Te comparto la
reflexión correspondiente al Domingo 31 del Tiempo Ordinario Ciclo C 2019,
sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este
día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2019, corresponde al Domingo 3 de Noviembre.
La conciencia de nuestra fragilidad y de nuestro pecado nos permite renunciar a erigirnos como jueces de los demás. Tenemos una fuerte tendencia a juzgar, descalificar y condenar; pero Jesús con su ejemplo y su enseñanza nos ha mostrado otra lógica: “No he venido a buscar a los justos sino a los pecadores”.
La Iglesia, en realidad, no es una ‘sociedad perfecta’, sino una comunidad de pecadores, que – conscientes de estar en un proceso permanente de conversión - se comprometen a poner su vida al servicio de Dios, con la esperanza de contribuir a la transformación del mundo y de llegar, un día, al encuentro definitivo y pleno con Dios.
Jesús nos muestra que, en el corazón de Dios, el objetivo no es destruir al opresor ni maltratar al pecador, sino lograr su transformación. De lo que se trata es de hacer posible, desde la conversión del corazón humano, las relaciones de solidaridad y fraternidad, de respeto y ayuda. Dios nos invita permanentemente a descubrir:
1. Que el amor es una fuerza transformadora.
2. Que debemos renunciar a ‘etiquetar’ a las personas,
3. Que podemos abrir espacios, experiencias y posibilidades de cambio.
4. Que
el proceso de transformación al que nos invita Jesús debe guardar un lugar
especial para los pobres, los excluidos y los sufrientes de este mundo.
Te compadeces, Señor, de todos, porque amas a todos los seres.
Señor, el mundo entero es ante ti como grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra. Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. Y ¿cómo subsistirían las cosas, si tú no lo hubieses querido? ¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. Todos llevan tu soplo incorruptible. Por eso, corriges poco a poco a los que caen, les recuerdas su pecado y los reprendes, para que se conviertan y crean en ti, Señor.
Recordemos que el libro de Sabiduría se redactó hacia la primera mitad del siglo I a.C., es decir, poco antes del nacimiento de Jesucristo. Poco sabemos de su autor. Sabemos que se trataba de un judío de lengua griega que vivía en Alejandría. Este judío invita a la comunidad judía a rescatar la riqueza de su tradición religiosa, pues la cultura greco-romana amenazaba con imponerse e integrar dentro de sus moldes a las poblaciones judías de la diáspora.
El autor del libro parte de una convicción de fe fundamental: La verdadera sabiduría proviene de Dios y solo Él conduce a la felicidad plena.
Recordemos que, todavía en esta época, la reflexión teológica está centrada en la idea de premio (para los justos) y castigo (para los injustos). Desde esta lógica, la mejor manera de acabar con el mal es destruyendo a los ‘malvados’.
Pero el autor se atreve a hablar de algo diferente: de la benevolencia de Dios y de su misericordia. Dios tiene un corazón grande, capaz de comprender la debilidad de sus criaturas y de rescatarlas de los extravíos en que ellas puedan encontrarse. La reflexión teológica que hace el autor en el libro es muy interesante porque plantea varios elementos que justifican su postura:
1. Dios no es solo Dios de Israel, es también Dios de toda la humanidad. Por tanto, su grandeza y su amor desbordan los límites de cualquier cultura y pueblo. Su amor llega a todas las criaturas.
2. La misericordia de Dios se expresa a través de su paciencia y tolerancia con todos los seres humanos (y no solo con el pueblo de Israel). Esa tolerancia no es una invitación a la reincidencia en el pecado, sino a la conversión.
3. Dios busca siempre rescatar y perdonar. Somos los seres humanos los que excluimos y permanecemos en el odio. Somos los seres humanos los que, además, proyectamos en Dios nuestra sed de venganza y de destrucción.
4. El perdón es la experiencia liberadora por excelencia. Quien perdona se siente liberado y libera.
5. Todos los seres humanos llevamos dentro el Espíritu de Dios (el ‘soplo de vida’), por eso todo ser humano es capaz de trascender, de vivir la experiencia espiritual.
Recordemos que el objetivo de Dios no es castigar
y destruir, sino rescatar y abrir posibilidades de transformación.
Que Cristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en Él
Hermanos: Pedimos continuamente a Dios que los considere dignos de la vocación que han recibido, para que con su fuerza les permita cumplir sus buenos deseos y la tarea de la fe; para que Jesús, nuestro Señor, sea glorificado en ustedes, y ustedes en Él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo. Les rogamos, hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con Él, que no pierdan fácilmente la cabeza ni se alarmen por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras, como si afirmásemos que el día del Señor está encima.
San Pablo logró fundar, en la ciudad de Tesalónica, una comunidad cristiana entusiasta y fervorosa. Sin embargo, a Pablo le llegan noticias de que por Tesalónica habían pasado unos judíos que hostilizaban a la comunidad y que con sus enseñanzas habían provocado un clima tenso en el que la fe en Cristo Jesús corría peligro.
