En Defensa de la Fe


Domingo 32 del Tiempo Ordinario Ciclo C 2019

Te comparto la reflexión correspondiente al Domingo 32 del Tiempo Ordinario Ciclo C 2019, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.



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Nota acerca de la fecha: En el 2019, corresponde al Domingo 10 de Noviembre.




Al ir cerrando el año litúrgico, las lecturas de la Biblia vuelven a orientar nuestra mirada hacia el elemento fundamental de la fe en Cristo: la Resurrección.

 

En las dos fórmulas del Credo afirmamos este aspecto fundamental de la vida de la Iglesia:

 


Credo de los Apóstoles


Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo su único Hijo Nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo.
Nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, todopoderoso.
Desde allí va a venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica
la comunión de los santos, el perdón de los pecados,
la Resurrección de la carne y la Vida Eterna. Amén

Credo Nicenoconstantinopolitano


Creemos en un solo Dios,

Padre todopoderoso,

Creador del cielo y de la tierra,

de todo lo visible y lo invisible;

y en un solo Señor, Jesucristo, el unigénito de Dios,

nacido del Padre antes de todos los siglos,

luz de luz,

Dios verdadero de Dios verdadero;

engendrado, no creado, consustancial con el Padre,

por quien todo fue hecho;

que por nosotros los hombres y por nuestra salvación

bajó del cielo

y se encarnó por obra del Espíritu Santo

y de María la Virgen

y se hizo hombre;

por nuestra causa fue crucificado

en tiempo de Poncio Pilato

y padeció y fue sepultado,

y resucitó al tercer día

según las Escrituras

y subió al cielo;

y está sentado a la derecha del Padre;

y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos,

y su reino no tendrá fin.

Y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida,

que procede del Padre;

que con el Padre y el Hijo recibe una misma

adoración y gloria,

que habló por los profetas.

En una Iglesia santa, católica y apostólica.

Confesamos un solo bautismo para la remisión de los pecados.

Esperamos la Resurrección de los muertos





En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la Resurrección no se casarán… no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la ResurrecciónEn esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la Resurrección no se casarán… no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la Resurrección




Veamos las lecturas.



II Macabeos 7, 1-2. 9-14

El rey del universo nos resucitará para una vida eterna

 

En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley. Uno de ellos habló en nombre de los demás: "¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres." El segundo, estando para morir, dijo: "Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna." Después se divertían con el tercero. Invitado a sacar la lengua, lo hizo en seguida, y alargó las manos con gran valor. Y habló dignamente: "De Dios las recibí, y por sus leyes las desprecio; espero recobrarlas del mismo Dios." El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos. Cuando murió este, torturaron de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba para morir, dijo: "Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida".



II Tesalonicenses 2, 16-3, 5

El Señor os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas

 

Hermanos: Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas. Por lo demás, hermanos, rezad por nosotros, para que la palabra de Dios siga el avance glorioso que comenzó entre vosotros, y para que nos libre de los hombres perversos y malvados, porque la fe no es de todos. El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno. Por el Señor, estamos seguros de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos enseñado. Que el Señor dirija vuestro corazón, para que améis a Dios y tengáis la constancia de Cristo.



Lucas 20, 27-38

No es Dios de muertos, sino de vivos

 

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la Resurrección, y le preguntaron: "Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último, murió la mujer. Cuando llegue la Resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella." Jesús les contestó: "En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la Resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la Resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para Él todos están vivos."

 

 

Algunas reflexiones

 

La liturgia de este domingo toca el tema fundamental de la fe cristiana: la Resurrección y la esperanza en la Resurrección.

 

Ya lo decía san Pablo en el capítulo 15 de la 1ª Carta a los Corintios:

 

12 Ahora bien, si se predica que Cristo ha sido levantado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de ustedes que no hay resurrección? 13 Si no hay resurrección, entonces ni siquiera Cristo ha resucitado. 14 Y, si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación no sirve para nada, como tampoco la fe de ustedes15 Aún más, resultaríamos falsos testigos de Dios por haber testificado que Dios resucitó a Cristo, lo cual no habría sucedido si en verdad los muertos no resucitan. 16 Porque, si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado. 17 Y, si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es ilusoria y todavía están en sus pecados.”

 

La resurrección y la fe pascual (que es la fe del cristiano) no es cuestión menor. Sin ellas todo el edificio de la fe cristiana se cae. Aspiramos a resucitar, a trascender esta vida, a acceder a una vida plena, a lograr la plena comunión con Dios. Por eso san Pablo escribe en ese mismo capítulo 15 de la 1ª carta a los corintios:

 

“Lo que se siembra en corrupción resucita en incorrupción; 43 lo que se siembra en oprobio resucita en gloria; lo que se siembra en debilidad resucita en poder; 44 se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual.”

