En Defensa de la Fe


17 Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A)

Te comparto la reflexión correspondiente al 17 Domingo del  Tiempo Ordinario (ciclo A), sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.

 



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Nota acerca de la fecha: En el 2014, corresponde al Domingo 27 de Julio.

 



Libro Primero de los Reyes 3, 5.7-12

En Gabaón, el Señor se apareció a Salomón en un sueño, durante la noche. Dios le dijo: "Pídeme lo que quieras". Y ahora, Señor, Dios mío, has hecho reinar a tu servidor en lugar de mi padre David, a mí, que soy apenas un muchacho y no sé valerme por mí mismo. Tu servidor está en medio de tu pueblo, el que tú has elegido, un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular. Concede entonces a tu servidor un corazón comprensivo, para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién sería capaz de juzgar a un pueblo tan grande como el tuyo?" Al Señor le agradó que Salomón le hiciera este pedido, y Dios le dijo: "Porque tú has pedido esto, y no has pedido para ti una larga vida, ni riqueza, ni la vida de tus enemigos, sino que has pedido el discernimiento necesario para juzgar con rectitud, yo voy a obrar conforme a lo que dices: Te doy un corazón sabio y prudente, de manera que no ha habido nadie como tú antes de ti, ni habrá nadie como tú después de ti.

 

 

Salmo 118, 57.72.76-77.127-130

El Señor es mi herencia: yo he decidido cumplir tus palabras. Para mí vale más la ley de tus labios que todo el oro y la plata.

 

Que tu misericordia me consuele, de acuerdo con la promesa que me hiciste. Que llegue hasta mí tu compasión, y viviré, porque tu ley es toda mi alegría.

 

Por eso amo tus mandamientos y los prefiero al oro más fino. Por eso me guío por tus preceptos y aborrezco todo camino engañoso.

 

Tus prescripciones son admirables: por eso las observo. La explicación de tu palabra ilumina y da inteligencia al ignorante.

 



Carta de san Pablo a los Romanos 8, 28-30

Sabemos, además, que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio. En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el Primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó.

 

 

Evangelio según san Mateo 13, 44-52

Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró." El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron. Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo".

 

Te propongo algunas reflexiones acerca de las lecturas anteriores:

 

¿Quién no ha soñado con ganarse la lotería? ¿Quién –condicionado por la lógica económica de nuestra sociedad – no ha querido tener un tesoro? ¿Buscadores de tesoros ha habido a través de la historia humana…Y muchos han llegado a asesinar por hacerse al dicho tesoro. La historia de la literatura y las películas dan buena cuenta del tema. El tesoro es, pues, una concentración de riqueza…pero ¿para qué esta riqueza? Y, en últimas, ¿cuál es verdaderamente el tesoro? En nuestra sociedad el tesoro material representado en bienes tangibles e intangibles (propiedades, títulos de valor, acciones, etc.), sirven de medio de ostentación y prestigio, al punto que ha pasado a medir el ser, al punto que – según esta lógica – somos lo que tenemos. Recordemos la frase de la antigua canción Oropel: Amigo, cuánto tienes…cuánto vales”. El tesoro es buscado, perseguido, protegido de otros buscadores (que pasan a ser enemigos). Algunos llegan hasta enfermarse por este tipo de tesoros (pensemos en la obra El Avaro de Molière).

 

Puede suceder que por estar a “la caza” de estos tesoros pasemos por encima de los verdaderos tesoros, aquellos que llenan el alma humana: la vida como posibilidad de ser y de crear, la salud, la naturaleza, la familia solidaria, la amistad sincera, el conocimiento, la sabiduría, las virtudes (aunque en el lenguaje actual esta palabra parezca no estar muy de moda), un buen compañero o compañera de camino, etc.

