En Defensa de la Fe


Domingo 21 del Tiempo Ordinario Ciclo B 2018

Te comparto la reflexión correspondiente al Domingo 21 del Tiempo Ordinario Ciclo B 2018, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.


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Nota acerca de la fecha: En el 2018, corresponde al Domingo 26 de Agosto.



Parte fundamental de nuestra vida son las decisiones. Vivimos decidiendo, optando. Hay decisiones trascendentales, que ponen en juego nuestra vida, que marcan la dirección que vamos a seguir, que nos afectan profundamente y que afectan a otros.

 

Uno de los salmos nos alerta: “Señor, enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato”. La tarea de decidir nos recuerda la importancia del discernimiento y del adecuado uso de nuestra libertad. Además, nos recuerda que – desde la perspectiva de la fe - la vida (el tiempo) es un regalo/oportunidad que Dios nos concede para hacer algo valioso. Sin embargo, podemos desperdiciar este tiempo, podemos optar mal y, con ello, frustrar el plan de Dios y empobrecer nuestra vida.

 

La vida es, simultáneamente, don (de Dios) y tarea (nuestra); regalo y responsabilidad.     

 

 

"¿También vosotros queréis marcharos? Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios""¿También vosotros queréis marcharos? Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios"



Josué 24, 1-2a. 15-17.18b

Nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!

 

En aquellos días, Josué reunió a las tribus de Israel en Siquem. Convocó a los ancianos de Israel, a los cabezas de familia, jueces y alguaciles, y se presentaron ante el Señor. Josué habló al pueblo: "Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor." El pueblo respondió: "¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; Él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; Él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!"

 

 

Algunas reflexiones

 

El libro de Josué nos ofrece una narración que nos sitúa en la época en que las tribus que conformaban el pueblo de Israel hacen su entrada en la llamada Tierra Prometida. Según la narración el pueblo de Israel – que ha atravesado el desierto – se prepara, bajo la conducción de Josué a entrar en la tierra a la que Dios los ha conducido.

 

Josué organizó varias expediciones militares y logró la conquista de estas tierras. Sin embargo, el autor del libro quiere subrayar algo: la llegada y la entrada a la Tierra Prometida ha sido don de Dios. El pueblo ha llegado allí porque Dios estaba con Él.  Recordemos que lo que hace el autor en el libro es una presentación teológica de este proceso y, en ella, busca subrayar lo siguiente:

 

a)   La presencia y fidelidad de Dios para con el pueblo que ha sacado de la esclavitud de Egipto,

 

b)   Destacar el esfuerzo y la obediencia de los líderes del Pueblo (Moisés, Aarón, Josué) que, siguiendo las orientaciones de Dios, han superado los obstáculos del camino.

   

c)   La humildad que debe conservar el pueblo (y cada persona) en su corazón, meditando y recordando que todo es gracia (acción providente de Dios).

 

d)   Recordar al pueblo que debe CUIDAR el DON (la Tierra Prometida). Los dones se pueden perder si no se cuidan, si se usan mal.  

 

Josué - según la narración - cerca ya de su muerte y preocupado con el futuro del pueblo, convocó a todos y los confrontó a fin de establecer el grado de compromiso real con Dios. Por eso les dice: “Escojan, hoy, a quien quieren servir…”. Al mismo tiempo, Josué asume su propia postura, su propia decisión: “Yo y mi casa serviremos a Dios”.

 

Se ha discutido mucho sobre la historicidad de esta reunión de las Doce tribus en el santuario de Siquem. Esto no es lo más importante; lo fundamental es el objetivo teológico del texto: motivar y fortalecer la unidad de las tribus existentes en torno a una opción religiosa conscientemente asumida: Servir a Dios o tomar otros caminos posibles.

 

El objetivo, entonces, es claro: exhortar a los israelitas (de aquella época) a no dejarse seducir por otras religiones y conservar la identidad como pueblo.  También nosotros, hoy, estamos llamados a examinar qué es lo que realmente queremos hacer y qué camino queremos tomar.  

