En Defensa de la Fe


12 Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B

Te comparto la reflexión correspondiente al 12 Domingo del  Tiempo Ordinario Ciclo B, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.


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Nota acerca de la fecha: En el 2015, corresponde al Domingo 21 de Junio.



Se preocupa Dios con los dramas que la humanidad vive?  Sí, especialmente cuando este drama se deriva del mal que trastorna a la humanidad y que él causa en la vida de las personas. Dentro de este gran espectro del sufrimiento humano hay uno que nos preocupa a todos: el sufrimiento de los inocentes, de los justos.

 

La fe ayuda al ser humano a descubrir que en la camino de la vida él no está sólo, no está abandonado a su suerte. Dios lo ama y camina con él. Sin embargo, la fe en Dios no es para que el ser humano quede eximido de los problemas,  de las situaciones propias de la condición humana, sino para que las asuma con profundidad y lucidez y haga un esfuerzo creativo de construcción personal y social.



Job 38,1.8-1

Aquí se romperá la arrogancia de tus olas

 

El Señor habló a Job desde la tormenta: "¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando salía impetuoso del seno materno, cuando puse nubes por mantillas y nieblas por pañales, cuando le impuse un límite con puertas y cerrojos, y le dije: "Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas"?"




2ª Corintios 5,14-17

Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado

 

Hermanos: Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos. Por tanto, no valoramos a nadie según la carne. Si alguna vez juzgamos a Cristo según la carne, ahora ya no. El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.




Marcos 4,35-41

¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!

 

Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: "Vamos a la otra orilla." Dejando a la gente, se lo llevaron en la barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: "Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?" Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: "¡Silencio, cállate!" El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: "¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?" Se quedaron espantados y se decían unos a otros: "¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!"

 

 

ALGUNAS REFLEXIONES

 

La lectura del libro de Job nos habla de un Dios majestuoso y sabio que es el Creador de todo. Él es la fuente de la vida y tiene para su creación un plan de salvación. El libro nos presenta la historia de Job, un hombre afectado, sin buscarlo, por la desgracia, que termina robándole la riqueza, la familia y hasta su propia salud.  Como es normal, Job (que, en el fondo es el símbolo de todo ser humano) se interroga acerca del mal que lo cerca. Este mal le parece absurdo, abusivo, sin sentido. ¿Cuál es el origen del mal? ¿Tiene el mal algún sentido? ¿Por qué el justo tiene que sufrir? ¿Qué sentido tiene el  sufrimiento? ¿Se le puede dar alguno? Estas y otras cuestiones siempre actuales aparecen a lo largo del libro.

 

De hecho el mal ha sido una de las experiencias más duras y hondas a que está sometido el ser humano.  Al mismo tiempo, el mal ha sido para muchas personas (en distintas épocas) una de las mayores dificultades para creer en Dios. Estas personas se preguntan: Si Dios existe y es tan bueno, ¿por qué no actúa para eliminar de una vez por todas el mal e incluso acabar de un solo golpe con los malvados? ¿Qué tipo de Dios es aquel que permite el sufrimiento del inocente? Estas parecen ser también las preguntas de Job, en el libro.

 

Claro, frente al mal no faltan las teorías (algunas más o menos aceptables y otras claramente absurdas). En el libro se nos cuenta que los amigos de Job  vinieron para consolarlo. Cada uno esgrime sus argumentos, sus hipótesis, sus posibles explicaciones sobre el mal. Sin embargo, ninguna de estas teorías responden a la realidad de Job y hasta se presentan como verdaderas ofensas hacia su situación y hacia su estado de inocencia.

 

Hay explicaciones que, en su momento, fueron aceptadas, pero que a la luz de nuevos datos y con nuevas herramientas de análisis y de comprensión van quedando insuficientes y son revaluadas. Esto también sucede en la reflexión teológica y filosófica.

 

En la mentalidad del antiguo pueblo de Israel era común explicar el problema del mal desde la lógica de una especie de ley de retribución divina: “Al que se porta bien le va bien porque Dios lo bendice, y al que se porta mal le va mal porque Dios lo maldice”. Las bendiciones y  las maldiciones serían proporcionales al bien o al mal que la persona haya cometido y todo esto se realizará en la vida de la persona, en su paso por este mundo. Con todo, ya en la época en que se escribe el libro de Job, esta ley de la retribución parece no convencer y es puesta en tela de juicio por muchos, pues se preguntan: ¿por qué hay justos a los cuales en lugar de bendiciones sólo parecen llegarle maldiciones? (este es el caso de Job) y ¿por qué hay personas injustas y crueles a las que parece que todo les sale bien y llevan una vida de comodidad y nunca les llega el peso de la justicia? Esta contradicción existencial – bastante presente – no parece tener explicación y pone en crisis la fe.

