En Defensa de la Fe


Décimo Domingo del Tiempo Ordinario

Te comparto la reflexión correspondiente al Decimo Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.



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Nota acerca de la fecha: En el 2016, corresponde al Domingo 5 de Junio.



El tema del profetismo es el tema central de la liturgia de este décimo domingo del tiempo ordinario del calendario litúrgico. Profetas y profetizas han existido en muchas religiones. En las narraciones bíblicas también los encontramos. Son hombres y mujeres de una gran sensibilidad espiritual, a quienes Dios se revela y los hace portadores de su Palabra. El profeta (la profetiza) es, ante todo, un mensajero(a) de la Palabra de Dios.

 

Esa Palabra puede revestir dos formas básicas:

 

1) Anuncia el plan de Dios, su voluntad, lo que Dios quiere, lo que va a acontecer (desde la óptica de Dios),

 

2) Denuncia las situaciones contrarias a Dios, denuncia la maldad y la injusticia, denuncia la mentira y la opresión, denuncia el rechazo que los seres humanos hacen del amor Dios.

 

En la primera lectura aparece el profeta  Elías (el gran profeta del Antiguo Testamento) siendo portador de la vida.

 

En la segunda lectura se nos presenta a Pablo desde la perspectiva profética: él es el anunciador del Evangelio (Buena Noticia) de Dios. Ese evangelio es Jesucristo.

 

En el texto del evangelio, Jesús es presentado como el Profeta de los profetas, que visita a su pueblo. En el relato, Jesús entra a una ciudad llamada Naím y allí hace un gran milagro, devuelve la vida al hijo de una mujer viuda.

 

Notemos la semejanza del relato de la primera lectura con el relato del evangelio. Se diría que este último está calcado sobre el primero. Es la manera teológico-literaria de decir que Jesús es el “Nuevo Elías”. Recordemos la importancia de Elías en la tradición del Antiguo Testamento. Es considerado el mayor de los profetas del Antiguo Testamento. Cuando se narra la Transfiguración, el profeta que aparece hablando con Jesús es Elías, el hombre de fuego.

 

Veamos las lecturas:




I Reyes 17,17-24

Después que sucedió esto, el hijo de la dueña de casa cayó enfermo, y su enfermedad se agravó tanto que no quedó en él aliento de vida.  Entonces la mujer dijo a Elías: "¿Qué tengo que ver yo contigo, hombre de Dios? ¡Has venido a mi casa para recordar mi culpa y hacer morir a mi hijo!". "Dame a tu hijo", respondió Elías. Luego lo tomó del regazo de su madre, lo subió a la habitación alta donde se alojaba y lo acostó sobre su lecho. E invocó al Señor, diciendo: "Señor, Dios mío, ¿también a esta viuda que me ha dado albergue la vas a afligir, haciendo morir a su hijo?". Después se tendió tres veces sobre el niño, invocó al Señor y dijo: "¡Señor, Dios mío, que vuelva la vida a este niño!". El Señor escuchó el clamor de Elías: el aliento vital volvió al niño, y éste revivió. Elías tomó al niño, lo bajó de la habitación alta de la casa y se lo entregó a su madre. Luego dijo: "Mira, tu hijo vive". La mujer dijo entonces a Elías: "Ahora sí reconozco que tú eres un hombre de Dios y que la palabra del Señor está verdaderamente en tu boca".

 


Algunas reflexiones

 

El texto hace referencia a uno de los milagros atribuidos al profeta Elías. El relato está situado dentro de la narración en que se trata la tensión que hay entre la fe en Yahvé (Dios de Israel) y la fe en Baal (uno de los dioses de los pueblos cananeos).

 

El tema, tal como se presenta gira en torno a la pregunta ¿quién es el verdadero Dios? El relato sostiene la tesis de que Yahvé es el único Dios y, por tanto, la única fuente de vida. Elías pretende afirmar que Dios no es un Dios que se complazca en la muerte ni en los sacrificios humanos. Dios no se goza en el sufrimiento de las personas (sería un dios sádico si así fuera). Y también, a Elías le interesa mostrar que Dios es más fuerte que la muerte. Es lo que se revelará – en toda su profundidad – con la resurrección de Jesús.  Son estos los elementos que hay que rescatar.

 

Otro elemento clave del relato es la percepción según la cual el ser humano (en este caso Elías) puede ser legítima mediación de la presencia y de la acción de Dios. Todo ser humano, que ama y que se abre de manera honesta y humilde a la trascendencia, puede llegar a ser un canal por donde Dios se puede hacer presente en la historia humana.