 

Algunos aspectos – aplicados a nuestra vida de fe y de iglesia - pueden ayudarnos en nuestra meditación:

 

1)   La unidad de la Iglesia. ¿Existe tal unidad? ¿Está fracturada? ¿Por qué? ¿Qué estamos haciendo para reconstituir la unidad?

 

2)   ¿Comprendemos la fe en Jesucristo como una ‘opción fundamental’ sobre la que se estructura toda nuestra vida?

 

3)   Nuestras decisiones cotidianas ¿confirman o niegan la opción de estar con Jesús y de seguirlo fielmente?


 

Efesios 5, 21 - 32

Es este un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.

 

Hermanos: Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; Él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne." Es este un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.

 

 

Algunas reflexiones:

 

En este texto de la carta a los efesios, san Pablo recuerda a los creyentes que han optado por seguir a Cristo y que dicha opción abarca y compromete la vida en su totalidad.

Dicha opción ha quedado expresada en el rito bautismal y significa que – en adelante – la persona se esfuerza por vivir ‘a la manera de Jesús’, dejándose guiar por el Espíritu Santo que habita en ella.   Así las cosas, la vida nueva del cristiano deberá traducirse en comportamientos y actitudes concretos. Tales actitudes deben impregnar su vida cotidiana.

San Pablo hace énfasis – en este texto – en el ámbito de las relaciones familiares, por eso insiste en los deberes de los esposos: la pareja – dice san Pablo – debe ser signo de la unión que existe entre Cristo y la Iglesia.

 

El Apóstol pide a la pareja una cierta sumisión recíproca: “Sean sumisos el uno al otro en el temor de Cristo”. La expresión ser sumiso, en el texto paulino, se refiere a la actitud de disponibilidad, mansedumbre, servicio y humildad, que busca lo mejor para el otro. Quedan, entonces, por fuera del ámbito familiar la violencia, la prepotencia, el orgullo.

 

Desafortunadamente, en nuestra cultura, el concepto de sumisión es otro: está marcado por el espíritu de dominación. Si este texto es leído en esa lógica de sumisión entendida desde la dominación, la interpretación será errónea y servirá para legitimar la violencia y la desigualdad en la relación de pareja.

 

Notemos que así como Pablo pide a la mujer ser sumisa al marido (en el sentido ya explicado) también pide al hombre amar a su mujer “como Cristo amó a su Iglesia”, es decir, hasta la entrega total de su vida, hasta el sacrificio total.

 

Con frecuencia solo leemos la primera parte del texto sin fijarnos en la segunda. Encontramos en el texto la expresión una sola carne, que alude a la totalidad de la relación y de las personas comprometidas en ella. Lo que se subraya aquí es la unidad.  

 

Finalmente, Pablo establece un paralelismo entre la vida de pareja y la unión de Cristo con su Iglesia. Esto da un significado especial a la relación entre los esposos: la vocación de los esposos es anunciar – por su manera de vivir y de ser pareja – la unidad de Cristo y la Iglesia y el amor de Cristo por la Iglesia.

 

Juan 6, 60-69

¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.

 

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: "Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?" Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: "¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen". Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: "Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede". Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con Él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: "¿También vosotros queréis marcharos?" Simón Pedro le contestó: "Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios".

 

 

Algunas reflexiones

 

Estamos llegando al final del discurso del Pan de Vida (que nos ha ocupado ya varios domingos). Es un discurso de un contenido teológico y cristológico bastante denso. En él van apareciendo reflexiones y posturas muy profundas; también encontramos momentos de incomprensión, de cuestionamiento y de confrontación.

 

Muy seguramente estas incomprensiones y confrontaciones estaban relacionadas con las ideas que, en la época de Jesús, los diversos grupos religiosos de Israel se habían fabricado sobre el Mesías. Para unos debía ser un rey poderoso; para otros, tendría que ser una especie de monje; otros pensaban que debería ser un Sacerdote al estilo judío; otros pensaban que debería ser un revolucionario capaz de enfrentarse a la dominación romana. Como vemos, eran muchas y muy diversas las ideas alrededor del Mesías.