 

La primera lectura nos trasporta inmediatamente a este tema: “Pídeme lo que quieras”. No se trata del genio de la lámpara de Aladino o de otro genio del mismo corte. Es Dios mismo quien nos hace esta propuesta. Pero obvio, Él no nos dará lo que no nos conviene: Él nos ama y es responsable y serio en lo que da. La respuesta de Salomón – según la narración – pretende ser una catequesis para el lector de este texto: es, sin duda, una orientación para examinar nuestras tendencias, nuestros deseos; para evaluar la orientación del corazón y de los anhelos…para percibir nuestros apegos. Salomón no le apunta a lo efímero, a lo transitorio, al tesoro-prestigio. Le apunta a lo fundamental: un corazón sensato que sepa buscar y acoger la sabiduría. Salomón pide un don que le permita discernir en el intrincado camino de la vida y en el incierto trabajo de gobernar. No importa si somos reyes o no; vivir es una tarea lo suficientemente compleja en la cual los elementos de la petición de Salomón a Dios cobran toda su actualidad:

 

  • Gobernar la propia vida: ¿No debiera ser esta una de nuestras mayores preocupaciones y responsabilidades? Gobernar es dar dirección, saber administrar, tener el adecuado control, ser capaz de darse unas normas en función de un adecuado e integral desarrollo, tener un núcleo de criterios y convicciones claros para actuar con justicia y equidad, tener un plan de vida.

 

  • Un corazón sensato: Con toda la simbología que el corazón tiene en la Biblia y en la historia humana: él es la sede de los sentimientos y de los pensamientos; la hondura de los afectos; el núcleo de nuestras intenciones. Si se nos daña el corazón se pervierte el resto. Podemos tener muchos conocimientos, pero si se nos daña el corazón podremos hacer mucho mal con ellos. Podemos disponer de mucho dinero o de poder, pero si el corazón se pervierte ese dinero y ese poder serán – sin duda – mal usados.

 

  • La Sabiduría: que nos es simplemente acumulación enciclopédica de conocimientos, de información, de datos. Es más esa habilidad para vivir y convivir, que se desarrolla como fruto de un proceso de maduración. Habilidad en la que interviene la aplicación de la inteligencia y de la lucidez emocional, para obtener la adecuada comprensión de las cosas. Es un saber vivir que sirve de soporte a un estilo de vida. En ella se destaca el juicio sano, el discernimiento: la sabiduría tiene como función ordenar y juzgar todos los conocimientos. La falta de sabiduría conduce al ser humano a la insensatez, a la locura, a la necedad (temas todos ellos muy presentes en la Biblia)

 

  • El discernimiento: De entrada es bueno no ir directamente al aspecto religioso de este proceso. Claro que hay un discernimiento de tipo espiritual, pero a la base está el discernimiento en sentido genérico, válido para cualquier persona: es el ejercicio por medio del cual logramos diferenciar la calidad de diferentes realidades (cosas, propuestas, posibilidades, caminos, situaciones, problemas, etc.). Aprender a discernir es clave. El discernimiento exige criterio (tener adecuados criterios es importantísimo). Las posturas que asumimos, las decisiones que tomamos deben estar ligadas a procesos serios de discernimiento.

 

 

Pues bien, volvamos al tema del tesoro. El gran mensaje de la liturgia de este domingo es que el verdadero tesoro nos viene de Dios; es su Reino, que no es otra cosa sino la actividad amorosa y salvadora de Dios. Ese tesoro es el plan de Dios, que san Pablo resume (en la segunda lectura) de la siguiente manera: “Dios, desde la eternidad, pensó en nosotros y nos destinó a reproducir los rasgos de su Hijo Jesucristo” ¿Hemos meditado suficientemente esta propuesta, este plan de Dios? Y ¿Cómo vamos en nuestro proceso de reproducir a Jesucristo, esto es, ser semejantes a Él?

 

El evangelio nos insiste en el tema a través de tres imágenes sugestivas: El tesoro, la perla y la red. Las dos primeras (el tesoro y la perla) insisten en el valor incalculable del tesoro y en el esfuerzo hecho por la persona para conseguirlo. Claro que –después de conseguirlo, vienen otros problemas: ¿Qué hacer con él? ¿Cómo cuidarlo? ¿Cómo administrarlo? ¿Qué relación tiene la tenencia de este tesoro con los otros, con el mundo, con la sociedad? La tercera imagen insiste en que este tesoro que Dios da es para todos (por eso la red llega a todos (los peces) y los lleva a la presencia del pescador (que es Dios). Ya depende del ejercicio de la libertad de cada uno ver qué va a hacer, por qué realidades va a optar.

 

Para finalizar te propongo algunos interrogantes que pueden orientar nuestra meditación:



  • ¿Nos esforzamos por acoger el Reino de Dios?
  • ¿Nos interesa su plan?
  • ¿Nos dejamos atraer por Dios?
  • ¿Respondemos honesta y generosamente a su llamado?

 


¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?

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