 

Elías escucha a Dios, ve el sufrimiento de esta mujer viuda, se compadece, se deja guiar por Dios y pone lo mejor de sí para hacer el bien. Por esta cercanía profunda con Dios, se dice de él que es un “hombre de Dios”.

 

Se trata de un trabajo conjunto, haciendo “equipo” con Dios. De lo que se trata es de “ser hombres y mujeres de Dios”… Es lo que se nos propone este domingo.

 

El llamado es a, entonces, entrar en comunión con Dios y dejarlo actuar en nosotros…. Una actuación que no debe entenderse como una “invasión” de Dios, sino como una comunión existencial con Él. ¿Qué podemos decir de nuestra comunión con Dios?

 

Llama la atención en el relato, que la viuda de que se trata aquí es una mujer extranjera (de Sarepta). Pero esta mujer extranjera sabe reconocer la presencia y la acción de Dios en Elías.

 

Esto nos deja otra enseñanza (que para la época del profeta Elías era inaudita): La salvación de Dios es para todos, Dios es Dios de toda la humanidad y nadie debe adueñarse de Dios.

 

¿Sabemos reconocer la presencia de Dios en otras personas?

 

Las personas que se nos presentan como “de Dios” ¿Lo son realmente?

 

¡Cuánto camino tenemos que hacer aún para ser profetas, a la manera de Elías!




Gálatas 1,11-19

Quiero que sepan, hermanos, que la Buena Noticia que les prediqué no es cosa de los hombres, porque yo no la recibí ni aprendí de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo.  Seguramente ustedes oyeron hablar de mi conducta anterior en el Judaísmo: cómo perseguía con furor a la Iglesia de Dios y la arrasaba, y cómo aventajaba en el Judaísmo a muchos compatriotas de mi edad, en mi exceso de celo por las tradiciones paternas. Pero cuando Dios, que me eligió desde el seno de mi madre y me llamó por medio de su gracia, se complació en revelarme a su Hijo, para que yo lo anunciara entre los paganos, de inmediato, sin consultar a ningún hombre y sin subir a Jerusalén para ver a los que eran Apóstoles antes que yo, me fui a Arabia y después regresé a Damasco. Tres años más tarde, fui desde allí a Jerusalén para visitar a Pedro, y estuve con él quince días. No vi a ningún otro Apóstol, sino solamente a Santiago, el hermano del Señor.

 

 

Algunas reflexiones

 

Pablo, en este pasaje de su carta, busca acentuar tres elementos fundamentales de la fe cristiana:

 

1)  El evangelio que él anuncia no es una mera invención o construcción humana, sino que viene de Dios.

 

2)  Dios le ha mostrado su misericordia y esta experiencia ha hecho de él una persona nueva, una criatura nueva.

 

3)  Pablo descubre que la salvación, requiere de la cooperación humana, pero ella no es el resultado de una conquista humana (una especie de ‘me salvo por mi esfuerzo’), sino un don de Dios, una gracia.

 

Pablo - a través de su escrito – nos deja ver su propio proceso:

 

  • 1) lo que era antes (perseguidor de los cristianos);

 

  • 2) lo que le ocurrió (Dios le quiso revelar en Jesucristo su amor. Y esta experiencia le cambió la vida) y,

 

  • 3) lo que llegó a ser (ahora soy apóstol (=enviado) y mensajero (anunciador) de la Buena Noticia… Anunciador de Jesucristo.

 

¿Puedes decir cuál es el proceso que has vivido?


 

Lucas 7,11-17

Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: "No llores". Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: "Joven, yo te lo ordeno, levántate". El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: "Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo". El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina. 

 

 

Algunas reflexiones

 

En claro paralelo con la primera lectura tenemos – en este texto – la narración de la ‘resucitación’ del hijo de una viuda.