 

Pero Jesús no quiso entrar en ninguno de estos perfiles. Poco a poco, los interlocutores de Jesús perciben que en Él hay algo diferente y que está proponiendo un nuevo horizonte de comprensión de lo espiritual sobre el que funda un modo diverso de vivir.

 

Cuando Jesús pronuncia el discurso del Pan de Vida, los interlocutores se sienten cuestionados por sus palabras y confrontados a revisar sus opciones. Jesús los exhorta a tomar postura: o continuar viviendo en una lógica legalista o entrar en la lógica del Reino de Dios (que es una lógica de amor, que se hace concreto a través del servicio y la práctica de la misericordia).

 

El texto propuesto para este domingo nos muestra la reacción negativa de un grupo de seguidores de Jesús al sentirse confrontados por sus palabras (su propuesta les parece muy dura, muy exigente).  Esto revela que no todos los discípulos están dispuestos a “comer su carne y beber su sangre”, es decir, a asumir como propios los valores, las opciones, las actitudes de Jesús. No todos están dispuestos a gastar su vida al servicio de los demás.

 

En ese contexto entendemos la reacción de algunos de los oyentes de Jesús en el episodio narrado: “Estas palabras son duras, ¿quién puede escucharlas?”

 

Sin embargo, hay otras personas (otro grupo discípulos) quienes – a pesar de sus limitaciones y fragilidades – están dispuestas a seguir a Jesús hasta las últimas consecuencias. Este grupo – representado por Pedro en el relato – ha percibido que en Jesús hay algo especial, que en Él se revela el verdadero amor de Dios, que su testimonio y su praxis son coherentes con la propuesta que les hace, que sus palabras tienen un poder transformador.

 

Ellos responden (a través de Pedro): “¿A quién iremos, Señor? Sólo tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”

 

Algunas preguntas pueden ayudarnos en nuestra meditación:

 

1)   ¿Estamos dispuestos a confrontar nuestros proyectos, deseos y búsquedas con la propuesta del Reino de Dios que nos hace Jesús?

 

2)   ¿Hemos meditado seriamente sobre la propuesta que Jesús nos hace de transformarnos en servidores de los demás?

 

3)   ¿En cuáles aspectos consideramos que la propuesta de Jesús es demasiado exigente?

 

4)   ¿Cuáles son los temores que tenemos en relación con la idea de asumir seriamente la fe cristiana?

 

5)   Pedro exclama: “Señor, tú tienes palabras de vida eterna” ¿Nos hemos tomado el trabajo de conocer las Palabras de Jesús?

 

La decisión de seguir a Jesús no es algo que funcione de manera automática y tampoco depende de una especie de inercia espiritual. Una vez tomada la decisión de seguirlo, ella debe ser cultivada, alimentada, revisada periódicamente y reforzada permanentemente.  Esta es la propuesta de este domingo.

 

 

Terminemos nuestra reflexión orando con el…

 

Salmo 34

Gustad y ved qué bueno es el Señor

 

Bendigo al Señor en todo momento, / su alabanza está siempre en mi boca; / mi alma se gloría en el Señor; / que los humildes lo escuchen y se alegren. R.

 

Los ojos del Señor miran a los justos, / sus oídos escuchan sus gritos; / pero el Señor se enfrenta con los malhechores, / para borrar de la tierra su memoria. R.

 

Cuando uno grita, el Señor lo escucha / y lo libra de sus angustias; / el Señor está cerca de los atribulados, / salva a los abatidos. R.

 

Aunque el justo sufra muchos males, / de todos lo libra el Señor; / Él cuida de todos sus huesos, / y ni uno solo se quebrará. R.

 

La maldad da muerte al malvado, / y los que odian al justo serán castigados. / El Señor redime a sus siervos, / no será castigado quien se acoge a Él. R.

 

 

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