 

El texto de hoy (que no pretende ser una respuesta directa al problema planteado) nos invita a tomar conciencia de una situación fundamental: el ser humano es frágil y sufre de una incapacidad radical para explicar y conocer la totalidad del mundo y de los fenómenos que lo afectan. Su conocimiento es limitado, parcial, provisional y escaso. Parece ser que es más lo que no sabemos que lo que sabemos.  Además, esta pequeñez y limitación se hace más aguda cuando la persona es afectada por el egoísmo (que es – de hecho- uno de los mayores males que sufre el ser humano). El egoísmo nos torna miopes e incapaces de comprendernos a nosotros mismos y, por supuesto, de comprender a Dios: su plan, su lógica, su voluntad, sus signos.

 

Job busca respuestas, pero sólo será al final del libro, que Dios le responde no para resolver todas sus dudas sobre el mal, sino para invitarlo a una actitud de abandono, de confianza extrema. Confiar en el amor de Dios y en su sabiduría…. Y entregarse en sus manos.

 

Es interesante notar que, durante todo este proceso, Job no renuncia a comprender. Se mantiene despierto y crítico. Esta es ya una enseñanza clave: creer en Dios no significa negar la propia capacidad de pensar ni apagar el deseo de comprender. La persona que cree también busca comprender lo que cree y lo que vive. La fe no puede significar el olvido ni la atrofia del pensamiento.

 

Al final de su búsqueda (al menos en el libro) Job reconoce su pequeñez, reconoce su lugar ante Dios y en la creación y acoge – sin pretender manipularla – la grandeza trascendente de Dios. Job deberá aprender a confiar en Dios, a quien no se le puede encerrar en cálculos y mediciones exactas.  

 

En la 2ª Carta a los Corintios, San Pablo nos insistirá en que el amor de Dios, manifestado en la persona de Jesús, es el fundamento de sobre el cual el creyente puede apoyarse para caminar con seguridad.

 

Recordemos que esta carta fue escrita hacia el año 56-57 cuando llegaron a la comunidad cristiana de Corinto algunos predicadores itinerantes de corriente judaizante (aquellos que sostienen que para ser cristiano es necesario primero hacerse judío y observar la ley Mosaica). Estos cristianos judaizantes criticaban las enseñanzas de Pablo y ponían en duda su legitimidad como Apóstol. Pablo intenta – en un primer momento - resolver este problema sin éxito. Viaja a la ciudad de Éfeso (donde también había fundado otra comunidad cristiana) y, desde allí, envía a Corinto a su amigo y compañero de misión Tito para mediar y para que le traiga un informe del estado en que se encuentra la comunidad. Al regresar, Tito le trae buenas noticias: el conflicto se ha resuelto y los cristianos de Corinto están en comunión con Pablo.

 

Se destaca una frase en  la lectura propuesta: “Si alguien está en Cristo es una nueva criatura.”   De hecho, San Pablo hace alusión a la transformación que acontece en la vida del cristiano cuando este vive seriamente su relación con Jesús. Cuando esto sucede cambia la manera de pensar, de sentir, de situarse ante el mundo, de relacionarse con los demás, de actuar. Toda la vida se reconfigura. Esto es lo que Pablo quiere decir con la expresión “nueva creación”.

 

¿Cuál es la causa de esta transformación?  Para Pablo la causa es la presencia activa de Cristo resucitado. En esta experiencia de encuentro con Cristo resucitado el discípulo descubre que debe seguir los pasos de su Maestro, que debe continuar en él los sentimientos y tendencias de Jesús. Por eso dice: “el amor de Cristo nos mueve”, “uno sólo (Cristo) murió por nosotros”, por tanto, “Vivan para aquel que murió y resucitó”. La consecuencia de todo esto es la transformación del cristiano en servidor, en instrumento de amor.  Es en este sentido que Pablo escribe: “Dejen ya de vivir para Ustedes mismos”.  En definitiva, el amor de Cristo nos conduce a un estado de libertad para amar y nos otorga la capacidad de destruir el egoísmo que busca alojarse en nosotros.

   

¿Qué es lo que realmente mueve a San Pablo? La respuesta nos la da el mismo apóstol en sus cartas: lo impulsa la experiencia personal del encuentro con Cristo, saberse amado por Él, sentirse salvado por Él. Esta experiencia provoca en San Pablo una especie de reconfiguración interna, al punto que cambian sus centros de interés, sus criterios de juicio y aquello que antes tenía para él, ahora es considerado en nada (Cfr., Carta a los Filipenses). A partir de esta experiencia Pablo comprende que el objetivo de su vida (su gran misión) es llevar a todos los hombres la Buena Nueva de Jesucristo y conducirlos al descubrimiento de este amor. Esto explica su apertura al encuentro de los paganos, pues Cristo murió por todos (no solo por el pueblo judío) a fin de que todos descubran el Amor de Dios. En consecuencia el mayor aprendizaje consiste en percibir que el egoísmo es la mayor de las dolencias humanas y que solo el amor puede vencerlo.

 

En el Evangelio, Marcos nos propone una catequesis centrada en el desarrollo de la misión de los discípulos en el mundo. El evangelista no busca negar las dificultades por las cuales deben pasar los cristianos al intentar vivir y actuar según los valores de Cristo. Con todo, a Marcos le interesa subrayar que Cristo resucitado es para el creyente la fuente de la fuerza que permite superar todos los miedos.