 

“En la cultura del pueblo de la Biblia, las viudas eran vulnerables.  Si no tenían en la familia un hijo varón que les garantizara seguridad y dignidad pasaban a ser socialmente menospreciadas. Sólo el hombre garantizaba para ellas un status dentro de la sociedad, pues eran consideradas de alguna manera «objetos de propiedad», primero del padre y luego de su marido. Eran valoradas especialmente por su condición de procreadoras y de “ayuda” para el hombre. La viuda de Naím está pasando por una segunda dura prueba, pues ha perdido a su esposo y, ahora, pierde a su hijo. El llanto de la viuda es el grito silencioso de una mujer que siente no sólo pérdida de su hijo sino también su destino de vulnerabilidad, exclusión y desigualdad. Sin duda es el llanto que denuncia el machismo y la discriminación social.” (SK)

 

Nótese que uso la palabra resucitación y no resurrección. La resucitación alude al retorno del muerto a las condiciones terrenas de vida (recordemos, por ejemplo la resucitación de Lázaro). La resurrección, en cambio, hace referencia al paso (al nacimiento) a una vida radicalmente diferente de la vida terrena. En los textos bíblicos hay muchos relatos de ‘resucitación’, pero en relación con Jesús de lo que se trata es de resurrección. No lo olvidemos, hay que distinguir entre resucitación, reencarnación y resurrección. Esto es clave para comprender el fundamento de la fe cristiana.

 

Es importante notar que el relato de la resucitación del hijo de la viuda de Naím responde a una pregunta que Juan Bautista le ha formulado a Jesús: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?

 

Con el signo (o milagro) Jesús da una respuesta contundente. Al revivir a este chico la respuesta es clara:

 

  • a) Yo soy quien trae la salvación de Dios (Lc 7, 1-10),

 

  • b) Si Dios se hace presente en mí y yo devuelvo la vida a este joven, entonces, la muerte no tiene poder sobre la vida (Lc 7, 11-17).

 

No olvidemos que lo más importante no es el relato en sí (su estructura y su lenguaje), sino su mensaje, lo que él trasmite.

 

Varios aspectos deben ser rescatados para nuestra reflexión:

 

1)  El sufrimiento (una madre que sufre por la pérdida de su hijo). Hay en nuestro mundo muchas formas de sufrimiento y mucha gente que sufre. No hay que hacernos los ciegos ante estas realidades.

 

2)  La muerte (un niño, que – en la lógica de la vida – debe vivir). La muerte es la experiencia que viene a poner en crisis la totalidad de la existencia. ¿Qué hay ‘más allá’ de la muerte? ¿Hay un ‘más allá’? ¿Se acaba con la muerte el misterio de la vida y se llega a la nada? ¿Hay algo después de la muerte? ¿Podemos esperar una plenitud que rescate el sentido de nuestra existencia?

 

3)  La compasión: Es lo que brota del corazón de Jesús; es lo que debe brotar también de sus discípulos. El evangelista lo subraya en su relato: Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: "No llores".”

 

Ante el milagro operado por Jesús se produce una reacción por parte del pueblo. Todos gritan: “Dios ha visitado a su pueblo”. El pueblo reconoce que Dios está presente y actuante en Jesús. Este es el mensaje fundamental. Esta es la fe fundamental del cristiano: Creemos que Dios Padre se ha manifestado (revelado) en su Hijo Jesús y, a través suyo, nos da su salvación.

 

Dicha salvación apunta al rescate de la vida, al triunfo sobre la muerte.   El texto es, así, un llamado al seguimiento de Jesús, pues siguiendo a Jesús podemos participar – un día – de su resurrección.

 

Podemos, entonces, optar por vivir en una actitud fúnebre, triste, desesperanzada o podemos hacer de nuestra marcha por esta vida terrena un peregrinar, lleno de esperanza, hacia nuestra plenitud. Una plenitud que nos ha de llegar como un don de Dios. Sólo Él tiene el poder de resucitarnos.

 

¿Cómo vives la vida de cada día?

 

Otras preguntas para la reflexión:

 

  • ¿Qué puesto ocupa la «compasión» en mi vida y en mi participación en la vida social?

 

  • ¿Puede, hoy, hablarse aún de desigualdad hombre/mujer en nuestra sociedad? ¿Qué se hace para superar estas situaciones?

  

Terminemos nuestra reflexión orando con el…



 

Salmo 29 (28)

Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste 
y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí.
Tú, Señor, me levantaste del Abismo 

Me hiciste revivir, 
cuando estaba entre los que bajan al sepulcro.
Canten al Señor, sus fieles; 

Den gracias a su santo Nombre,
porque su enojo dura un instante
su bondad, toda la vida

si por la noche se derraman lágrimas, 
por la mañana renace la alegría.
«Escucha, Señor, ten piedad de mí

ven a ayudarme, Señor.»
Tú convertiste mi lamento en júbilo,
¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente!






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