotros, y no me echasteis mano. Pero ésta es vuestra hora: la del poder de las tinieblas.»

 

Pedro, saliendo afuera, lloró amargamente

 

C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor, y Pedro se sentó entre ellos.

Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se lo quedó mirando y dijo:

S. - «También éste estaba con Él.»

C. Pero él lo negó, diciendo:

S. - «No lo conozco, mujer.»

C. Poco después lo vio otro y le dijo:

S. - «Tú también eres uno de ellos.»

C. Pedro replicó:

S. - «Hombre, no lo soy.»

C. Pasada cosa de una hora, otro insistía:

S. - «Sin duda, también éste estaba con Él, porque es galileo.»

C. Pedro contestó:

S. - «Hombre, no sé de qué me hablas.»

C. Y, estaba todavía hablando, cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente.

 

Haz de profeta; ¿quién te ha pegado?

 

C. Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de Él, dándole golpes.

Y, tapándole la cara, le preguntaban:

S. - «Haz de profeta; ¿quién te ha pegado?»

C. Y proferían contra Él otros muchos insultos.

Lo hicieron comparecer ante su Sanedrín

C. Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y escribas, y, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le dijeron:

S. - «Si tú eres el Mesías, dínoslo.»

C. Él les contesto:

+ - «Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto, no me vais a responder.

Desde ahora, el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso.»

C. Dijeron todos:

S. - «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?»

C. Él les contestó:

+ - «Vosotros lo decís, yo lo soy.»

C. Ellos dijeron:

S. - « ¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.»

C. Se levantó toda la asamblea, y llevaron a Jesús a presencia de Pilato.

 

No encuentro ninguna culpa en este hombre

 

C. Y se pusieron a acusarlo, diciendo:

S. - «Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que Él es el Mesías rey.»

C. Pilato preguntó a Jesús:

S. - « ¿Eres tú el rey de los judíos?»

C. Él le contestó:

+, - «Tú lo dices.»

C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:

S. - «No encuentro ninguna culpa en este hombre.»

C. Ellos insistían con más fuerza, diciendo:

S. - «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.»

C. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y, al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días.

 

Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio

 

C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de Él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero Él no le contestó ni palabra.

Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de Él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal.

 

Pilato entregó a Jesús a su arbitrio

 

C. Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo:

S. - «Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.»

C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa, diciendo:

S. - « ¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.»

C. A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.

Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando:

S. - « ¡Crucifícalo, crucifícalo!»

C. Él les dijo por tercera vez:

S. - «Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.»

C. Ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío.

Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.

 

Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí

 

C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.

Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por Él.

Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:

+ - «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: "Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado." Entonces empezarán a decirles a los montes: "Desplomaos sobre nosotros", y a las colinas: "Sepultadnos"; porque, si así tratan al leño verde, ¿qué pasara con el seco?»

C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con Él.

 

Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen

 

C. Y, cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a Él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

Jesús decía:

+ - «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»

C. Y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte.

 

Éste es el rey de los judíos

 

C. El pueblo estaba mirando.

Las autoridades le hacían muecas, diciendo:

S - «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si Él es el Mesías de Dios, el Elegido.»

C. Se burlaban de Él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:

S. - «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»

C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.»

 

Hoy estarás conmigo en el paraíso

 

C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:

S. - « ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»

C. Pero el otro le increpaba:

S. - « ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.»

C Y decía:

S. - «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»

C. Jesús le respondió:

+ - «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»

 

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

 

C. Era ya eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:

+ - «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.»

C. Y, dicho esto, expiró.

 

(Todos se arrodillan, y se hace una pausa)

 

C. El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios, diciendo:

S. - «Realmente, este hombre era justo.»

C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvía dándose golpes de pecho.

Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.

 

José colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro excavado

 

C. Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no había votado a favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de Arimatea, pueblo de Judea, y que aguardaba el reino de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía.

Era el día de la Preparación y rayaba el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el sepulcro y cómo colocaban su cuerpo. A la vuelta, prepararon aromas y ungüentos. Y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.

 

 

El texto del evangelio nos invita a contemplar la pasión y muerte de Jesús de Nazaret. Pensemos en una vida dedicada al amor, al servicio, al cuidado de la vida, al rescate de la humanidad, pero que es truncada por los juegos de poder, por el egoísmo, por la envidia y la miopía espiritual y ética.  Para Jesús se trata del momento decisivo de su testimonio. Seguramente la tentación vino: Salva tu vida, huye, reniega de tu misión, retráctate de todo lo que has dicho sobre Dios y sobre su salvación; niega las críticas que has hecho a las estructuras religiosas de tu pueblo, etc. El momento es difícil, vuelven a resonar las palabras de Jesús pronunciadas en su oración en el huerto: “Padre, aparta de mí este cáliz”, pero vuelven a resonar en nuestro corazón las palabras que revelan el acto de confianza de Jesús: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. Persecución, drama, sufrimiento, traición, confianza, arrepentimiento… Todo esto se mezcla en la narración de la pasión.  ¿No es una pequeña síntesis de la historia humana de todos los tiempos? ¿No es un espejo de nuestra propia vida?

 

Lo importante es comprender que la muerte de Jesús debe ser comprendida por nosotros en el contexto de lo que fue su vida. La muerte en cruz no es un capítulo desconectado de su camino misionero, sino el punto de llegada y de mayor compromiso en el desarrollo de la misión: anunciar la Buena Noticia a los pobres, curar los corazones heridos, liberar a los oprimidos, hacer presente la gracia de Dios y vencer el mal que destruye la creación entera.  

 

La acción liberadora de Jesús entró en choque con el egoísmo humano, fuertemente anclado en el corazón y en las estructuras sociales, políticas y religiosas de su época. Jesús no dudó en criticar la injusticia, en denunciar una religión que falseaba el amor de Dios y unas concepciones culturales que, en lugar de liberar, esclavizaban. Las autoridades políticas y religiosas de la época se sintieron incomodadas por Jesús y, para proteger sus privilegios, decidieron deshacerse de Él.

 

Así las cosas, la muerte de Jesús en la cruz es la consecuencia lógica de su compromiso con el Reino de Dios.  Para Jesús, su muerte fue la afirmación más radical de su amor por la humanidad y de su fidelidad al Padre Dios. Con su entrega total, Jesús hace totalmente praxis lo que anunció. Palabra y acción se unifican, se respaldan. Por eso, para la teología cristiana, en la cruz podemos contemplar al Hombre Nuevo tal como Dios lo quiere, al  ser humano maduro en el amor, capaz de donarse. Esto es lo que Pablo nos sugiere cuando nos escribe en alguna de sus cartas: “Debemos pasar del hombre viejo al hombre nuevo”. Esto es lo que significa, en cristiano, ser espiritual.   Es en esta perspectiva que debemos meditar este relato de la pasión y vivir esta experiencia de Semana Santa.

 

 

Terminemos nuestra reflexión orando con el…



Salmo 21

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

 

Al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: "Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre, si tanto lo quiere." R.

 

Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores; me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos. R.

 

Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.

 

Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alabadlo; linaje de Jacob, glorificadlo; temedlo, linaje de Israel. R.



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