 

Recordemos que en la primera parte del Evangelio (primeros cuatro capítulos), Jesús es presentado como el Mesías e Hijo de Dios que proclama el Reino de los Cielos. Esta convicción clara para Marcos no lo es tanto para otros. Marcos procura mostrar en su Evangelio que la identidad de Jesús está respaldada por su praxis, por sus signos (milagros) y por su predicación (autoridad y profundidad de su palabra). En esta perspectiva entendemos perfectamente el relato de hoy, que acontece en el lago de Tiberiades, también llamado Mar de Galilea.

 

Varios elementos pueden ser subrayados:

 

1.      “Pasemos a la otra orilla del lago”: En los evangelios (y concretamente en este de Marcos), Jesús está pasando de un lado a otro del lago, pero estos desplazamientos no son solo de tipo geográfico sino que tienen también un significado teológico. Marcos nos dice que pasa de la orilla judía a la orilla pagana (la Decápolis o región de las diez ciudades, que quedaban al lado oriental del rio Jordán). De esta manera el evangelista nos enseña que la salvación de Dios es para todos (judíos y paganos). Algunos la acogerán y otros la rechazarán, pero la propuesta que sale del corazón de Dios es para todos. Es una clara invitación para expandir nuestro entendimiento y nuestro corazón. También nosotros necesitamos aprender a pasar a la otra orilla, para acoger a los diferentes, para aprender a ver las cosas de otras maneras, para aprender a situarnos en otras perspectivas.

 

2.      “Ellos llevaron a Jesús consigo en la barca”: No olvidemos que el texto del evangelio fue compuesto más o menos 35 o 40 años después de la Resurrección. Dicho evangelio está dirigido a las comunidades cristianas que, pasando por circunstancias difíciles, necesitan ser confortadas y orientadas en la fe. En el relato la barca simboliza a la Iglesia. Para la Iglesia (barca) es fundamental llevar adentro (corazón) a Jesucristo. La Iglesia sin Jesucristo queda reducida a muy poco; será simplemente una organización humana frágil y amenazada por todas las tendencias egoístas. Podemos preguntarnos: ¿Por qué es tan importante que Jesucristo esté en la barca (Iglesia)? El punto siguiente nos dará la respuesta.

 

3.      “Las olas eran tan altas que anegaban la barca”: Para la mentalidad judía antigua el mar era una realidad amenazadora, indomable, orgullosa, desordenada. En ella residían poderes caóticos y peligrosos que el ser humano no conseguía controlar. Poderes  que los antiguos judíos asociaban con el mal. Por eso, al hablar del mar (o lago) encrespado chocando contra la barca se está hablando del mal que arremete contra la Iglesia, impidiéndole ser lo que debe ser y realizar su misión. Aquí se trata de un lago enfurecido contra la barca (un mal enfurecido contra la Iglesia). La Iglesia (barca) solo podrá atravesar el lago (vencer el mal) si cuenta con Jesús. Sin Jesús ella naufragará. La vida cristiana es pues una permanente lucha contra el mal. No nos podemos salir del mundo, para que el mal no nos toque, ni podemos encerrarnos en una urna. Debemos confrontarlo, rechazar su dominio, aprender  a discernir el bien del mal y poner nuestra vida al servicio del bien… solo así podremos llegar a la otra orilla.

 

4.      “¿Aún no tenéis fe?”: la preocupación de Jesús no está únicamente centrada en el mal, sino en la fragilidad del ser humano sin Dios, pues el ser humano puede ser devorado por el mal. Por eso la fe aparece en el relato como un ingrediente fundamental, sin fe el ser humano queda paralizado, sin esperanza y sin capacidad para discernir (todo le da lo mismo). El cristiano (y la Iglesia toda) pasa por etapas en que debe afrontar tempestades enormes (internas y externas). La fe es un poderoso recurso para ayudarle a caminar. Necesitamos acoger a Jesús en nuestra vida y estar dispuestos a obedecer su palabra. Toda la liturgia de hoy quiere fortalecer nuestra esperanza y animar nuestra fe, continuemos caminando…

 

 

Terminemos nuestra reflexión orando con el…



Salmo 106

Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.

 

Entraron en naves por el mar, / comerciando por las aguas inmensas. / Contemplaron las obras de Dios, / sus maravillas en el océano. R.

 

Él habló y levantó un viento tormentoso, / que alzaba las olas a lo alto; / subían al cielo, bajaban al abismo, / el estómago revuelto por el mareo. R.

 

Pero gritaron al Señor en su angustia, / y los arrancó de la tribulación. / Apaciguó la tormenta en suave brisa, / y enmudecieron las olas del mar. R.

 

Se alegraron de aquella bonanza, / y Él los condujo al ansiado puerto. / Den gracias al Señor por su misericordia, / por las maravillas que hace con los hombres. R.

 

 

 

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