 

Pero ¿cómo podemos resucitar? La respuesta dada al creyente cristiano es: siguiendo a Jesús, prolongando en la propia vida sus sentimientos, valores, opciones, actitudes y comportamientos. Esto quiere decir que hay una ineludible conexión entre el ‘más allá’ (la vida que esperamos) y el ‘más acá’ (la vida en la que ya estamos).  

 

Para muchos no existe otra vida. Piensan que la única vida que existe es la vida presente. Pero la fe del cristiano, la postura del cristiano es diferente. Son opciones de fondo que marcan la orientación de la existencia en su totalidad. Los cristianos nos situamos en un horizonte de trascendencia que apunta a una vida plena, inacabable, incorruptible.

 

Sin embargo, sabemos que ese proceso de resurrección comienza ya, en la medida en que nos dejamos habitar por el amor de Dios y nos transformamos en canales y moradas de Dios. En ese sentido, entendemos que solo resucita lo que se sitúa dentro del horizonte y la dinámica del amor. El egoísmo es la negación de la Resurrección, nos impide resucitar.

    

La fe en la resurrección nos permite:

 

1.     Considerar la vida ‘terrena’ como un ‘paso’ hacia algo mayor.

 

2.     Entender la vida como un tránsito. Por eso la plegaria de difuntos dice:

 

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
 
En él brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección;
y así, a quienes la certeza de morir nos entristece,
nos consuela la promesa de la futura inmortalidad.
Porque para los que creemos en ti,
la vida no termina, sino que se transforma
,
y al deshacerse esta morada terrenal,
adquirimos una mansión eterna en el cielo.

 

3.     Asumir esta vida ‘terrena’ como una oportunidad de realización y de despliegue del amor en nosotros.

 

4.     Relativizar las cosas y realizaciones de este mundo, porque – aunque valioso- este mundo pasa.  

 

5.   Llenar la cotidianidad (por muy ordinaria que parezca) de sentido de trascendencia.

 

En el texto del evangelio se habla de fariseos y saduceos. Eran dos grupos, dos corrientes religiosas de la época de Jesús. Pensaban distinto. Los fariseos, al contrario de los saduceos, creían en la resurrección de los muertos.  Claro que, hay que decirlo, algunos de ellos concebían la resurrección de los muertos como la mera continuación de la vida terrena, solo que para siempre. Pensaban en una especie de revivificación del cadáver. 

 

Hay que ser cuidadosos: creemos en la resurrección, aspiramos a una vida plena, anhelamos la plena comunión con Dios, pero no sabemos aún cómo será todo aquello. ¿Cuál será el contenido real de lo que hemos llamado tradicionalmente resurrección? No es algo que se pueda describir, ni detallar, ni imaginar. Es una realidad que nos supera, pero que viene a nosotros como don, en Jesús. Cristo ha resucitado y con Él y en Él podremos resucitar.  

 

Para finalizar, conviene meditar algunas ideas que nos dejó el P. Carlos Bravo SJ, a propósito de este tema central de la fe cristiana:

 

  • En la Resurrección de Jesús no está en juego solamente su causa (su proyecto), sino su persona, pues – en Él – la causa se identifica con la persona misma, dado que en Él se realiza y manifiesta el designio de su salvación. Dada la identidad entre el mensaje y la causa, después de la muerte de Jesús era imposible seguir trasmitiendo las enseñanzas de Jesús independientemente de la persona.

 

  • La Resurrección de Jesús y la experiencia de Pascua (es decir, el encuentro con Jesús resucitado) es lo que hizo posible que su causa siguiera adelante, esto es, que sus discípulos dispersos se volvieran a congregar, que predicaran tanto a Jesús como su causa y que de ello naciera la Iglesia con una misión específica: ser continuadora de la misión de Jesús y signo de su presencia en el mundo.

 

  • Lo que ‘los discípulos de la primera hora’ afirman, luego de la experiencia de Pascua, es que ‘el mismo que murió en la cruz es el mismo que resucitó (y no otro) y continúa su existencia personal’ y que, presente en medio de ellos, los anima a llevar adelante su causa en la historia.

 

  • Con la resurrección se produjo un ‘nuevo comienzo’: la posibilidad de vivir de una manera nueva y la posibilidad de superar la muerte para entrar en una dimensión de vida cualitativamente diferente, totalmente otra.  

 

Celebremos con ardor el gran misterio de la fe.  Seamos portadores de vida y esperanza para todos, especialmente para los que sufren.

 

 

Terminemos nuestra reflexión orando con el…

 

 

Salmo 16

Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.

 

Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mi suplica, que en mis labios no hay engaño. R.

 

Mis pies estuvieron firmes en tus caminos, y no vacilaron mis pasos. Yo te invoco porque Tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras. R.

 

Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme. Yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante. R.



¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?

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