Pablo envía entonces a Timoteo a Tesalónica para mediar en esta situación, reconstruir la unidad y orientar a los cristianos. ¡Cuánta falta nos hace contar con líderes que hagan este trabajo, a la manera de Timoteo! Lo cierto es que cuando Timoteo vuelve al encuentro con Pablo le trae buenas noticias.
San Pablo aconseja a los cristianos permanecer fieles a Cristo, de modo que la vida de cada cristiano sea un testimonio inspirador. Cada cristiano debe, según Pablo, ser, allí donde vive, signo de Jesús. Por eso les insiste en una idea clave: su manera de vivir debe ser digna de la vocación que han recibido. ¿Llevo una vida digna de la vocación cristiana que recibí en el bautismo?
El texto insiste en la necesidad de que la acción de Dios y la acción del creyente se integren y haya unidad entre ellas. No basta con la buena voluntad y las buenas intenciones del creyente. No basta solo con confiar plenamente en Dios (y cruzarse de brazos esperando que Él lo haga todo). Hay que poner de nuestra parte y hacer un esfuerzo sostenido en el tiempo. Por eso se afirma en teología cristiana que Dios no nos salva sin nosotros.
La segunda parte del texto se centra en el tema del ‘día del Señor’. Con su postura Pablo pretende aclarar aquella confusión sembrada por predicadores que aparecieron diciendo que la segunda venida de Cristo acontecería en un tiempo muy próximo.
Este anuncio de la inminencia de la segunda venida de Cristo (venida gloriosa) provocó – en su momento - perturbaciones y tensiones en la comunidad. Algunos pensaron: Si el Señor glorioso ya va a venir y va a ser el fin de los tiempos, ¿para qué nos debemos preocupar por el futuro, por la sociedad, por el mundo? ¿No será mejor cruzarnos de brazos y esperar que las cosas simplemente sucedan?
Pablo, buscando dar claridad, dice: no sabemos cuándo sucederá esta segunda venida de Cristo (en su gloria). Por tanto, lo que debemos hacer es vivir preparados, vivir responsablemente el Evangelio, llevar una vida digna de nuestra vocación.
¿No es esto valido también para todos nosotros, hoy?
El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: "Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. “Él bajo en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador." Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: "Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más." Jesús le contestó: "Hoy ha sido la salvación de esta casa; también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido."
La ciudad de Jericó era, en la época de Jesús, un bello oasis a orillas del Mar Muerto. Era una ciudad próspera, con bellos jardines y palacios. En esta ciudad circulaba dinero, por eso había allí un eficiente sistema de recolección de impuestos. Este sistema de impuestos explica la presencia de los publicanos y de Zaqueo, que era jefe de publicanos. Estos publicanos (recolectores de impuestos) eran detestados, se los veía como colaboracionistas (del imperio) y traidores (del pueblo judío) y, por tanto, se creía que ellos no merecían la salvación de Dios.
Pero Zaqueo tiene un interés particular: ver a Jesús. Pero ¿para qué ver a Jesús? Este ver puede quedarse en la mera curiosidad o puede ser la puerta de entrada a una búsqueda existencial profunda. Vale la pena preguntarnos: ¿Tengo interés en ver a Jesús, en conocerlo? ¿De dónde surge este interés? ¿Qué busco en Jesús? ¿Estoy dispuesto a ir más allá de la mera curiosidad?
Ahora bien, no basta con ver a Jesús de lejos, con mirarlo, con leerlo en un libro… Eso es todavía muy distante. Hay que entrar en una relación profunda con Él; debemos dejar que Él nos vea, que Él nos encuentre, que Él nos llame, que entre en nuestra intimidad: Baja del árbol…hoy quiero entrar en tu casa.
Notemos el horizonte desde el que funciona Jesús: aunque es criticado por meterse con los pecadores, sigue adelante en su proyecto de rescate (en este caso de Zaqueo) y entra en su casa.
¿Qué nos queda de este relato?
1. Jesús nos ofrece la salvación de Dios sin distinción de cultura, clase, raza, religión, etc.
2. Es fundamental revisar nuestra actitud delante de Jesús: ¿Quiero conocerlo? ¿Estoy dispuesto a acercarme a Él? ¿Deseo que Él se acerque a mí?
3. ¿Estoy dispuesto a asumir los cambios de vida que se desprenden del encuentro con Jesús?
No hay que perder tiempo, notemos la fuerza de la palabra HOY en los labios de Jesús: “Hoy ha entrado la salvación a esta casa”. La palabra HOY aparece varias veces en el evangelio de Lucas.
¿Estoy dispuesto a que ese HOY comience ya?
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás. Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. R.
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. R.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. R.
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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